Avasallar, obstruir y desatar las agresiones más duras configuran una conducta y un desempeño que lleva al enfrentamiento institucional del que Fuerza Popular le puede ser difícil salir y menos ganar. (Foto: Lino Chipana/El Comercio)
Avasallar, obstruir y desatar las agresiones más duras configuran una conducta y un desempeño que lleva al enfrentamiento institucional del que Fuerza Popular le puede ser difícil salir y menos ganar. (Foto: Lino Chipana/El Comercio)

El inusitado poder que ostenta (FP) con su mayoría absoluta en el la obliga a usarlo. No hay poder que se guarde, ahorre o se deje de usar. El poder se ejerce y así lo está haciendo el fujimorismo con especial esmero. Entre ejercer y frenar su poder, lo primero se está manifestando de manera cruda y dura.

Luego del voto de confianza del Gabinete Aráoz, la distensión, que se presumía más extendida, ha durado poco. Varios hechos han logrado colocar las relaciones del Congreso con el Ejecutivo y otras instituciones en un momento de alerta máxima.

Más allá de los serios errores, falta de norte y liderazgo claro y decidido del presidente Pedro Pablo Kuczynski, él y sus ministros han recibido, de parte de la mayoría del Congreso, amenaza y desplante.

La presión para que PPK acuda a la Comisión Lava Jato y no solo responda por escrito se ha convertido en una acusación en forma, pues ya la Comisión de Constitución se ha pronunciado en el sentido de que el presidente está obligado a asistir, así como ha anunciado que pedirá al Poder Judicial que se le levante el secreto bancario y que, una vez terminado su mandato, se procederá a una acusación constitucional. Más allá del procedimiento, la forma como se lo requiere ha pasado de cortés a amenazante. Si a ello se agregan no recibir a la primera ministra Mercedes Aráoz, en relación con las facultades legislativas que ha solicitado el Gobierno, y la denuncia constitucional contra el ministro Carlos Basombrío, debido a la destitución de un grupo de generales, se coloca al gobierno contra las cuerdas.

Si eso no es suficiente, pende sobre la cabeza de cuatro magistrados del Tribunal Constitucional (TC) la destitución con tufo de los noventa, estando a la espera del pronunciamiento de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. Si esto prospera, sería catastrófico para la autonomía de los órganos constitucionalmente autónomos. Si FP ya tenía un miembro en el TC al que se agregó el último nombrado, cuatro vacantes más le permitirían tener el control total, que se prolongaría más allá del mandato de este Congreso. Y para terminar una semana pródiga en descontrol político, la bancada de Fuerza Popular ha hecho suya la denuncia constitucional contra el fiscal de la Nación.

Todos estos actos envueltos en el mensaje de la lucha contra la corrupción, tema en el que el fujimorismo debiera tener especial cuidado, no solo por su pasado, sino porque su ex secretario general está envuelto en investigaciones y porque la propia lideresa corre la misma suerte. Situación que se empeora cuando el ataque a las autoridades se ha vuelto extremadamente agresiva, como el tuit del congresista Becerril que, amparándose en su inmunidad, le dice al fiscal de la Nación: “Tu subconsciente te gana y niegas lo evidente, claro que tienes miedo porque te sabes corrupto”.

Avasallar, obstruir y desatar las agresiones más duras configuran una conducta y un desempeño que lleva al enfrentamiento institucional del que Fuerza Popular le puede ser difícil salir y menos ganar. Porque ganar votos se puede, pero generar confianza y más tarde gobierno puede ser un horizonte cada vez más lejano.

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