La vida de Miguel Grau Seminario estuvo desde muy temprano marcada por el mar y la tragedia. Antes de cumplir nueve años, cuentan sus biógrafos, se embarcó en una nave mercante que naufragó frente a la isla Gorgona, en Colombia, una experiencia que sin duda habría hecho alejarse a muchos del océano, pero que no alcanzó a mellar su espíritu. Poco después, volvió a embarcarse en otras naves hasta que finalmente, en 1854 y con 20 años, ingresó a la Marina de Guerra.
Escaló posiciones en esa institución llegando a desempeñarse en el más alto cargo como comandante general en 1877. Tenía solo 43 años. El 10 de julio del año siguiente manifestó que debía abandonar el cargo, pues debía incorporarse al Congreso como representante de la provincia de Paita. Pero tuvo que interrumpir su incursión en la vida política al estallar la Guerra con Chile en 1879. Como sabemos, Grau murió un día como hoy de aquel año frente a la punta Angamos, cuando un proyectil del buque chileno Cochrane alcanzó la torre de mando del monitor Huáscar.
Grau conocía de antemano que muy posiblemente moriría en la guerra y, aun así, enfrentó su destino con valentía y honor, rasgos que constituyen el verdadero heroísmo. Como comandante general de la Marina, había redactado un demoledor informe que presentó al ministro de Guerra sobre el calamitoso estado de la Armada Peruana de cara a una conflagración. Resulta difícil, por ello, no conmoverse con el final de su vida y el ejemplo que constituye para los peruanos. Su entrega se echa de menos en momentos en los que el Perú carece de líderes, cuando la mayoría de los congresistas que tienen frente a ellos un escaño develado en su honor actúan pensando en intereses propios, y cuando en el Ejecutivo que hoy seguramente le rendirá tributo se comportan de una manera que Grau con seguridad reprobaría.
Porque Grau, después de todo, no fue solo un ejemplo de marino y de político, también de padre de familia, de amigo, de ciudadano y de muchas cosas más. No es casualidad, por ello, que los peruanos suelan ubicarlo a la cabeza de los connacionales que más admiran en todas las encuestas, ni que hoy medios como este Diario le dediquen páginas especiales para conmemorarlo y difundir su legado.
Grau es un ejemplo de entrega y de amor por el país, un ciudadano con un sentido del deber inmarcesible, un líder que hoy nos hace tanta falta. Quien nos enseñó, en fin, todo aquello que los peruanos también podemos ser.