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“Un pastel para dos”: crónica de un amor otoñal
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Puede que no se ubique dentro de la tradición más importante del cine iraní –aquel notablemente representado por Abbas Kiarostami, Jafar Panahi o el más reciente Asghar Farhadi–, pero “Un pastel para dos” se ha convertido en una de las películas más comentadas del país asiático en los últimos años. Es probable que su premisa sencilla, inserta dentro del género de la comedia romántica, sea la principal razón por la que ha conectado tan eficazmente con el público.
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Nos cuenta la historia de Mahin (Lily Farhadpour), una viuda de 70 años que vive sola en su casa de Teherán. Evidentemente deprimida por su situación de aislamiento, un día Mahin sale a la calle a buscar a un hombre que pueda convertirse en su espontáneo acompañante. Y lo encontrará en la figura de Faramarz (Esmail Mehrabi), un taxista de su edad y que lleva una vida muy similar a la suya.
Es un relato, como puede deducirse fácilmente, sobre soledades compartidas y sobre las posibilidades del amor en la tercera edad. La dupla de directores conformada por Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha (que además son pareja) apuesta por un registro minimalista, muy pendiente de las incidencias cotidianas que afligen al septuagenario promedio (achaques, la necesidad de medicamentos, el embrollo de lidiar con aplicaciones de celular en un medio hiperdigitalizado). Eventualmente, casi la totalidad de la película se desarrolla en la casa de la protagonista, enfatizando el confinamiento doméstico al que suelen estar sometidas las personas mayores.
"Es un relato sobre soledades compartidas y sobre las posibilidades del amor en la tercera edad. Pero termina cayendo en cierta cursilería de manual".
Por el peso de los diálogos y la dinámica de pareja, “Un pastel para dos” por momentos nos recuerda al “Antes del amanecer” de Linklater, aunque desprovisto de la frescura y belleza prototípicas de la juventud. Y en ese juego de interacciones nos regala algunas imágenes conmovedoras: la belleza de un jardín apenas iluminado, un ‘selfie’ tomado con las cabezas apoyadas uno sobre el otro, o un baile acelerado por la ligera embriaguez de los protagonistas.
Hasta allí, la cinta discurre sin exagerados dramatismos ni manipulaciones sentimentales, e incluso se atreve a insertar sutiles guiños a la opresión social del régimen teocrático iraní. Pero en cierto punto termina cayendo en taras que son desgraciadamente esperables. Como la cursilería de manual –que se percibe en cuestionables decisiones argumentales y hasta en una empalagosa musicalización– y el desmoronamiento de muchos de los atributos que la sostenían con bastante decoro.
Si hubiera que compararla con otras recordadas películas sobre “amores otoñales”, “Un pastel para dos” no termina de alcanzar la intensa ternura de “Los puentes de Madison” ni se atreve a encarar de frente los aspectos más duros de la vejez como lo hizo Haneke en “Amor”. Aunque arranca bien, su prometedora premisa termina por naufragar en esa indefinición.
Calificación: 3/5







