Todos en algún momento de la vida hemos intentado responder una pregunta sin saber la respuesta correcta, hemos optado por embadurnar nuestro desconocimiento a través de una serie de palabras para que no parezca que no tenemos idea de qué decir. En cristiano, todos en algún momento de la vida hemos recurrido a aquello que el peruano de a pie conoce bien como “florear”.
Este lunes por la tarde, se produjo una “floreada” memorable por parte del director técnico de la selección peruana de fútbol, Jorge Fossati, que se tomó 40 minutos en responder la primera pregunta que le realizaron en conferencia de prensa. Cinco minutos faltaban para que el árbitro pite el medio tiempo y mande a todos los colegas al descanso pues intentar seguir la ilación del entrenador uruguayo no era una tarea fácil.
En todo ese tiempo, sin embargo, el seleccionador no terminó diciendo nada importante: no aclaró si seguirá convocando a Christian Cueva, no sentó posición sobre la situación del veterano capitán Paolo Guerrero, no explicó por qué el combinado nacional no anotó un solo gol en la Copa América 2024 y lo único que dijo es que vio que el equipo mejoró.
El peruano no es ajeno a esta habilidad para hablar sin decir nada. Basta con recordar el mensaje a la nación que la presidenta Dina Boluarte brindó el 28 de julio del año pasado. En lo que duró su alocución uno pudo haber visto un clásico como “El Padrino” y aún así hubieran quedado minutos de sobra de un discurso que ya nadie recuerda más allá de su duración.
En ocasiones, el ‘floro’ traiciona a políticos que a veces parece que no terminaron de entender qué es lo que quisieron decir. Esto es lo que ocurrió con la historia del pollo que, hasta el momento, nadie sabe si estaba vivo o estaba muerto y la única certeza que se tiene de aquella historia es que el expresidente que la contó hoy está preso por golpista.
A veces el ‘floro’ también da calma. Durante la pandemia, ante la incertidumbre que significaba la proliferación del COVID-19, miles de familias se acomodaban al medio día alrededor de su TV para escuchar al entonces presidente Martín Vizcarra dar su balance situacional de manera simple, aunque a la larga no terminaba diciendo casi nada nuevo: era básicamente harto ‘floro’. Mucho de aquel ‘floro’ fueron promesas no cumplidas, cuarentenas que durarían menos de lo que duraron, vacunas que presuntamente ya estaban por comprarse, amenazas a clínicas privadas y mentiras (o vacunaciones) que el tiempo ha sacado a la luz.
Distinta suerte tuvo, en su momento, Francisco Sagasti, que –si bien su primer mensaje a la nación fue recibido positivamente por la población, con cita de César Vallejo incluida– al iniciar su primera conferencia de prensa abusó de un lenguaje academicista que pocos entendieron: parecía la introducción de un artículo científico. Y, lejos de aclarar términos, confundió más a la población. Desde ahí optó por delegar la comunicación a sus ministros. El ‘floro’ coloquial no era lo suyo.
También hay ‘floros’ que nadie se termina de creer. Un ejemplo notable ocurrió en una breve, pero recordada entrevista telefónica que tuvo el hoy detenido expresidente Alejandro Toledo con el colega Sebastián Ortiz para este Diario en la que con su característica voz negó ser él mismo.
Sin embargo, si del arte de hablar sin decir nada hablamos es ineludible recordar al expresidente Alan García. Es indiscutible que el exmandatario fue un notable orador, pero no se salvó de recurrir al ‘floro’ incoherente. Durante su primer gobierno dijo en un discurso “a nosotros lo que nos interesa es hacer la obra, terminarla, ponerla al servicio y recuperar el tiempo perdido, para que no se siga perdiendo el tiempo que antes se perdió” y recibió aplausos por parte de asistentes que parecían no terminar de entender lo que quiso decir.
Hablar sin decir nada propiamente puede parecer una estrategia vacía, pero llenar el silencio adecuadamente puede ser beneficioso si se utiliza bien. El ‘floro’ puede ser positivo para un político que quiera salir del apuro si no se enreda en este y lo usa para cambiar el foco de atención. No obstante, mal utilizado solo expone más a quien, de manera evidente, busca evitar aclarar aquello por lo que lo cuestionan.
Este 28 de julio, esperemos que la presidenta Boluarte pueda comunicar ideas claras y no supere en duración a algún otro clásico que, casi con seguridad, será más entretenido que el ‘floro’ que expondrá en su alocución.