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Rosa Montero: “La escritura es el arma más profunda para soportar la vida”
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Cuando Rosa Montero tenía 5 años y vivía con su madre en Madrid, creó su primer cuento. No recuerda el título, pero sí que trataba de unos ratones que hablaban. Su madre lo guardó y le puso fecha, sin imaginar que su hija se convertiría en una de las voces más destacadas de la literatura española contemporánea.
Ahora, Montero regresa al Perú con “Animales difíciles”, libro presentado en la Feria Internacional del Libro (FIL) y novela que marca el cierre del ciclo de Bruna Husky, su célebre detective tecnohumana, en un escenario futurista cargado de reflexiones muy actuales. Aprovechamos su visita para conversar con ella.
Este año se cumplen 22 años de “La loca de la casa”, un libro esencial para quienes escriben o desean escribir. ¿Cómo lo ve ahora?
Fue una sorpresa porque los escritores no escogen los libros que hacen, sino que los libros te escogen a ti. Cuando empecé a escribir “La loca de la casa”, pensé que iba a ser un ensayo convencional sobre la escritura. Y de repente, me di cuenta de que no lo era. Escribí sobre la imaginación, y luego vi que tampoco era un ensayo. Era una cosa rara. Ese fue el primero de mis libros raros, que tengo tres, y que terminé por llamar “artefactos literarios”.

¿De qué están compuestos estos “artefactos literarios”?
En parte por un ensayo muy poco convencional, por una autobiografía muy poco fiable. También incluyen biografías de otros autores o personajes, y en algunos casos, como en La ridícula idea de no volver a verte, se mezcla con ficción. Siento que instauré un microgénero dentro de mi propia literatura.
Estos “artefactos literarios” son “La loca de la casa”, “La ridícula idea de no volver a verte” y “El peligro de estar cuerda”, ¿vendrá uno más?
Con estos libros abrí una puerta que me permite explorar más. Curiosamente, los he escrito con una diferencia de casi diez años entre sí. Antes de morirme quiero hacer un nuevo “artefacto literario”. Ya tengo el tema y sé que será precioso, pero aún no diré de qué se trata.
¿Cómo fue ser mujer escritora en una época dominada por el Boom Latinoamericano? ¿La influenció?
Yo soy hija de ese boom. Cuando salieron Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, en España vivíamos la pobreza cultural de la dictadura franquista. Apenas leíamos autores nacionales. Y de pronto, a mis 18 años, cayeron a mis manos “Cien años de soledad” y “Conversación en la Catedral”. Eso nos llenó de libertad, esperanza y potencia a todos los escritores. Hay un par de generaciones de escritores españoles que somos hijos del Boom latinoamericano hasta los huesos. Yo soy una de esa generación.
En “Animales difíciles” nos despedimos de Bruna Husky, ¿cómo analiza este ciclo de libros?
Lo que quise al crear a Bruna fue construir un mundo propio con personajes estables, que pudiera visitar cuando quisiera. Aunque está ambientado en 2111, no quería hablar del futuro, sino de la condición humana, la muerte, el paso del tiempo. Siempre digo que Bruna se parece a mí por su obsesión con la muerte.

Una frase del libro dice que “quizás seremos las hormigas de los nuevos dioses que estamos construyendo”, ¿se refiere a la inteligencia artificial?
Totalmente. La inteligencia artificial es una tecnología sin comparación, lo más poderoso que hemos creado. Puede ser maravillosa, pero también tiene un riesgo increíble. La superinteligencia podría llegar antes de 30 años.
Sin embargo, al inicio del libro cita a Nick Bostrom: “Crear algo más inteligente que tú es un error evolutivo”. ¿Estamos cometiendo ese error?
Exacto. No es que tu tostadora se vuelva malvada y te ataque, pero sí puede pasar que esa superinteligencia —tan incomprensible para nosotros como lo somos para las hormigas— decida un día: “Voy a usar estos átomos de carbono para otra cosa”. Y esos átomos somos nosotros.
¿Por qué decidió cerrar aquí la historia de Bruna?
No lo sabía al comenzar, pero en esta novela le puse una doble lucha. Como detective, debe resolver un conflicto policial. Pero, además, después de ser envenenada en Los tiempos del odio, su cuerpo cambia: pasa de ser una tecnohumana fuerte de dos metros a uno pequeño y vulnerable. Ella sufre disforia corporal. Incluso empieza cortándose los muslos, como muchos adolescentes hacen. Bruna dice: “Antes tenía cuerpo de pantera, ahora tengo cuerpo de ardilla”. Me di cuenta de que no iba a ser capaz de escribir otra novela de Bruna con esa dimensión. Por eso decidí despedirme aquí.
¿Ve la escritura como consuelo o resistencia?
No la veo ni como consuelo ni como resistencia. La escritura es el arma más profunda para soportar la vida. Es parte esencial de lo que soy. Si no escribiera, me volvería loca o me haría pedazos. Pero, además, aunque no escribiera, necesitaría leer. Todos los escritores somos primero lectores. El arte es esencial: gracias a él, podemos ser.
¿Qué libro recomendaría o está leyendo ahora?
“Orbital” de Samantha Harvey. Es un libro poético extraordinario. Ganó el Booker. Pero recomendar libros es como recomendar amores: cada quien busca su propio camino.












