Liu Qian

Ahora que la de ha caído, muchos expertos han ofrecido una variedad de consejos para abordar el problema. Pero todas las propuestas carecen de un componente esencial: una perspectiva crítica sobre el papel del género.

Debido a que la atención se ha centrado en el impacto de los altos costos de la crianza de los hijos sobre la fertilidad, se ha pasado por alto la penalización profesional que sufren las mujeres cuando tienen un hijo. Por ello, las autoridades chinas se beneficiarían enormemente del trabajo de la economista de la Universidad de Harvard , que ganó el Premio Nobel de Economía este año por su investigación que promueve “nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”.

¿Qué sugiere una perspectiva económica crítica de género sobre la caída de la tasa de fertilidad en China? Para empezar, la creciente literatura sobre los resultados de las mujeres en el mercado laboral muestra que tener un hijo puede tener efectos negativos significativos en las perspectivas laborales y salariales futuras.

Esta “pena por paternidad” suele entenderse mejor como una “pena por maternidad”, ya que recae casi exclusivamente sobre las mujeres. Los datos dejan claro que las mujeres con hijos trabajan y ganan menos que las mujeres sin hijos, y algunos economistas sitúan esta penalización en alrededor del 20% de los ingresos.

Tomando esta cifra como punto de referencia, los economistas Yaohui Zhao, Xiaobo Zhang y yo analizamos las pérdidas de ingresos a lo largo de la vida asociadas con el parto en China y descubrimos que suman alrededor de US$78.000. Anteriormente, el Instituto de Investigación Poblacional YuWa examinó los costos de tener hijos en China –desde el aumento de los precios de las fórmulas y los alquileres de las viviendas hasta los gastos relacionados con la educación– y estimó que la factura desde el nacimiento hasta los 18 años asciende a alrededor de US$66.000. Esto es, 6,9 veces el PBI per cápita de China, una proporción mucho más alta que la que se encuentra en Estados Unidos, Francia o Alemania.

Pero esta cifra solo representa los costos directos. Cuando sumamos la penalización por paternidad, el costo total de criar a un niño en China podría alcanzar en promedio los US$144.000 y en centros urbanos como Beijing y Shanghái puede superar los US$300.000.

Y estos son solo los costos monetarios cuantificables. Existen riesgos adicionales, como los que surgen del aumento de las tasas de divorcio y de procesos mal regulados para asignar la custodia de los niños. Cuando Jing Zhang, de la Asociación de Abogados de Beijing, examinó más de 700 casos relacionados con derechos de custodia, descubrió que los niños eran separados por la fuerza u ocultos de sus padres el 13% de las veces.

Dado que la creciente tasa de divorcios en China es un fenómeno nuevo, las leyes dejan mucho que desear. Los casos de padres y madres con derechos de custodia legal pero privados de acceso a sus hijos no son inusuales.

Como en la mayoría de los países, las trabajadoras chinas también soportan una carga injusta y desproporcionada en lo que respecta al cuidado de la familia y las tareas domésticas. Según el Banco Mundial, la participación femenina en la fuerza laboral en China es ahora del 61,1%; sin embargo, las mujeres realizan 2,6 veces más trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres.

No es de extrañar que las mujeres chinas modernas sean reacias a tener hijos. Al igual que las trabajadoras estadounidenses que estudia Goldin, las mujeres chinas de hoy son muy diferentes de sus madres y abuelas. Se trata de una generación que creció con la política de un solo hijo y con la expansión de la matrícula universitaria para las mujeres a partir de 1999. Han tenido oportunidades educativas mucho mejores y se han beneficiado del legado de “reforma y apertura” de China.

Habiendo logrado avances educativos, profesionales y sociales que las generaciones anteriores apenas podrían haber imaginado, muchas mujeres chinas ya no se conforman con el modelo tradicional de matrimonio.

Sin embargo, ahora que la tasa de fertilidad en China sigue siendo baja, existe una renovada presión social sobre las mujeres para que reasuman sus roles anteriores. Los padres instan a sus hijas a casarse y tener hijos, para que no se conviertan en “mujeres sobrantes” (aquellas que siguen solteras después de los 27 años). Pero esta presión no hace más que aumentar la carga y la agitación que soportan muchas aspirantes a trabajadoras.

Ante exigencias abrumadoras, muchas mujeres hacen lo contrario de lo que les dicen. Esto tiene mucho sentido. Mientras estén solteras, no se las puede presionar para que tengan hijos y realicen la abrumadora doble tarea de ser profesionales a tiempo completo y amas de casa.

Esta es la huelga silenciosa de las mujeres chinas modernas. Agotadas por trabajar tanto en la oficina como en el hogar, las mujeres necesitan que los hombres den un paso al frente y compartan más responsabilidades domésticas y de cuidado de los niños, y necesitan mejores marcos políticos y legales para tener en cuenta las desigualdades de género.

Por lo tanto, la solución a la caída de las tasas de fertilidad no puede ser solo de naturaleza material o monetaria. Subvencionar los servicios de guardería es importante, pero también lo es hacer más para garantizar la igualdad de género. Las políticas y los valores sociales de China deben respetar y promover la libertad de elección de hombres y mujeres en el trabajo y en el hogar. Deben reconocer que muchas mujeres anhelan el éxito profesional y deberían celebrar a los hombres que comparten las responsabilidades del hogar y el cuidado de los niños.

China se beneficia de sus poderes extraordinarios para lograr objetivos políticos. Si las autoridades chinas toman medidas adicionales con más perspectivas de género, podrán disfrutar de tasas de fertilidad más sostenibles y saludables, y ayudar a las mujeres a “sostener la mitad del cielo”.


–Glosado y editado–

Project Syndicate, 2023

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Liu Qian es directora general del Economist Group in Greater China. Columna especial de Project Syndicate