Están por cumplirse 40 días desde que el directorio de Petro-Perú que presidía Oliver Stark le tiró los trastos por la cabeza al Gobierno, y seguimos en el limbo. Cuando ese episodio se produjo, además, el pasmo de la señora Boluarte y los ministros José Arista (Economía y Finanzas) y Rómulo Mucho (Energía y Minas) frente a lo que debía hacerse con la empresa estatal ya tenía su tiempo. Casi cuatro meses, en efecto, habían transcurrido desde que, en un pronunciamiento público, ese directorio le había planteado al Ejecutivo los ajustes que consideraba necesarios en el manejo de la petrolera. La idea era recortar gastos, vender activos y dejar su administración en manos privadas, entre otras cosas. Pero en el Gobierno se cogieron la barbilla, entornaron pensativamente los ojos y no decidieron cosa alguna. ¡Cuatro lunas llenas se sucedieron sobre la Plaza de Armas sin que hubiese respuesta oficial al respecto! Previsiblemente, entonces, el directorio publicó un segundo pronunciamiento, esta vez con entrelínea de ultimátum. Y en las alturas del poder se ofendieron. Astutos como son, iniciaron en venganza un doble juego: mientras en Palacio celebraban reuniones con personajes que habrían supuesto la reinstalación del déficit como doctrina en el directorio y la gerencia de Petro-Perú, a los insumisos que les habían encarado su inacción intentaron tontearlos con la promesa de que su decreto de urgencia salía “mañana mismo”. Pero el mañana nunca llegó y Stark y su equipo acabaron por hartarse: enrollaron su carta de renuncia y se la enviaron a quien correspondiese. La presidente Boluarte, entre tanto, optó por responder con distinción. “Tendremos que poner funcionarios que amen a la patria”, proclamó (al tiempo de disponer un nuevo salvataje para la gravosa empresa que supera los US$2.692 millones)... Y luego, dos lunas llenas más se posaron sobre la Casa de Pizarro sin que los patriotas aparecieran.
–Mucho Escorpio–
Así, después de haber anunciado en reiteradas ocasiones que el nuevo directorio estaba por salir caliente (“entre hoy o mañana sale de todas maneras”, aseveró ruidosamente el ministro Mucho hace cinco días), le tocó al premier Gustavo Adrianzén reconocer que no tenían nueces. “Yo, la verdad, me siento un poco incómodo siquiera de dar una fecha”, murmuró esta semana ante la prensa. Y después añadió que no es que no quieran designar al directorio en cuestión, sino que “es bastante complicado encontrar a las personas indicadas”. Y, claro, hay que entenderlos. En esta ocasión, por una vez, quieren hacer las cosas en serio y no limitarse a revisar el currículum de los candidatos. Esta vez, al parecer, están auscultando hasta las cartas astrales de los aspirantes. Y, por el momento, se han topado con mucho Escorpio y mucho Aries: signos cuyos nativos, como se sabe, son conflictivos por naturaleza. Los astros, se diría, conspiran contra la designación de los nuevos miembros del directorio.
Pero, por esfuerzo, nuestras autoridades no se quedan. Según ciertas versiones, incluso la supuesta “captura” de Iván Quispe Palomino nada tendría que ver con la emergencia declarada en San Juan de Lurigancho o el afán del Gobierno por combatir la criminalidad. Tendría que ver, más bien, con la alta determinación de forzar a un fulano en apuros a aceptar su incorporación al mentado directorio. Un eventual esfuerzo que, hay que decir, no daría la impresión de estar encaminado al éxito. Mientras tanto, el tiempo sigue transcurriendo. Y el tiempo, al decir de los anglosajones, es dinero (de los contribuyentes, en este caso)... Pero la culpa, que quede claro, es de las estrellas. ¡Qué sería del Gobierno sin ellas!