LUIS SILVA NOLE
Superé la crisis de los 40 años haciendo lo que realmente quería: trabajar en psicología. Hoy tengo 45, soy soltero y amo mi soledad, el teatro y conectarme con el espíritu de niño impetuoso que a veces las personas ocultan. ¿Perfeccionista? Solo cuando dirijo una obra teatral. ¿Fútbol? No me gusta, aunque mi abuelo fue fundador de la ‘U’. Oír hablar tanto de fútbol en casa me saturó. Una vez, en París, no entendía el alboroto. Luego me enteraría de que se jugaba la final del Mundial.
El actor y psicólogo no espera la primera pregunta y revela su sentir: “Salir en el cuerpo A de *El Comercio* y ya no solo en Luces es significativo. El próximo reto es salir en Economía, por mi actividad como consultor en psicología para empresas”. Su inmediata risa inicia la charla.
¿Con cuál Javier te quedas, con el actor o con el psicólogo?
Después de 23 años de actor y 22 de psicólogo, mi búsqueda sigue siendo la fusión de ambas actividades. Durante mucho tiempo, la gente me impulsó a escoger una de ellas, pero yo busco un camino que las entrelace. Cuando actúo, mi cabeza es muy psicológica, pero cuando trabajo como psicólogo soy muy histriónico. Las herramientas que aplico en las consultorías las he aprendido más del teatro que de la psicología. Pero, cuando me pregunté qué quería hacer, vino el conflicto.
¿Qué tipo de conflicto?
Un conflicto en términos de tiempo, no de vocación. El conflicto con la señal abierta, que es muy exigente en los tiempos; con las novelas, en las que te encierras 10 meses y no puedes hacer nada. A eso renuncié en el 2008 luego de que hice un protagónico en Colombia, que para mí fue un aburrimiento espantoso. Me pregunté: “¿Voy a seguir en esto?” Mi vida giraba alrededor de las novelas.
Eso suena a punto de quiebre.
Estaba entrando en la crisis de los 40 y me dije: “Ya no quiero ser protagonista de novelas, quiero ser protagonista de mi vida”. Ya no quería esperar propuestas sino generar las cosas que siempre había tenido, porque, en realidad, siempre me identifiqué con la psicología.
¿O sea que siempre quisiste ser psicólogo?
Cuando me formaba como actor, estaba absolutamente metido en la investigación en psicología, y actuaba, y la gente no entendía. Pero yo sentía que tenía que recorrer todo eso, y con el tiempo entendí por qué.
¿Y sientes que lograste hallar esa fusión psicología-teatro de la que hablaste al principio?
Es una búsqueda constante. Como consultor hago las dos cosas. Todo lo que aprendí en la actuación está absolutamente fusionado con la psicología. ¿Pero cómo fusionar con la actuación todo lo que aprendí en la psicología? Eso me llevó a preguntarme como artista cuál es mi lenguaje escénico. ¿Qué quiero hacer en el escenario? Por eso empecé con unipersonales. En el 2012 hice “Sin pecado original”, con un mensaje psicológico: dejar la posición de víctimas y de queja, y empezar a ser el protagonista de tu vida.
¿Y alguna vez te sentiste víctima?
Claro, por eso hice ese espectáculo que hablaba un poco de mi vida: esperaba que algo ocurra y no hacía nada para que ocurra. Buscaba excusas. En algún momento sentí que me hacía trampa: las novelas eran un refugio para no hacer lo que realmente quería. Decía: “Estoy ocupado”. Pero eso se acabó y empecé a hacer lo que quería y asumir las responsabilidades de ello. Por eso a los 40 formé mi empresa, Javier Echevarría Consultores. En mayo presentaré mi segundo unipersonal, que se llamará “Se busca emprendedor”.
¿De qué tratará?
El eje será el cómo emprender el camino de tu vocación.
Hablando de vocación, en una entrevista dijiste que recordabas lo que pensabas cuando tenías año y medio. ¿O sea que el gusto por el análisis lo tuviste siempre?
Es cierto. Desde chico tenía clara mi vocación, pero yo la distingo de lo que es profesión y ocupación. Yo pensaba ser abogado como mi papá, mi abuelo y dos de mis cinco hermanos. Entré a la Católica y, en tercer ciclo de Letras, llevé Introducción al Derecho, que me pareció espantoso; y un curso de Psicología, que me fascinó. La variable que me hizo decidir fue, justamente, mi memoria, porque me pregunté por qué mi mente era así. Y me cambié a Psicología.
Parece que siempre te gustó.
Al estudiarla me di cuenta de que el llamado había sido constante. Creo que en realidad mi vocación es el ser humano y las formas para llegar a él son variadas: puedo ir desde la investigación científica hasta la creación de personajes.
¿Te analizas a ti mismo?
Todo el tiempo. Soy recontra introvertido. De niño no hablaba mucho y estaba en un rincón. Gracias al teatro que comencé en secundaria, en el colegio María Reina, superé la timidez y aprendí a socializar, pero mi naturaleza introvertida no se fue nunca. Si me preguntan dónde quiero estar, digo solo y en mi casa. Eso es porque todo el tiempo miro para adentro. Salir para mí es chamba. Nunca encuentro placer en ello.
¿Y cuándo te analizas te gusta lo que encuentras?
Cada vez más. Soy un psicólogo que no anda patologizando la vida. Al contrario, trabajo con los recursos del individuo, viendo sus tesoros para que él descubra lo que tiene.
¿Qué papel recuerdas más?
¡Cómo disfruté ser un asesino a sueldo en una serie de la Fox!
¿Te atrae lo tanático?
Ver lo que apesta detrás de las cosas me fascina como actor y psicólogo porque así exploro el lado oscuro, porque el ser humano tiene luz y sombra. La salud mental no es vivir en verano y disfrutar los momentos hasta cuando no te va bien. Fluir en la vida. Hay muchas cosas oscuras que la vida real no te permite explorar y el teatro sí.