Guiados por un compás secreto, ella y él se deslizan suavemente por la pista de baile al ritmo envolvente de “Gatos de Bronce”. Pronto, las notas de “Distancias” elevarán la coreografía a su clímax, en un pogo imaginario entre lágrimas de alegría y suspiros espontáneos. A pocos metros de esa escena de cuento de hadas, Daniel F, con el rostro pálido y recién afeitado, se oculta a la sombra de una gorra negra que resalta su delgada figura y un tono espectral que lo acompaña desde chiquillo. Con el semblante lúgubre, el ícono del underground peruano desata inmediatamente una sucesión de hits que provocan la algarabía entre los presentes y despiertan en él una tímida sonrisa. “Yo pienso en ti”, “Vesania”, “De cartón y piedra” y “Memorias” son el deleite de un matrimonio que, irremediablemente, convertirá al trovador de estilo melancólico en el alma de la fiesta.
La escena, acorde a estos tiempos, ya se ha inmortalizado, gracias a un video viral que navega por las redes sociales.
—”No creo en el matrimonio, pero creo en ella”—, dispara Daniel, quien elige con precisión de cirujano las palabras idóneas no solo para sus canciones, también en sus monólogos con los que cautiva.
Sus relatos resuenan con autenticidad, describen su carácter reflexivo y una peculiar perspectiva sobre la vida. Continúa, con su voz profunda y afinada: —”Cuando voy a eventos privados, sobre todo en los matrimonios, siempre me piden “Gatos de bronce”—. Hay un guiño de complicidad en sus palabras, como si compartiera un secreto con su audiencia, conectando a través de la música y el amor.
A pocos días del esperado concierto de Travis el 13 de noviembre en el Arena 1, se ha confirmado que el legendario músico peruano Daniel F será el acto de apertura. Conocido por su papel crucial en la banda Leusemia y su influencia en la movida subterránea del rock peruano desde 1983, Daniel F aportará una profundidad única al evento, combinando sus décadas de historia musical con la energía de Travis.
Datos:
Travis en Lima
Cuándo: 13 de noviembre
Dónde: Arena 1
Entradas a la venta: Ticketmaster.pe
El rey del privado
Daniel Augusto Valdivia, Daniel F, Puede ser tan delgado como camaleónico. No le rehúye a la obligación de abrir un festival al mediodía frente a cinco personas, como tampoco a la exigencia de cautivar a más de diez mil fanáticos en un concierto. Resulta irónico, pero el autor de “El asesino de la ilusión”, una canción que narra de forma poética el camino a la desilusión y el desencanto, es a la vez el protagonista máximo de matrimonios, aniversarios y hasta pedidas de mano.
El músico, escritor y vocalista de la banda de culto Leusemia, a sus 63 años, es un hombre flaco y sobre todo, querido. “Muchas veces yo voy con cierto reparo, pero al final me salen pareciendo eventos fantásticos, porque por ejemplo, los matrimonios son un encuentro con la esperanza, ¿qué cosa es más esperanzador que un matrimonio?, eso al final me termina conmoviendo mucho y me alegra un montón, son eventos que me alegran la vida. No me molesta cantar para menos personas”, cuenta el también cantautor, quien a los 14 años empezó en la música.
Al trovador de multitudes le cuesta más los eventos privados, pero los disfruta tanto como puede. Es parte, entiende, de esos privilegios que le da la fama. “Voy súper nervioso, para los matrimonios peor todavía, porque asumo que el 98% de la concurrencia no me conoce, para mí es un poco engorroso porque no soy mediático, nadie me conoce, a veces ni la novia me conoce, y de los trescientos invitados solo algunos se emocionan, el resto dice ‘quién será este huevón’...”, cuenta sin sonrojarse.
Durante la pandemia, esa conexión con sus seguidores fue aquello que lo mantuvo a flote. Suspendidos los conciertos presenciales, Daniel F cuenta que fueron sus seguidores quienes empezaron a escribirle por redes sociales para concertar conciertos privados que derivaron en sesiones musicales vía zoom. Fue tanta la demanda que algunos días llegaba a tener hasta ocho presentaciones al día gracias al milagro de la tecnología.
Y no solo eso. También dimensionó a gran escala el cariño de sus seguidores. “La gente comenzó a mostrarme su cariño de una manera, no inédita, pero sí impresionante, comenzaban a mandar comida, postres, algún emprendimiento que alguien tenía, me mandaban ropa, mascarillas, era conmovedor, habían mensajes que me decían ‘que no te dé vergüenza que estas con hambre’”, recuerda y remata con una anécdota que hasta hoy le parece alucinante: “Recuerdo que había alguien que mandaba paltas porque tenía un cultivo, me decía que eran para mí, para mi familia, para mi casa, ¡qué fantástico!, esas son cosas inolvidables”.
El hombre que se salvó
Todo en él es -y sigue siendo- revolucionario.
Desde su porte excesivamente alargado y sus movimientos cortos que, en un escenario y bajo la luz exagerada de los reflectores, lo convierten en una especie de ser espectral.
De chiquillo se escapaba del colegio Hipólito Unanue, en la Unidad Vecinal de Mirones, para irse a los museos, no a los bares. Siempre cuestionando los relatos del curso de Historia que aprendía en la escuela, con una habilidad insospechada para poner en tela de juicio cualquier argumento acartonado y repetitivo, es así que encontraría regocijo en las páginas de los libros. Su primera versión de la alegría fue una biblioteca, luego, la música.
—No soy un historiador, soy entusiasta de la historia, de aquello que te cuentan lo que no te contaron en la currícula del colegio—, dice muy serio.
Daniel F pudo ser militar o profesor, pero terminó eligiendo ser músico. O mejor dicho, fue la música que lo eligió. También fue alumno libre en la Universidad Nacional de San Marcos, a donde se colaba para entrar a las clases de Física, para aprender todo lo relacionado a la electricidad, el sonido y lo acústico.
También se reveló a la muerte. Contrariamente a lo que aparenta, asume sin conflictos una condición de ícono que, aunque no reconoce, admite y disfruta con relativa naturalidad. Es un trovador y también fue un hombre triste. Intentó quitarse la vida dos veces sin saber que años más tarde, su música -y sus letras- darían vida a interminables historias de amor que, como él, supieron abrirse camino entre el desánimo y la pena.
—¿Qué te ha salvado? —.
—Lo que me salvó fueron los libros, los discos— responde con franqueza y enfatiza—: me anclaban a la vida, más que un fanatismo tengo un agradecimiento por ellos.
Un rockero sin bohemia
Daniel F es el líder de Leusemia, una banda de culto peruana formada en la década de los ochentas, con un estilo de punk rock muy original, basado en la sátira y la crítica social y política, contestataria, que rápidamente se hizo relevante dentro de la movida subterránea de esos tiempos.
Pero aquello que verdaderamente le ha dado el estatus de ídolo musical es el poder de sus letras para convertirse en el soundtrack de la vida de muchos. Si como líder de Leusemia ha sabido mantenerse vigente, como solista es un prolijo poeta. De ahí que se desprenden temas emblemáticos como Gatos de bronce, Memorias, Distancias, Yo pienso en ti, El asesino de la ilusión o El hombre que no podía dejar de masturbarse. Todos, absolutamente todos, hits musicales que bien podrían ser dagas afiladas apuntando a todo aquello que nos conmueve.
Es un cantautor tímido, que valora la privacidad de un ecosistema regido por cuatro paredes, que sale de casa solo para ir a correr o cuando la necesidad lo apremia. Daniel es muy poco rockero en ese sentido: prefiere los libros, sus gatos y la calma de su casa. Rompe con el estereotipo clásico de quienes transcurren sus días sumergidos en la bohemia como requisito para hallar a la musa inspiradora. Eso sí, aunque ya superó las seis décadas, su energía mental sigue siendo la de un adolescente. “Todos los días tengo que estar componiendo algo, es como una enfermedad. Me gusta la capacidad de que todavía podemos sorprendernos, un descubrimiento es una alegría”, resalta.
—¿Qué ha cambiado respecto al Daniel F de hace 40 años?—, pregunto.
—Seguramente hay más calma frente a las calamidades, antes me derrumbaba frente a cualquier calamidad, ahora hay una fortaleza que se me ha dado con los años, y creo que es la evolución normal de cualquier ser humano con relación al tiempo, estoy mucho mas enamorado de la música, de los gatos, —responde.
Un misil al sistema nervioso
No se deja ver mucho, pero cuando sube al escenario brilla ostentosamente con una voz que una vez que toca el oído también es una máquina del tiempo. “Las primeras dos canciones son un padecimiento, es donde más me equivoco, todavía los nervios están más presentes, poco a poco con la buena onda del público te vas tranquilizando ,mimetizando”, narra el cantautor.
Luego, cuando ese primer golpe de nerviosismo es superado, Daniel F pierde la noción del tiempo y se deja llevar por la guitarra. Hasta hace unos años, sus conciertos de trova eran conocidos porque podía quedarse tocando horas y horas.
Su voz no es solo canto, la usa también para unos monólogos que ya son parte de su rutina —y de su encanto—. Cada canción se sostiene con un preámbulo en el que contextualiza su origen y presenta con sinceridad aquello que siente. Verlo trovar en vivo es un misil al sistema nervioso.
—¿Dónde está el Daniel F contestatario y respondón? —apunto.
—Está más fuerte que nunca, porque la situación es cada ves más dura, cada vez mas jodida, no no se avizora ninguna luz al final del túnel, entonces eso te pone más molesto todavía. no diría que uno se acostumbra, pero la rabia no se va. Se torna un poco más complicado hablar de eso, sobre todo en estos días.
Su amor por el Boys
Su amor por el Sport Boys nace de una imagen. Para ser precisos, de una foto que lo conmovió. De igual manera que su veneración al cantante Iggy Pop o su fascinación por la Historia. Una imagen lo impresionó y desencadenó un lazo emocional que lo tiene unido para siempre.
“De ser del año 66-67, en que vi una foto en el diario La Prensa, que ya desapareció, estaba Julio Baylón de Alianza Lima y Rómulo Ferretti, de Sport Boys, intentando detenerlo, con la chompa de manga larga, esa imagen me impactó”, cuenta Daniel F en una entrevista en TV Perú.
Desde entonces se hizo aficionado del Sport Boys del Callao. “Igual me sucedió con la Historia, cuando vi el cuadro de Juan Lepiani (pintor peruano), cuando vi su cuadro Proclamación de la Independencia”, me impactó de tal manera con su imagen, igual con Iggy Pop, cuando vi una foto suya, ya era fan sin haberlo escuchado, seguía sus entrevistas, comencé a conocerlo a través de sus propias palabras”, añade en la conversación en vivo.
—Es el imperio de las imágenes—, acota, con una solemnidad propia de un orgullo construido con el tiempo.
Las facetas de Daniel F
Daniel F no solamente canta, emociona. Era marzo del 2010 y Ricky Martín había anunciado públicamente su homosexualidad. Al trovador le impactó tanto la noticia que ideó la forma de mostrar su apoyo a tal acto de valentía. Y entonces no se le ocurrió mejor manera que entonar la canción Tal vez del puertorriqueño en las pruebas de sonido. A la hora del concierto, sin dudarlo, fue con esa canción que empezó su repertorio. Su voz afinada nunca se averió pese a los silbidos de alguna parte del público. “A la gente que le moleste mis cosas, es gente que no me interesa para nada”, cuenta.
Aunque suele vestir de colores oscuros, su rango de apertura musical es muy amplio. Así como no tuvo problemas en interpretar una balada de Ricky Martin, tampoco dejó ir la ocasión de darle voz a una canción de chicha. Se llama Caramelo de limón y aunque la canta muy pocas veces, existen varias versiones suyas en Youtube.
“La música ha estado presente en mi casa siempre, mi mamá cantaba todo el tiempo, mientras que hacía los quehaceres de la casa, cantaba mucho, en una ocasión cantamos juntos, una canción que se llama Toma mi corazón, de un trío de los sesenta”, recuerda. Con esa canción abrió un concierto en provincias en homenaje a su madre, que unas semanas antes había fallecido. La música también es una forma desahogo.
Ha trabajado como ingeniero de sonido en estudios de grabación, ha publicado varios libros, es músico y cantautor y hasta fue actor en la película Avenida Larco. En el 2011 se encontró en un evento público con el maquillador, estilista y presentador de televisión Carlos Cacho y ante la sorpresa de muchos, Daniel F se le acercó para estrecharle un saludo y pedirle una foto, sin advertir que aquél acto inocente lo haría un personaje viral al día siguiente.
—Comprendí que la vida se ha vuelto un meme.