
Ni bien censurado Juan José Santiváñez, se empezó a especular si Dina Boluarte pondría a uno que diera la talla para el cargo. Errada especulación, porque era dificilísimo que alguien con conocimiento de causa aceptase lidiar con ese leño ardiente; peor aún, viniendo el pedido de alguien de la talla de la actual presidenta.
Ella, pues, tenía que buscar entre casa y el elegido fue Julio Díaz Zulueta. Un ministro que arranca con la pesada mochila de haber sido viceministro del expectorado. Es verdad que la relación entre ambos no era la mejor y que, si el nuevo ministro no fue botado por el saliente, se debió a que tenía el apoyo de César Acuña, el mejor aliado del gobierno, quien a cambio coloca a su gente en el Ejecutivo. Pero, también, el nuevo ministro trae sus propios anticuerpos por sus vericuetos políticos y denuncias.
Hasta ahora no da cara a la prensa, pero eso no puede durar mucho. Le preguntarán, sin duda, sobre la eficacia de los estados de emergencia, sobre si ratifica la iniciativa del presidente del Consejo de Ministros de reclutar a la fuerza a jóvenes para que sean conscriptos de las Fuerzas Armadas y, novísima barbaridad, también de la PNP. Lo inquirirán sobre si perseverarán con la pena de muerte la que, aun si sirviera para algo, demoraría no pocos años en aplicarse.
¿Tendrá el coraje de reconocer que todo lo anterior sirvió de poco o nada? De advertir que no se puede aspirar a tener resultados medianamente importantes, si no se asignan recursos extraordinarios, acordes con la magnitud de la emergencia; que con ellos se deben hacer cambios sustantivos para contar con más y mejores policías; que hay que crear mecanismos de gestión excepcionales para que la infraestructura, los vehículos, la tecnología, los penales de alta seguridad y varios etcéteras, se implementen, no para las calendas griegas, sino en plazos perentorios pero acompañados con un control externo riguroso, que asegure que los dineros no se queden en los bolsillos de algunos pillos o se gasten en asuntos que no están en el corazón del problema.
Si nos guiamos por la actitud de los ministros de Dina Boluarte, que con pocas excepciones no lo habrían sido en otro Gobierno y que viendo en este la oportunidad de sus vidas aceptan de todo, cabe preguntarse: ¿se atreverá el flamante ministro a decir que no se puede seguir así y que hay que tener una estrategia de a verdad?
En otras palabras, la única posibilidad que tiene Díaz Zulueta de no ser salir chamuscado y con nuevas investigaciones penales es apostar en serio a trabajar –y, ojo a esto, a dedicación exclusiva– en la seguridad de la gente que ya sufre en demasía y está harta de que la mesan. Hacerlo, dejando en claro que su fidelidad es con ellos y que, si eso choca con sus jefes, como muy probablemente sucederá, usaría su única arma, a saber, la carta de renuncia, exigiendo que lo dejen trabajar. Ojalá le sirva la lección que le dejan decenas de sus colegas que se fueron antes durante este gobierno, aquellos que no se atrevieron a usar su único cartucho e igual les dieron forata con una patada en donde más duele.
Coda: de una torpeza sin nombre que la fiscal de la Nación haya decidido, a sola demanda de dos individuos para ilegalizar Fuerza Popular y País para Todos, “iniciar diligencias formales para establecer si tienen asidero constitucional”. Por supuesto que la respuesta tiene que ser un rotundo no, pero ya le dieron en la yema del gusto a quienes quieren intervenir a la mala el Ministerio Público.

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