Hace pocas semanas, paseando por la calle, vi a un padre montando bicicleta con su hijo sentado en una silla accesoria en la parte de atrás. Él iba por la vereda y, al salir de la angostísima senda, entró a la berma para pasar a un grupo de peatones. Esta estaba pavimentada con franjas de concreto intercalado con césped para acomodar los estacionamientos para autos. Una de las franjas de césped atrapó las llantas de la bicicleta, lo que produjo la caída de ambos.
La siguiente semana, en el mismo sitio, vi a un grupo de personas cruzando la pista. Ellos miraban hacia el tráfico y no hacia el pavimento, y uno pisó el borde de los mismos bloques de césped y se cayó.
Esto no es nada sorprendente. Hasta en Los Ángeles, una ciudad poco conocida por tener políticas amigables en favor de los peatones, se prescribe dentro de las normas que los bloques de césped solamente pueden ser usados en zonas de tránsito peatonal bajo, como en jardines privados. Los lineamientos en el Reino Unido también advierten en contra del uso de la pavimentación irregular que hace que caminar sea más difícil.
El concepto detrás del uso de los bloques de césped es que permite que una berma de jardín pueda ser usada como estacionamiento o acceso vehicular sin dejar de ser verde. Esta visión pretende balancear las necesidades para estacionar en la calle con el deseo de vivir en una ciudad verde. En muchas municipalidades de Lima, el uso de la berma para estacionar se permite con la condición de que esta tenga bloque de césped.
Sin embargo, luego de la implementación real, lo que se genera son dos problemas: por un lado, incrementa la manutención de las áreas verdes o las elimina en el largo plazo y, por otro, extiende el espacio para los vehículos sobre los del peatón.
A propósito del muy lúcido artículo de Natalia Majluf, publicado este domingo en El Comercio, sobre la posibilidad de crear un paseo peatonal que integre el Museo de Arte de Lima (MALI) a la ciudad, es interesante pensar de nuevo en el proyecto de renovación del Paseo Colón del 2010. Fotos históricas muestran cómo este espacio originalmente fue un paseo con veredas amplias y una berma central llena de árboles, con pavimento duro y continuo. Para su “renovación”, la Municipalidad de Lima redujo las veredas para la ampliación de la pista y colocó bloques de césped en la berma central.
Otro ejemplo es la calle Grau en Miraflores, donde en el 2012 una gran parte de la vereda fue convertida en berma con la utilización del bloque de césped. Ahora, este nuevo espacio da pase al auto privado y reduce la accesibilidad para peatones y discapacitados. En algunos puntos, inclusive, los vecinos han puesto rejas alrededor de la berma para que los peatones no pisen el césped, ya que es difícil de mantener, privatizando así lo que antes era espacio público.
Hoy es el Día Mundial sin Automóvil. Es un momento para reflexionar sobre nuestras calles, que son las superficies que articulan la ciudad. El uso de cemento intercalado con césped es uno de múltiples síntomas de una cultura de planeamiento que privilegia el automóvil sobre el peatón. Un pequeño detalle con grandes repercusiones.