En junio del año 2022 una serie titulada “El oso” (The Bear) sorprendió al público internacional porque hacía foco, de una forma sumamente particular, en las presiones alrededor del denominado ‘Boom gastronómico’. La serie original de FX (y transmitida en Latinoamérica por Star Plus), cuenta la historia de Carmy Berzatto (Jeremy Allen White), un joven y talentoso cocinero que, de un momento a otro, deja su ascendente carrera para atender la sanguchería de su recientemente fallecido hermano.
El local, que también administraba el irascible socio del hermano de Carmy, era cualquier cosa menos un ejemplo de alta cocina. Un menú desordenado, una cocina plagada de problemas y una notoria insolvencia financiera. Sobre todo esto es que Carmy debió ponerse manos a la obra. Y en ese camino cuesta arriba se apoyaría de una joven cocinera de nombre Sydney (Ayo Edebiri). Ella, caída casi del cielo, debió sufrir su propio drama al convertirse –de la noche a la mañana—en asistente del chef principal de la sanguchería arriba mencionada.
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Muchos de los elogios que recayeron sobre “El Oso” estuvieron vinculados no solo a la forma en cómo se retrataba con acierto el sinuoso y tenso mundo de la cocina puertas adentro. También las críticas positivas iban dirigidas a las actuaciones de sus protagonistas. Carmy y Sydney tenían mucha más hambre de gloria que experiencia o fama. Y aunque en diversos momentos flaquearon, finalmente vieron la luz al final del túnel, convirtiendo el humilde local de sánguches ubicado en Chicago, en un lugar celebrado por muchos clientes.
Esa misma hambre de gloria muy probablemente es el insumo central de “Hambre” (Hunger), la película tailandesa que Netflix estrenó el 8 de abril y que desde entonces no suelta el liderato de lo más visto. En esencia, aquellos que recuerdan “El oso”, no podrán dejar de asociar esa propuesta con esta del director Sitisiri Mongkolsiri. A continuación, intentaremos explicar los motivos.
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“Hambre” cuenta la historia de Aoy (Aokbab Chutimon Chuengcharoensukying), la joven cocinera de un humilde restaurante familiar ubicado en Bangkok. Al calor de los fogones, esta muchacha lleva una vida sin lujos, pero aparentemente feliz rodeada por su padre y hermanos. De la nada, en un día cualquiera, un comensal llega al lugar y prueba los fideos fritos de Aoy. “Eres muy buena para estar aquí”, le dice antes de entregarle una tarjeta del restaurante donde él trabaja. Así pues, descubrimos que el personaje interpretado por Gunn Svasti Na Ayudhya es otro cocinero, parte del equipo del mítico chef Paul (Peter Nopachai Chaiyanam), quien lidera el restaurante Hunger.
Curiosa ante la invitación que le llegó casi del cielo, Aoy llega a Hunger y no se toma mucho tiempo en conocer la rigidez del manejo de dicho local. El chef Paul comanda todo al estilo de un batallón, en el que cada integrante de su equipo tiene asignada una función: desde lavar platos hasta cocinar las sopas, pasando por las frituras. Es en esta área donde Aoy comienza a dar sus primeros pasos.
Retomando la mención a “El oso”, podemos decir que la principal coincidencia entre ambas propuestas es, sin lugar a dudas, todo lo vinculado al mundo culinario que vemos en pantalla. Woks al fuego, cuchillos, cocinas, aceite y platillos adornados de distintas formas serán parte de las dos horas y 10 minutos que dura esta cinta tailandesa (en el caso de la serie de FX son ocho episodios de una hora de duración). Pero más allá de esto, cada historia presenta diferencias que la hacen especialmente particular.
Porque si en “El oso” los dramas familiares eran el plato fuerte (Carmy incluso fue a terapia para superar la muerte de su hermano mayor) dentro y fuera de la cocina de la sanguchería, aquí el foco está mayoritariamente sobre las presiones de la ‘alta cocina’. Porque las lágrimas de Aoy no son porque se sienta culpable de la muerte de alguien (como pasa con Carmy), sino porque no puede ir a la velocidad del exigente chef Paul.
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Mención aparte merece este personaje interpretado por Peter Nopachai Chaiyanam. Se trata de un tipo tan absolutamente cerrado como exigente. Alguien capaz de ser la misma persona con y sin delantal. A ratos su desempeño es seco, chocante y hasta matonesco, generando incluso que algunos de sus asistentes se le rebelen violentamente (uno incluso lo llega a atacar). Y aunque en algún momento de la trama se intenta explicar las raíces de su comportamiento, en la evaluación final de su personalidad sale perdiendo porque representa todo lo malo de un sistema que pocos conocemos a plenitud.
Una segunda línea narrativa tiene que ver con la historia de Tone, el cocinero asistente que llevó a Aoy al restaurante del chef Paul. Entre él y nuestra protagonista se consolida una relación de cercanía que no llega a escalar a lo sexual, y que en varios momentos se ve remecida por viejas ideas retrógradas (Tone no acepta nunca estar bajo el manto de Aoy, menos ganar un sueldo inferior a ella) que ninguno de los dos intenta resolver (lo cual puede ser una debilidad de la película).
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Siguiendo con la trama, superando varias dificultades y siendo testigo de diversos momentos humillantes, Aoy llega a conseguir un desempeño acorde al nivel del Hunger. En ese sentido, es testigo de cómo se maneja su ‘maestro’ Paul. Este cocina habitualmente para millonarios que lo ven no como un artista de la comida, sino como una ‘forma’ de ostentar su riqueza en público (en algún momento un cliente millonario le agradece el buffet preparado ‘entregándole’ una mujer semidesnuda al borde de una lujosa piscina). En sí, la prioridad del chef Paul parece ser dejarlos satisfechos sin importar lo que ello conlleve. En un momento esto se desborda cuando –en lo que parece ser un matorral—el prestigioso cocinero debe hervir un ave en peligro de extinción, terminando de decepcionar a nuestra protagonista.
Cansada hasta el hastío, Aoy renuncia a seguir siendo parte del equipo del chef Paul y acepta la propuesta de un empresario gastronómico que promete convertirla en la sucesora de su ‘maestro’. Ella acepta y a partir de aquí la película cambia de color para convertirse en un registro del auge y caída de una exitosa cocinera. Porque superando sus límites, la protagonista se convierte en la promesa de la cocina tailandesa al mando del restaurante Flame (Flama).
Y si la vida profesional de Aoy corre a velocidad supersónica, el lado emocional se desmorona tal vez de la misma forma. Nuestra protagonista no se encuentra consigo misma, y si bien tiene el restaurante lleno de gente ansiosa por probar sus platillos, en realidad se siente sola. Su padre enferma y ella tiene para pagar los costosos honorarios del hospital, pero apenas lo visita. En algún momento su hermano le dice por teléfono ‘te extraño, ven a casa’ y ella le dice ‘no te pongas sensible’. Aunque parece convertida en una ‘roca’ de la gastronomía, Aoy es una chica de papel que se dobla ante sí misma al sentir que nada ya la hace feliz.
La película de Sitisiri Mongkolsiri ha escalado en el ránking de Netflix con una facilidad inusitada no por mera casualidad. Más allá de su larga duración, estamos ante un drama efectivo, capaz de mostrarnos la vigorosidad del cine tailandés. Las actuaciones, las locaciones, la producción y los pequeños dramas que incluye nos permiten cuestionarnos sobre hasta dónde somos capaces de llegar por ser ‘especiales’, por buscar el éxito y por cumplir nuestros sueños. Y eso no es poca cosa.
HAMBRE/NETFLIX
Director: Dom Sitisiri Mongkolsiri
Elenco: Aokbab Chutimon Chuengcharoensukying, Peter Nopachai Chaiyanam, Gunn Svasti Na Ayudhya
Sinopsis: Una joven y talentosa cocinera de comida callejera se esfuerza hasta llegar al límite tras aceptar convertirse en la aprendiz de un chef tan prestigioso como despiadado.
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