Nicolás Maduro está cometiendo uno que otro traspié al intentar gobernar su país; seguir los excelsos pasos de Hugo Chávez, después de todo, es bastante presión. En lo que parece ser un mar de estrés en la lucha por entender la compleja ciencia de la macroeconomía (y uno que otro psicotrópico que explique la cuestión del pajarito) parece, sin embargo, haber encontrado un nicho: la lucha por el bienestar internacional.
Ya lo veíamos las últimas semanas, empeñoso en luchar por cumplir uno de los deseos de Hugo Chávez y lograr que Venezuela ocupe un sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU, candidatura para la que ha conseguido ya el apoyo unánime de la región. ¿Se imaginan lo mesiánica que sería la imagen de María Gabriela Chávez, la pequeña del comandante y representante alterna ante la ONU, usar el micrófono para luchar por la paz internacional? Y ya lo veíamos también estos días anunciar –en un aviso gigante en “The New York Times”– su deseo de “refundar la ONU” y donar US$5 millones para la lucha contra el ébola, lo que ha evidenciado que, si se trata del bienestar de los pobladores del mundo, es capaz de dejar de lado sus pequeñas rivalidades con el capitalismo y la prensa.
Ahí lo tienen, señores. Nicolás Maduro, el próximo Gandhi.