
El reciente proyecto de ley que propone prohibir el uso de celulares en los colegios del Perú ha reavivado un debate mandatorio: ¿es la prohibición la solución o debemos apostar por una regulación equilibrada?
Quienes defienden la prohibición argumentan que los celulares son una fuente constante de distracción. Estudios señalan que los estudiantes pueden tardar hasta 20 minutos en recuperar la concentración tras una interrupción digital. Además, el Informe Global de Monitoreo de la Educación de la Unesco indica que 79 sistemas educativos han implementado prohibiciones totales o parciales para reducir estos efectos negativos. Sin embargo, prohibir el uso de celulares en los colegios podría ser una solución simplista que no atiende a la realidad tecnológica actual ni a sus múltiples beneficios. Además del enorme potencial, como herramienta pedagógica, en el ámbito educativo, los celulares cumplen un rol esencial en la comunicación y la seguridad. Son fundamentales para que padres e hijos puedan contactarse en emergencias y también coordinar acciones rápidas en situaciones de riesgo.
Un ejemplo ilustrativo es el de Finlandia, país miembro de la OCDE, que ha apostado por integrar dispositivos móviles en el aula de manera controlada y pedagógica. En Finlandia, los celulares se utilizan para acceder a recursos digitales, fomentar el aprendizaje colaborativo y desarrollar habilidades tecnológicas, demostrando que la tecnología puede potenciar tanto el proceso educativo como la seguridad y la conectividad en situaciones críticas.
Regular el uso de los celulares en clase, estableciendo normas claras y capacitando a los docentes en estrategias pedagógicas que integren la tecnología, permitirá aprovechar sus beneficios sin descuidar la concentración y el bienestar de los estudiantes. Más que prohibir, debemos formar ciudadanos digitales responsables, capaces de discernir y actuar éticamente en el entorno tecnológico.
La educación no puede dar la espalda a la era digital. Debemos promover valores como el respeto, la responsabilidad y el pensamiento crítico en el uso de la tecnología. La solución no está en apagar los celulares, sino en encender la conciencia de cómo usarlos correctamente, fortaleciendo así los valores ciudadanos digitales para un futuro más seguro e integrado.
Los profesores que tienen dificultades para centrar la atención de los alumnos en clase optan por eliminar distractores visibles como los celulares. Sin embargo, la pregunta clave es cuánto se gana realmente en concentración y aprendizaje al prohibirlos. Las evidencias que respaldan esta medida son muy endebles, porque muchas estrategias pedagógicas no conectan con las motivaciones de los alumnos. Falta esa “provocación inicial” que ellos encuentran en los videojuegos, películas, noticias o ‘influencers’ que consumen a diario. Ese es su mundo.
Si la preocupación es bloquear el uso de la tecnología, la restricción de celulares será constantemente burlada mediante relojes, gafas, audífonos, lapiceros o cinturones inteligentes. Además, muchas laptops y tabletas autorizadas cumplen funciones similares.
Podría tener sentido restringir el uso en aula de los celulares si el colegio ofreciera acceso suficiente a Internet y equipos digitales propios para investigar, rendir pruebas o registrar trabajos. Se necesitarían cámaras, tabletas o laptops para grabar y documentar el aprendizaje. La realidad es que muchos colegios en el Perú no tienen esas facilidades, por lo que el celular termina supliendo muchas carencias de infraestructura.
Yo pienso que los alumnos actuales necesitan algo más que el formato tradicional de lápiz, papel y pizarra. En vez de restringir el uso de tecnología, deberíamos integrarla con sentido educativo. No se trata solo de prohibir, sino de enseñar a los jóvenes a distinguir cuándo la tecnología es una distracción, y cuándo, una herramienta útil.
Una práctica más equilibrada sería permitir el uso de celulares o tabletas cuando el profesor lo autorice (al igual que con las laptops). Fuera de esos momentos, los dispositivos deberían entregarse al tutor al inicio del día y ser devueltos al final. Junto con ello, los profesores deberían redoblar esfuerzos para diseñar sus clases de modo que los primeros cinco minutos sean muy provocadores y conectados con los intereses reales de sus alumnos, que sirva de soporte al guion de toda la clase.

:quality(75)/author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/elcomercio/8a3dd67a-0458-4673-afbe-0e3dc4c0da03.png)
:quality(75)/author-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub/elcomercio/bfa6b2c6-6978-4333-92c7-31a0ac12efa1.png)









