¡Quiero un humano! Es una de las frases más recurrentes en la conversación en redes sociales. ¿Esto significa que hay rechazo a los bots y a las soluciones desarrolladas con inteligencia artificial (IA)? No necesariamente, pues casi la mitad de los peruanos afirma que las nuevas tecnologías ayudan a organizar mejor la vida diaria. De hecho, adoptamos IA en muchas actividades y algunas veces no nos damos ni cuenta, como cuando Netflix, YouTube o Spotify nos recomiendan contenido basado en nuestro comportamiento pasado. Pero, aunque la IA no es nueva, trae novedades permanentemente y las empresas no evolucionan con la misma rapidez.
Recientemente, la Unión Europea ha dado un paso significativo con la propuesta de una ley integral sobre IA, marcando un hito en el camino hacia la regulación de esta innovación disruptiva. La ley europea sobre IA, en su esencia, busca equilibrar la promoción del desarrollo tecnológico con la protección de los derechos y valores fundamentales, en función del riesgo que implica, y exige transparencia en su uso.
Los usos de la IA se expanden a través de múltiples sectores, desde la medicina hasta la fabricación, desde la educación hasta la movilidad urbana. Los beneficios de la IA son innegables. A través de la automatización de tareas repetitivas, aumenta la productividad y libera a los seres humanos para actividades de mayor valor añadido. Facilita la toma de decisiones informadas mediante el análisis de grandes conjuntos de datos, lo que conduce a una mayor eficiencia y precisión en una variedad de campos. Además, promueve la innovación al ofrecer nuevas soluciones a problemas complejos, y fomenta la creatividad en el diseño y la implementación de tecnologías avanzadas.
Sin embargo, estas oportunidades no son siempre apreciadas. En el 2018, un tercio de los peruanos se sentían amenazados y temían perder su empleo producto de la automatización y la inteligencia artificial; una cifra que ha seguido creciendo y que coloca al Perú por encima del promedio mundial. La razón: el bajo nivel educativo y de capacitación que hay en nuestro país.
Es cierto que algunas tareas serán desarrolladas por la IA, pero esta es solo el medio; necesita supervisión humana. La ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas son importantes, pero pueden ser sustituidas. En cambio, hay características humanas que son irreemplazables como la empatía, la creatividad, el juicio, la ética, la imaginación, la visión y la esperanza. La complejidad del pensamiento humano, su capacidad para la empatía, la creatividad y el juicio moral trascienden las capacidades de cualquier algoritmo. Si bien la IA puede realizar tareas específicas de manera eficiente y precisa, carece del entendimiento holístico y la sensibilidad contextual que caracterizan a la inteligencia humana.
Recordemos que el cerebro humano aprende con mayor rapidez. Por ejemplo, luego de ver tres imágenes de una silla, una persona ya está en capacidad de reconocer una, mientras que la IA necesita de 10.000 imágenes para ser entrenada. Asimismo, la IA cumple, ejecuta indicaciones y no toma riegos. Por ello, es indispensable el pensamiento crítico, la curiosidad y la creatividad, pues son personas las que diseñan, desarrollan y entrenan el modelo.
Es necesario ser cautelosos con la data y garantizar su seguridad en todo momento. Esto implica una revisión constante de los algoritmos utilizados y de las fuentes de datos para evitar sesgos y decisiones injustas. Además, es importante evitar tener confianza ciega en los modelos de IA y en su capacidad para resolver todos los problemas. Sin embargo, no debemos dejar de jugar con estas herramientas, explorando sus límites y posibilidades para crear valor de manera innovadora y responsable.