En la actualidad, uno de los principales problemas que azotan nuestro país es la inseguridad a todo nivel, pues en estos tiempos la delincuencia y el crimen organizado ya no distinguen estatus sociales, pues se puede apreciar desde un robo de una cartera o un celular en un barrio o distrito de clase media o baja hasta el robo organizado y planificado de una familia y/o algún empresario acomodado.

Esta enfermedad social que aqueja a nuestro país se ve reflejado en un déficit de toma de decisiones por parte del Estado, pues las acciones que emergen y ejecutan son meramente provisionales para saciar el clamor de la población, mas no se toman en cuenta las opiniones e informes jurídicos de expertos en política criminal y criminólogos. Estos, con un estudio de años en la ciencia criminal, intentan combatir la delincuencia y la criminalidad desde sus podios, pero que no son escuchados por el Ejecutivo ni el Legislativo.

Como estudiante de la carrera de Derecho y servidor público he tenido la oportunidad de avizorar un panorama distinto en cada lugar, pues en la universidad se plantean posibles soluciones al conflicto criminal con teorías criminológicas y, por otro lado, en la práctica estatal se avizora un ente aún insuficiente, ya que aún no existen facultades de criminología.

Por ello, haber tenido esa oportunidad de ver estos panoramas distintos ha despertado mi interés en cierto modo por la solución al conflicto criminal que vive actualmente nuestro país, de manera que la presente columna es una reflexión y crítica constructiva hacia el Estado, que debe tomar decisiones integrales respecto de las políticas criminales que se están tomando. Esto es así, pues no basta utilizar solo al Derecho Penal como arma de castigo contra los criminales, sino recurrir a esta rama del derecho de una manera adecuada no inflamándola cada vez que se requiera solucionar un problema que se presente.

Finalmente, como conclusión, cito una reflexión señalada por uno de los maestros en la criminología del país: estamos comiendo una manzana podrida que nos hace daño y, hasta que no se cure este mal, no se solucionará nuestro problema de inseguridad que viene trayendo consecuencias negativas a nuestra sociedad.

William Miguel Huertas Salas es estudiante de Derecho de la USMP