Es inevitable que luego de 31 días en casa no haya cruzado por nuestras cabezas la duda respecto a qué papel cumplimos en esta crisis sanitaria, sobre todo cuando lo mejor que hemos podido hacer hasta el momento es acercarnos a nuestras ventanas a aplaudir a los profesionales que luchan por detener la propagación del COVID-19. “En situaciones como esta, en la que el humano se vuelve más consciente de lo vulnerable que es frente al mundo, aparece lo que Sartre calificó como “La náusea”: aquella insatisfacción que produce aceptar lo efímera que es nuestra existencia”, señala Adriana Añi, doctora en filosofía por la PUCP.
Aunque nos encontramos dentro de nuestros hogares, la tecnología ha permitido que la mirada ajena se inmiscuya en nuestra privacidad aun cuando la puerta está cerrada pero los celulares prendidos. Aquel tormento del hombre contemporáneo en el que las diferencias entre lo que es y lo que quisiera ser se ven expuestas al mundo ha sido sintetizada en “El infierno son los otros”, frase escrita por el filósofo francés en su obra de teatro “A puerta cerrada” que sería adaptada al cine en 1962.
El gran aliado
Tal como sucedió con la pieza mencionada, el pensamiento existencialista encontró en el séptimo arte una plataforma de divulgación donde diversas técnicas audiovisuales y narrativas han servido para seguir cuestionando el vínculo que tenemos con el mundo. Con el paso del tiempo la pantalla grande ha servido como reflejo de varias épocas y cómo ciertos eventos han moldeado el pensamiento colectivo.
Para Pablo Quintanilla, PhD en filosofía por la Universidad de Virginia, el existencialismo es tanto una corriente filosófica como una actitud ante la vida que puede estar presente en diversos fenómenos culturales. “En el caso del cine se presenta como un cuestionamiento sobre la naturaleza y el sentido de la vida humana, sus objetivos y finalidades, y especialmente, sobre su naturaleza transitoria y efímera”, señaló a este Diario.
“Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia” (2014) resulta un claro ejemplo si revisamos entre las cintas que marcaron la década pasada. Alejandro González Iñárritu consigue que aquella sensación de una existencia efímera por parte del personaje principal se complemente con el ritmo bajo el cual transita la cámara a lo largo del filme. Riggan (Michael Keaton)se convierte en el ideal del hombre existencialista luego de confirmar que lo que pase en su futuro depende de cómo emplee su libertad.
Una mirada más amplia
Sin embargo, Sartre también expuso una mirada colectiva del existencialismo que quedó marcada en la frase pronunciada en octubre de 1945: “El hombre no solo es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres”. Dicha idea pareciera ser la columna vertebral de “La delgada línea roja” (1998) filme de Terrence Malick que presenta a un grupo de soldados estadounidenses que luchan en la batalla de Guadalcanal. La experiencia de cada uno de ellos es distinta, pero sus individualidades deberán ser relegadas a un segundo plano si acaso desean sobrevivir. Sus decisiones afectan a todos; es decir, el mismo escenario en el que nos encontramos ahora.
El pensamiento sartriano, desarrollado en medio de la Segunda Guerra Mundial y popularizado cuando esta había concluido, exponía constantemente las cicatrices que el sangriento enfrentamiento había dejado. Corrientes posteriores como la Nouvelle Vague harían lo mismo, según la doctor Añi quien rescata “Sin aliento” (1960) de Jean-Luc Godard entre las cintas nacidas de aquel movimiento.
“Aunque la historia parece ser una sin relevancia alguna, el espectador va reconociendo, a lo largo del filme, un trasfondo muy denso que está acoplado al espíritu existencialista de la fatalidad. La evolución del personaje y su inesperado desenlace. Hay una dosis de ternura por lo que se cuenta y una preocupación por lo que está por ocurrirle al personaje, una sensación muy similar a la que venimos experimentando estas semanas cuando a pesar de los esfuerzos por cuidarnos vemos que hay un enorme riesgo del que debemos protegernos”, agregó.
Nuevas audiencias
Para el doctor Quintanilla la llegada del existencialismo al séptimo arte generó que los diálogos resultaran ser mucho más profundos, agudos y sutiles, permitiendo que el espectador cuente con mayores niveles de interpretación de cada historia. Pero, aunque este género cuente todavía con importantes exponentes, su difusión en salas y plataformas de streaming no se compara a la que recibe el cine de corte comercial.
Lo cierto es que el cine existencialista que hoy se produce se presenta a un público cuyo ritmo de vida no es para nada similar al de aquellos que veían las primeras cintas de este tipo hace más de medio siglo. “En un mundo que avanza a una velocidad exorbitante capaz de generar todo tipo de presiones sobre el individuo, no puedo culpar a aquellos que acude al cine para consumir productos que lo entretengan. Sin embargo, esta es una clara muestra de que las cintas existencialistas solo serán exitosas en el cine de autor. ”, concluye Quintanilla.
Aunque al mundo al que regresemos una vez terminada la cuarentena no sea el mismo de antes, una cosa es segura: nuestro intento por entender el propósito de nuestra existencia será aún más vehemente. Y Sartre estará ahí acompañándonos.