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David Carrillo: "No quiero producir más teatro en mi vida" - 3
Enrique Planas

El llamado 'boom' teatral que hasta hace unos años insuflaba optimismo en la industria teatral local se resquebraja. Qué mayor prueba de ello que la imagen actual de la sala del Teatro Larco, completamente vacía, con las luces descolgadas y las butacas vendidas para pagar deudas. Tras la última función de "Orquesta de señoritas", y Giovanni Ciccia, directores de la productora teatral Plan 9, devolvieron las llaves de la sala miraflorina. Con ello, podemos hablar de un triste 'crack' en la producción escénica local.

El 2016 fue un año difícil para todas las salas teatrales, grandes o pequeñas. Más allá de la ilusión de prosperidad que puede crear en el público ver los montajes promocionados en vallas y grandes avisos, lo cierto es que una retracción de público, sumada a una fuerte reducción de los auspicios privados, empieza a sacar del negocio a sus protagonistas más apasionados.

David Carrillo intenta encontrar una explicación. Fue testigo de tiempos de notable bonanza, temporadas a tope en el Británico en el 2007, un éxito que los animó a desarrollar sus proyectos en el teatro de la Biblioteca Nacional. Durante tres años, vieron llena una sala para 500 personas, algo increíble en un distrito como San Borja, invisible entonces para el radar teatral.

En el 2010 se mudaron al Teatro Larco, donde animaron la cartelera a lo largo de seis años, aunque con altibajos en la taquilla. Él lo recuerda: "Personalmente, yo sí sentí un 'boom', que me hizo apostarlo todo al teatro". "Había una esperanza generalizada. Allí tienes a las hermanas Bernasconi o la familia Chiarella construyendo sus teatros", reconoce el director. Pero hoy los tiempos son menos optimistas. En el 2015, Carrillo sufrió un infarto por exceso de trabajo y agobio por las cuentas. Cerradas ya las puertas del Larco, el director experimenta una curiosa sensación que confunde la pena con el alivio.

"Es como cuando se muere alguien querido tras haber estado mucho tiempo internado en una clínica. Y a partir de junio pasado, cuando decidí no renovar el contrato, sentía que el teatro estaba en coma. Y me da pena, pues tengo una historia en ese lugar. Allí llevé mis talleres de formación actoral con Alberto Ísola".

— ¿Más allá de la crisis que enfrenta el teatro local, qué errores propios explican los problemas de Plan 9?
Puedo intuirlos, pero no podíamos hacer otra cosa. Sé que ha habido críticas a nuestras escenografías, por ejemplo, que se veían pobres, decían. Es obvio: ¡No podíamos invertir más! Había que ingeniárselas. Y es cierto, a la gente le gusta sentir en qué se va su plata cuando paga su entrada. Eso funciona desde los inicios de Cattone. El público quiere ver escenografía, luces y decorados. Si haces una obra donde solo hay una cama y una ventana, se sentirá extrañado. Recuerdo cuando hicimos "Extras", una obra en que la escenografía era solo un tapete y había solo dos actores (Giovanni Ciccia y Sergio Galliani). A la salida, una señora me preguntó por qué debía pagar lo mismo por la obra, si en la de la anterior temporada había muchos actores más. ¡No supe qué contestarle! ¿Cómo explicarle que, por ser solo dos, los actores se esfuerzan mucho más para compensar el vacío? Al final, buscábamos proyectos que se pudieran hacer con pocos recursos, mucho juego y escenografías no tan caras. Otra cosa que no quise hacer es una programación con dos años de anticipación para reservar a los actores. A mí me costaba mucho saber qué iba a hacer en dos años, qué historias quería contar y si iba a tener ganas. Pero eso hizo que no siempre pudiera contar con actores de cartel. Todo eso pudo haber sido un descuido. Pero ya empezaba a cansarme por la velocidad que te pide el mercado.

— Un cansancio que se evidenció con tu ataque cardíaco. 
Sí, claro.

— ¿Tu crisis de salud motivó la decisión de terminar el proyecto de Plan 9?
No inmediatamente. Es más, después de mi infarto en setiembre del 2015, retomé las funciones de "Lo que nos faltaba" y cuando se acercaba diciembre, cuando teníamos que renovar el contrato con la sala, Giovanni me dice que estaba cansado, que no quería más. Y le respondí que había un par de proyectos que quería hacer de todas maneras. Uno era “Vanya y Sonia y Masha y Spike”, de Christopher Durang; el otro, la idea de una obra que no llegué a escribir. Así, en vez de descansar, en todo ese año intenté encontrar otra forma de controlar presupuestos, no vivir ahorcado, ensayar a horas decentes, permitirme actuar. El gran problema fue que nos fue muy mal con las empresas de tickets. Estrenamos "Vanya y Sonia y Masha y Spike" y nos fue fatal. ¿Cómo motivas a la gente a persistir, a decir "la función debe continuar" cuando solo tienes 20 personas en la sala? Poco después, Ricky Tosso me cuenta que tenía cáncer. Otra gente cercana a mí también. Sentí entonces que necesitaba hacer "La casa limpia". No nos fue muy bien, y la temporada fue muy larga, pues no tenía ánimo para hacer otra cosa. A mitad de temporada, en junio, decidí no continuar.

"La tiendita del horror", comedia musical llevada a escena en el 2014. La producción bordeó los US$30 mil.

Gisela Ponce de León y Giovanni Ciccia en

Fue una decisión larga...
Creo que también fue una forma de negar que mi infarto tendría consecuencias. Decía que iba a cuidar mi salud y que seguiría haciendo lo mismo de mejor manera. ¡Pero me di cuenta de que no había una mejor manera! Estaba atrapado en un sistema podrido, con condiciones contractuales muy malas con la sala, y muchas deudas contraídas en años anteriores. No había forma de enderezar. Con Giovanni decidimos entonces quemar las naves.

— ¿Cuánto les costaba montar una producción en una sala como el Teatro Larco?
En la Biblioteca Nacional, nuestras producciones no bajaban de los US$30 mil. En el Larco tuvimos que acomodarnos un poco, pues ya no teníamos el mismo presupuesto. Producíamos con US$20 mil, en promedio. "La tiendita del horror" alcanzó los treinta mil porque tenía presupuestos no habituales, como un entrenador musical o la confección de las marionetas. En los últimos tiempos, logramos producir con solo S/15 mil. Paralelo a la desilusión con el supuesto 'boom' teatral, también fuimos perdiendo auspiciadores, algo común con otras salas. Para las empresas, en algún momento el teatro dejó de ser interesante.

— ¿Adónde han ido los auspiciadores?
No lo sé. Creo que a guardarse. He visto más marcas auspiciando cine, pero no podría asegurar que el cine le ha quitado auspicios al teatro. No me atrevería a decirlo. Y a todo eso se suma la disminución del público. El problema de nuestro público es que es muy novelero, y gran parte de la dificultad del teatro es intentar recobrar la novedad.

— Contabas que algunos amigos tuyos te decían que el fin de Plan 9 era la crónica de una muerte anunciada...
Pero también muchas veces  uno da gritos de ayuda, escribe a los amigos para que vengan a ver la obra y no vienen. Y después te dicen: ¡Qué pena lo del Teatro Larco! Pienso que todos lo hemos dejado morir también.

— De tu historia sacamos una triste conclusión: no se puede hacer empresa teatral partiendo de lo que a uno le apasiona. ¿El modelo demanda el público, el márketing?
Eso parecería indicarlo, pero conozco también a la gente que lo hace y que dice que el público es impredecible. ¡Yo no sé cómo funciona!

— ¿Nunca lo has hablado con Cattone? Con tantos años en la pelea, parece tener el secreto...
Lo vi salir muy conmovido de "La casa limpia". Le dije que siempre lo había respetado, pero que ahora siento una gran admiración. A mí, con ocho años y medio produciendo sin parar, ya me dio un infarto. Me siento agotado, desorientado, sin saber qué quiere ver el público. Él es un hombre de 82 años y su constancia y tesón se mantienen.

— ¿Retirado de la producción teatral, cuál es el siguiente paso?
Seguiré dedicándome a la pedagogía teatral en mi taller. Tengo ganas también de escribir reflexiones sobre el teatro. Algún tipo de manual de actor...

— ¿Cómo hacer teatro y sobrevivir en el intento, por ejemplo?
[Ríe]. Tengo una necesidad loca de conversar, de juntarme en casa con dramaturgos, con directores. Siento que mucho rato me he dedicado a hacer. Mis proyectos han sido consecuentes, y han partido de ciertas búsquedas, pero ahora tengo ganas de ser más reflexivo. Algún texto teórico saldrá de ello.

"Lo que nos faltaba", obra escrita y dirigida por David Carrillo, se estrenó en setiembre del 2015. A mitad de temporada, el director y protagonista sufrió un infarto. 

Giovanni Ciccia y David Carrillo eran socios en la productora Plan 9. (Foto: El Comercio)

— ¿Tras el naufragio de la productora, cómo queda la amistad con Giovanni Ciccia?
Puedo decir, con orgullo, que ha quedado intacta. Desde noviembre del 2002 trabajamos juntos en Plan 9. Y a los dos nos golpeó el cansancio, los dos necesitamos hacer otras cosas. Cuando fuimos a hablar con un abogado para ver qué hacer con Plan 9, los dos teníamos la idea de que debía morir. Pero después de la reunión decidimos que lo mejor era dejarlo allí. Tributariamente entrará en descanso, pero no soltaremos el nombre. Quedará aún registrado, por si acaso. Hibernando.

— ¿Y cómo les fue en la separación de bienes?
¡No hay mucho que repartir! [ríe]. Todo lo estamos vendiendo para terminar de pagar las deudas. Nos quedan algunas luces, las butacas se vendieron al teatro auditorio Miraflores. Mi sensación es que nunca más quiero producir en mi vida. Tengo ganas de actuar, sin preocuparme de nada más.

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