Su madre cantaba y tocaba el piano y su padre era percusionista. Su abuela, Emma Blades, era una destacada pintora, poeta y feminista. Roberto Blades creció en el seno de una familia donde el arte siempre tuvo un lugar privilegiado. Creció influenciado por la música, pero cuando era adolescente esta no siempre fue su primera opción. Antes de ser cantante, planeaba reclutarse a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos para ser piloto de avión. Otro de sus sueños era ser futbolista. “Era extremadamente bueno, tenía récord de asistencia, era veloz, zurdo, pateaba con los dos pies. Me acostaba y levanta pensando en fútbol”, recuerda el cantautor panameño.
Blades Bellido de Luna Díaz tenía 17 años cuando formó la Orquesta Inmensidad junto a un grupo de músicos noveles faltos de recursos económicos, pero sobrados de talento e ilusión.
“Tomé esto como un hobby para divertirme, cubrir deudas rápidas, comprar mi pasaje en avión y probarme en Santos, un equipo de fútbol de Brasil. Mi intención era pararme afuera con mi balón y decirle al entrenador que me pruebe o de lo contrario ir a Alemania. Realmente, ese era mi sueño”, comenta.
─¿Concretaste tu sueño?
Tuve becas, pero no pude utilizarlas porque entré a Orquesta Inmensidad y esta comenzó a obtener una fanaticada local, de puertorriqueños, panameños, peruanos y los salseros de Miami. Comenzamos a hacer dinero, salieron contratos. Sin embargo llegué a jugar en un equipo de segunda división. Teófilo Cubillas estaba en uno de esos equipos (Fort Lauderdale Strikers). Jugué contra él, jugaba muy bien. Pero como sabía que no podía estar en la misa y en la procesión a la vez, me alejé del fútbol, y no volví a mirar hacia atrás.
"Llegué a jugar en un equipo de segunda división. Teófilo Cubillas estaba en uno de esos equipos (Fort Lauderdale Strikers). Jugué contra él, jugaba muy bien"
─¿Es verdad que también quisiste ser piloto de avión, que pensabas enrolarte en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos?
Así es, pero el día que iba a firmar pasó algo que me hizo cambiar de opinión. Un superior le gritó a otro enfrente de mí, reclamándole algo que no había hecho. El tipo aceptó el regaño sin decir una palabra. Yo le hubiese metido una gritada por hablarme así. Y como no estaba dispuesto a permitir que abusen de mí, dejé el bolígrafo y me fui.
─Luego vino el primer disco, “Inmensidad”, el cual grabaron con la Fania Records. ¿Cómo consiguieron que la Fania apueste por ustedes siendo un grupo que recién empezaba?
Jerry Masucci, presidente de la Fania, al día siguiente de habernos visto en un show, me llamó para decirme que quería contratarme porque le había parecido bueno. Acepté, pero con la condición de que contrate a toda la orquesta. Le expliqué que teníamos un sonido propio, que solo no iba a sonar igual. Luego todos nos fuimos a Nueva York a grabar nuestro primer disco.
"En 'Ya no regreso contigo' se escuchaba mi inocencia, mi inexperiencia con la salsa, bien humilde, como adolorido"
─Un disco que marcó el inicio de la salsa romántica.
Un disco que cambió la industria, porque esta no tenía conocimiento de la salsa romántica. No canté como Ismael Rivera, Ismael Miranda o Cheo Feliciano, sino como un pelado de 18 años. En “Ya no regreso contigo” se escuchaba mi inocencia, mi inexperiencia con la salsa, bien humilde, como adolorido. Y el tema fue una explosión, desplazó a todo el mundo, a Rubén, a Willy Colón..., era algo nuevo y una cara que no tenía nada que ver con el estereotipo salsero. Y “Alegría”, el segundo disco, no hizo más que ratificar este éxito. Obtuvimos disco de Oro y Platino.
─En “Alegría” estaba “Lagrimas”, un tema inspirado en un doloroso hecho familiar.
En la separación de mis padres. Tenía 17 años, cuando ellos comenzaron a discutir, a pelear. Después de vivir tanto tiempo como la familia perfecta, se iban a separar, y yo era el único de cinco hermanos que absorbió ese desmoronamiento del núcleo familiar. Estaba decepcionado, la música me sirvió de escape, de desahogo. Cuando grabé esta canción, estaba seguro que en el acetato quedó esa energía, sabía que esta transmisión de dolor y desencanto la iban a entender perfectamente los que se sentían como yo.
─Cuando comenzaste en la música, ¿fue un reto, un desafío, ser el hermano menor de Rubén Blades, un ícono de la salsa en el mundo?
Cuando comencé, sabes que tu amigo Rubén no me habló por casi dos años.
─¿Por qué?
Nosotros (Orquesta Inmensidad) éramos un grupito, en Miami, pequeño, desconocido, integrado por gente de la cuadra de entre 19 y 24 años. No había un Ray Barretto, un Willie Colón ni un Luis Ramírez. Todos ellos ayudaron a Rubén. A diferencia de él, yo no pedí ayuda de nadie. Cuando mi hermano se enteró que iba a grabar en Nueva York con la Fania, llamó a la casa de mi papá un día antes. Me dijo: “Me acabo de enterar que vas a venir a Nueva York y ojalá que eso no sea verdad porque sino no vas a tener un hermano llamado Rubén”. Luego colgó, nunca me dejó hablar.
─¿Qué hiciste ante esa advertencia?
Llamé a Jerry Masucci para decirle que no viajaría porque Rubén dice que lo estoy traicionando y no quiero problemas. Me respondió que si no iba, la banda tampoco iba. Sentí su respuesta como si me clavaran una daga en el hígado. Al final fui.
─¿Qué pasó luego con tu hermano?
No me habló durante casi dos años. Un día sonó el teléfono, contesté, era él. Me dijo: “He decidido que ya puedes hablar conmigo, ya está todo bien. Cuando vengas a Nueva York llámame para ir a comer”. Y eso hice. El día que fui, lo busqué. Cocinó bistec encebollado, comimos juntos. Después me pidió que le toque lo que estaba haciendo. Cuando escuchó “Lágrimas”, me dijo que ese era el batazo.
─Y no se equivocó.
Para nada. Es un gran músico, me gustaba mucho como tocaba la guitarra. Mi primera guitarra me la regaló él.
─¿Aún la tienes?
Todavía la tengo, está guardada.
─¿Cuál es el sueño más grande que has cumplido?
El que Emilio Estefan me reclute como compositor. Es un genio, tenía un sistema económico increíble con compositores, arreglistas, ingenieros de sonido, productores.... Todo funcionaba en un edificio, habían cinco estudios con varios cuartos de demo, era como un laboratorio. Trabajé con los mejores músicos, obtuve el Grammy a Mejor Álbum de Salsa por “Encore”.
─¿Qué sueño tienes pendiente?
Hay un refrán que siempre pongo en Facebook: “Amo la música, odio el negocio de la música”. Entendí que me gusta estar mucho más detrás del escenario que delante. Toda la vida me esforcé por aprender dónde va la plata, cuánto cuesta un CD, cómo se hace un concierto, dónde va el dinero, cuánto vale el sonido, qué cámara se debe usar.... Siempre he querido saber cómo funciona esto porque no me gusta que me roben. Me gusta ganar, hacer dinero con el arte. “Los Grandes II” es uno de esos grandes proyectos que tengo.
“Los Grandes II”
Roberto Blades llegó a Lima para formar parte de “Los Grandes II”, festival que reunirá a íconos de la salsa nacional e internacional el próximo 15 de abril en el Estadio de San Marcos.
“Hace como 20 años hicimos con gran éxito Los Grandes I con Rubén, Gilberto Santa Rosa, Eva Ayllón y este servidor. Esta nueva entrega traerá de regreso al Perú a Willie Colón, Oscar D’León y Luisito Carrión. También tendremos a Son Tentación, Antonio Cartagena y siempre que vengo me acompañan los peruanos de Orquesta Internacional Sabor. Melcochita abrirá el show con su increíble talento. Es un sonero muy divertido, para mí es un tesoro nacional”, finaliza.
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