(Imagen: Municipalidad de Miraflores)
(Imagen: Municipalidad de Miraflores)
Redacción EC

El miércoles fui citado en un artículo en El Comercio, en relación con los dos puentes peatonales que se construirán entre Miraflores y , y y . La cita, en el contexto del artículo, parecía un sinsentido: “La mayoría de los puentes peatonales en la ciudad dan prioridad a los automóviles”.

Para ponerla en su real contexto, me refería al hecho de que la mayoría de puentes peatonales construidos en Lima priorizan al automóvil, obligando a los peatones a subir y luego bajar escaleras de cinco metros para cruzar las avenidas. Los carros, en cambio, cruzan a nivel.

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Puentes peatonales de este tipo son los de la avenida La Marina y la avenida Brasil, símbolos de una ciudad donde el peatón es considerado un ciudadano de segunda clase; ni qué decir de la persona con discapacidad.

Esta historia está por cambiar con los dos nuevos puentes peatonales que unificarán San Isidro con Miraflores y Miraflores con Barranco. A nivel conceptual, se busca la integralidad del malecón como espacio de tránsito, articulando un eje peatonal y para el uso de bicicletas, que circularía de manera ininterrumpida desde la avenida Salaverry hasta el Puente de los Suspiros en Barranco.

En el caso del puente que une San Isidro con Miraflores, hay que celebrar que las anteriores gestiones de estos municipios (con los alcaldes Jorge Muñoz y Manuel Velarde) trabajaron juntas, y que el actual alcalde de Miraflores, Luis Molina, ha asegurado la continuidad del proyecto.

En el caso del puente entre Miraflores y Barranco, los alcaldes Rodríguez y Molina vienen trabajando juntos para eliminar las barreras entre sus distritos.

Hay que celebrar estas iniciativas y la voluntad del trabajo en conjunto. Sin embargo, pese a su importancia para articular el espacio público más emblemático de la ciudad, ambos puentes son un ejemplo más de pragmatismo municipal donde no se ha priorizado la estética.

Por ello, esta es una magnífica oportunidad para embellecer la ciudad. Ambos puentes tienen características similares: están ubicados sobre quebradas en el acantilado y se complementarían con dos importantes edificios que han ganado premios de arquitectura a escala internacional en las últimas décadas. Uno de ellos es el LUM, en el caso de la bajada San Martín, y el otro la UTEC, en la bajada de Armendáriz, declarado en el 2018 como el mejor edificio del mundo.

Abordar este proyecto con una mirada estética es poco más que una obligación en este contexto, y por eso, convocar concursos públicos de diseño para dos puentes tan protagónicos para la ciudad debe ser el estándar.

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