Las extrañas muertes (y desapariciones) de millonarios chinos

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A Wang Jiang, chino que dirigía el conglomerado HNA, le gustaba tomar fotografías. Por eso cuando visitó Bonnieux, en el 2018, no dudó en subirse a un muro de quince metros para capturar el bello paisaje del sur de Francia. Pero perdió el equilibro y murió.

Después de un espectacular 2019 en el que el Bona Film Group se convirtió en una de las productoras de cine más importantes de China -con cintas patrióticas como “My People, My Country”-, uno de sus directores se suicidó. En junio de este año, su VP Huang Wei saltó del piso 18 de sus oficinas en Beijín.

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Bai Zhongren tuvo la misma suerte, solo que cinco años antes. El entonces presidente de la China Railway Group saltó por la ventana de su casa y no resistió la caída de cuatro pisos. Según informó el diario “China Business News”, él sufría de depresión y su empresa “afrontaba dificultades financieras”.

Lin Qi, el millonario fabricante de videojuegos y productor de Netflix, murió envenenado los 39 años

Y, recientemente, otro director del mismo sector acaba de morir de forma similar. Se trata de Chen Fenjian, presidente de la China Railway Construction, quien se “habría suicidado saltando de un edificio”.

La pregunta, entonces, se hace evidente: ¿qué sucede con estos empresarios que, en lo que podría ser el cenit de su vida laboral y en medio de contratos millonarios, desaparecen o se suicidan?

El último en llamar la atención es Lin Qi, fabricante de videojuegos y productor de la serie “The Three Body Problem” de Netflix. Este habría sido envenenado con una taza de té, según “The Hollywood Reporter”.

Aunque todavía se maneja la hipótesis de que el autor habría sido un compañero de trabajo, la incógnita sigue presente. ¿Qué está sucediendo?

LOS INDICIOS LLEGAN DESDE EL EXILIO

Hasta el momento, las muertes o desapariciones que se han presentado en la nota son solo eso. Pensar que se trata una operación sistemática del gobierno chino podría sumarse a las tantas teorías de la conspiración que abundan en internet.

La razón: no hay pruebas.

Pero hay varios empresarios chinos que están determinados en reunirlas y acusar al gobierno de China.

Uno de ellos es Guo Wengui, multimillonario chino que es considerado por Beijín como corrupto y, por tanto, es uno de los más buscados por el gobierno.

El año pasado, France 24 conversó con él en su departamento de 70 millones de dólares, ubicado al frente del Central Park, en Nueva York. Allí, el empresario confesó que hizo su fortuna en el mercado inmobiliario, comprando un terreno muy barato cuyo precio luego se disparó a los cielos por los Juegos Olímpicos del 2001.

Cuando las autoridades le pidieron un parte de las ganancias, él se negó y, desde entonces, lo encarcelaron, torturaron, lo intentaron secuestrar y matar. Pero no dio su brazo a torcer.

Cuando tuvo la oportunidad, huyó del país. Aunque vive en la Quinta Avenida, Guo Wengui no escatima en seguridad. No olvida que sus hermanos fueron asesinados y que pesa sobre él una orden de extradición.

En el reportaje se ve cómo, todos los días, el empresario se dirige a la sede de la Rule of Law Foundation, que busca luchar contra los abusos del gobierno comunista chino en contra de los millonarios.

Desde allí, transmite a diario lo que sucede en China, noticias que, por lo general, se ocultan dentro del país asiático.

Guo Wengui está tan convencido de que el gobierno está desapareciendo y matando a los millonarios que financia investigaciones privadas para esclarecer sus muertes.

“Hay cientos, unos 500 millonarios y famosos desaparecidos. El director de la Interpol, desaparecido; la mayor pianista china, Fan Bingbing, desaparecida; Wang Jan, director de Hainan Arilines, también desaparecido. En los últimos tres o cuatro años, un millar de personas importantes se han suicidado porque estaban deprimidas. Es una locura”, afirmó a France 24.

Uno de los casos que Guo Wengui decidió investigar es el de la muerte de Wang Jiang, el hombre que se menciona al inicio de la nota y que se cayó de un muro al intentar tomar fotos.

Él confesó: “He gastado millones en la investigación. Busqué gente, policía, pruebas, testigos. Es imposible que muriera haciendo fotos. Salieron del hotel a las 10:37. Del hotel a la iglesia hay cinco minutos. Montaron en dos coches y subieron. La subida duró 10 minutos, y luego murió en diez minutos. No puede ser. Tenía tres guardaespaldas. Lo acompañaron y lo empujaron”.

Pero jamás se podrá saber la verdad. Esos guardaespaldas volvieron a China.

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