Fernando Vivas

La cita era en Iquitos pero un rayo le cayó al avión que debía llevarnos. Se canceló el vuelo y los ppkausas charapas tuvieron que cambiar sus planes. Nosotros también. Debemos darle el encuentro en su casa de San Isidro. Nancy Lange, su esposa y prima segunda de la célebre Jessica – nos confirma la trivia–, abre la puerta. El candidato desprecia los sofás y se sienta en un banco sin respaldar. En ningún momento encorva la espalda. PPK es una simpática mezcla de relajo y rigidez de posturas. Así habla de economía, como si fuera una ciencia exacta con un margen de error de más o menos dos puntos de crecimiento. O de debacle. Defiende propuestas como la rebaja del IGV, con tanto énfasis, que puede resultar terco, pero jamás necio. Preferimos llevarlo al terreno de la política, donde la campaña exige gestos audaces sin perder el humor, como retratarse en la pose del ‘cangrejito’, a lo Julio Guzmán.

¿Cómo va a persuadir al electorado de Guzmán? Tanto él como Barnechea dicen frases seductoras como “el modelo no funciona” o “el modelo ya fue”. No se las oigo a usted, ¿o tiene otras formas de decirlo?
No, yo creo que en el Perú, el esquema económico ha funcionado. Hemos tenido 15 años de crecimiento extraordinario, recuperando pérdidas del gobierno militar y de la década del 80. Ahora, sí creo que es un esquema injusto porque, a pesar de todo este progreso, hay 10 millones de personas que no tienen agua, en las zonas apartadas hay altísima mortalidad infantil, desnutrición, problemas graves en la educación.

Esas cifras de espanto están en el diagnóstico de su plan de gobierno, pero no les pone mucho énfasis en su discurso.
Yo siempre hablo de eso; lo que pasa es que la economía se ha frenado y es más complicado conseguir recursos. Por eso propongo un cambio tributario importante para las pequeñas empresas.

Una de sus propuestas más polémicas es bajar el IGV gradualmente de 18% a 15%. ¿Si luego de bajar un punto, los resultados no son los esperados, continúa bajando los otros puntos?
Hay que ser pragmático, pero estoy absolutamente convencido de que funciona. Estos son mis precedentes: el impuesto a las exportaciones en el 80 era 21%, me lo volé. Al año siguiente, las exportaciones crecieron 25%. El impuesto de 5% a la planilla, llamado de solidaridad, me lo volé. Al año siguiente, la planilla había crecido más del 5%. Tercero, el selectivo a la cerveza lo bajé a la mitad. Al año siguiente, recaudamos lo mismo. Cuarto, el impuesto al pisco lo cambié a S/1,50 por litro y surgió la industria del pisco.

En todos esos casos pudo haber otros factores que coincidieron con la medida.
No en los cuatro. Yo estoy absolutamente seguro de que va a funcionar. Ahora, simplemente bajar el IGV solito sin hacer nada más reduce los recursos. Eso tiene que ser parte de un plan de ayuda a las pequeñas empresas que generan el 70% de empleo. Si tenemos un plan para ellas de ayuda crediticia, seguro al desempleo e Impuesto a la Renta llevadero, vamos a recaudar más. Estamos recaudando solo 15% del producto.

Extraño juego de cifras, bajar el IGV de 18% a 15% para que la recaudación que está en 15% suba, ¿a 18%?
Según Alfredo Thorne, la podemos subir a 18% o 19% gracias a estas recaudaciones.

Porque su plan necesita bastante recaudación para educación, seguridad, ¿no?
Esa mayor recaudación que tendremos al cabo de tres años se distribuye así: 1 punto más en educación, 1 punto más en salud y 1 punto en seguridad.

¿Y las grandes obras de infraestructura, la autopista costera, las líneas del metro?
El 5% del producto para infraestructura se va a mantener y de repente lo subimos a 6%. Las líneas del metro, costosísimas, se tendrán que financiar con capital privado y al Estado le corresponderá un subsidio.

¿Aumentaría el endeudamiento, tocaría el Fondo de Estabilización Fiscal? ¿Le tiene miedo a eso?
Para nada le tengo miedo. La deuda pública neta es 0. Para un país en pleno desarrollo tenemos buenas reservas. Hay que tocar algo del fondo y endeudarse algo. Perdemos 46% del agua. Si bajamos a 20% esa pérdida, va a generar tremendo aumento de recaudación en esas empresas.

Para peruanos que nos duchamos con el chorro abierto o, como usted, que tiene piscina, ¿esas brechas sublevan?
Hay 10 millones que no tienen agua potable todo el día. Me subleva eso y me subleva que la salud pública no está bien distribuida. En la Amazonía, fuera de Iquitos y Pucallpa, la mortalidad infantil es de 80 por mil nacidos vivos. Peor que en la India. 

¿En su afán de ser presidente quiere reparar algo que no supo o no pudo hacer siendo ministro, primer ministro?
No, aquí hay una gran diferencia. Cuando entré al gobierno de Toledo como ministro de Economía, la deuda era 54% del producto. Hoy es casi nada.

¿Cuando fue joven no tuvo impulsos antisistema, radicales?
Claro, yo miraba a Fidel, quien pasó por Princeton, con gran interés. Pero, cuando trabajé en el Cusco y colgaron al capataz del fundo donde yo trabajaba de contador, se me quitaron las ganas de ser tan radical.

¿No lo sedujeron mitos como el del Che Guevara? ¿Su padre lo conoció?
No, estuvo en el leprosorio de San Pablo mucho antes de que el Che pasara por allí. Pero mi papá sí simpatizaba con la China comunista y después de que salió de la cárcel de Odría, estaba pensando en irnos a China. Pero mi mamá que tenía los pies en la tierra dijo “de ninguna manera”.

Por el lado de su madre, es primo de Jean-Luc Godard, quien sí fue un sofisticado comunista.
Es una mezcla de libertario y anarquista. Uno siempre es rebelde, ¿no?

¿Se ha sentido ortodoxo?
En finanzas siempre he sido conservador, escribí un libro sobre el tema [“Democracia bajo presión económica”]. He visto a países malograr su posibilidad de crecer por endeudarse en cosas tontas. No soy conservador cuando veo que una maestra gana S/1.400, menos del producto por habitante. Cuando era ministro de Economía tuve viceministros que creían que yo era mano abierta con enfermeras y profesores, y me renunciaron [no da nombres, pero en ese entonces renunciaron Luis Carranza y Patricia Teullet].

Ortodoxo en finanzas y heterodoxo en gasto, según su propia definición.
Sí. En el Perú si no invertimos en mejorar los servicios sociales, nos vamos al abismo.

Se lo asocia mucho al empresariado, y muchos electores sienten que no va a representar sus intereses salariales.
Les digo a los que dicen eso, que miren mi carrera. Siempre he sido independiente. Nunca he trabajado para una empresa en el Perú. Soy bien objetivo. A mis 77 años he recorrido el Perú de cabo a rabo, más que otra gente. No soy un empresario limeño ni nada por el estilo. Me he cuidado en los directorios que he tenido, que sean fuera del Perú.

Tiene un activo que no tenía en la campaña pasada. Un partido del que habla poco y cuyas bases son de todas las sangres.
Están presentes. En San Isidro no se oye hablar del partido, pero en Yurimaguas, Juliaca, Huancavelica, están presentes. El partido se llamaba Perú+, los focus y los asesores dijeron que había que ponerle Peruanos por el Kambio. Yo dije que el nombre era muy personalista, pero quedó.

Hay una década perdida para sus afanes presidenciales, la década del 90.
No me gustaba el gobierno autoritario de Fujimori, me mantuve apartado. Regresé cada vez más al Perú cuando se acercaba su fin.

Y en esa lejanía, ocurrió que optó por la nacionalidad estadounidense.
No, no fue así. Sucedió que tenía mi tarjeta de residente casi 30 años y la ‘migra’ me dijo que devolviera la tarjeta o me fuera. Fue una época muy nacionalista allá. Un buen día, en el aeropuerto Kennedy en Nueva York me sustrajeron la tarjeta y me dijeron que podía pedir mi pasaporte en Miami. Eso coincidió con el deseo de ‘Fuji’ de perpetuarse en el poder y me dije: “Bueno, qué voy a hacer”.

Extrañaron sus reacciones airadas cuando se habló de renegociar el contrato del gas.
He dicho que todo es renegociable. El precio del gas ha colapsado, no es rentable exportar a esos precios, eso lo sabe todo el mundo. Lo que tenemos que hacer es redireccionar ese gas al mercado interno.

Y para redireccionar el gas, hay que renegociar, ¿no?
No hay mucho que negociar. Eso es un espantapájaros que se armó diciendo que es una gran hazaña. Ninguna hazaña. Agarro el teléfono [hace el gesto]: “Oye, hermano, esto ya no es negocio para mí, mi abogado es tal, tú tienes tu abogado, negocien”. Y se acabó. Es una victoria pírrica.

Ahora que no estarían ni Guzmán ni Urresti, García va a decir que es el candidato de Nadine.
Porque algo tiene que decir, es el gran prestidigitador. De repente no hay nadie, ella quería ser candidata, ¿no?

En el 2011 apoyó a Keiko, ¿cómo la enfrentaría ahora?
Teníamos el peligro del chavismo, esa fue la razón. Eso no quiere decir que ahora no voy a luchar como un gato panza arriba contra Keiko.

¿Sus arañazos en qué temas se van a concentrar?
En temas que todos conocemos. Primero, ¿qué ha hecho? Segundo, ¿por qué está ahí? ¿Porque es la hija de su papá? ¿En el Congreso qué hizo? ¿Cuál es su visión del Perú? Eso le preguntaré y ella me preguntará lo mismo. A mí nadie me escribe nada, sé lo que le voy a contestar.

Barnechea le pisa los talones.
También le preguntaré qué cosa ha hecho salvo ser congresista de Alan García en el peor gobierno de los últimos años.

Esgrime un rollo reformista.
Un rollo sanisidrino, el rollo de La Tiendecita Blanca. Vivo en San Isidro, pero he recorrido el Perú desde chiquito.

¿Puede evocar una anécdota que lo ligue irremediablemente al Perú?
Yo solía ir al Cusco en auto y paraba en San Mateo. Pedía un café. El que atendía me decía: “¿Qué quieres?”. Un café. “¿Con leche o sin leche?”. Con leche. “Te jodiste, no hay leche”. Eso es sentido del humor peruano. Ser cortés pero al final ‘pacatán’. Eso es lo que tenemos que cambiar.

No vaya a ser su plan de gobierno un café con leche sin leche.
No, no, no [ríe]. Según el IDL, es el mejor plan de gobierno. Y hemos armado el mejor equipo.

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