Apenas dos meses atrás teníamos a Mauricio Ochmann estelarizando una de las propuestas de Netflix para la Navidad 2022. El actor nacido en 1977 interpretó en “Reviviendo la Navidad” a Chuy, un padre de familia cuyo cumpleaños cae el mismo día en que se celebra dicha festividad, por lo que – a lo largo de su vida—fue nutriendo una especie de resentimiento hacia la mencionada fiesta.
Dirigida por Mark Alazraki, la cinta tenía un elemento, digamos, de ciencia ficción. En un momento Chuy conocía una especie de ‘hada madrina’ que, conocedor de su molestia con todo lo relacionado a Santa Claus, lo ‘hechizó’, repitiendo durante todos sus amaneceres el día de Navidad. Así pues, como en una especie de bucle, teníamos a Chuy envejeciendo mientras despertaba siempre el mismo día de diciembre.
Para aquellos que no conocen la carrera de Ochmann, “Reviviendo la Navidad” puede considerarse una propuesta clara de lo que este actor nacido en Washington D.C. puede dar. El carisma en pantalla, reflejos rápidos y una capacidad de amoldarse a situaciones diversas garantizan, en el caso de este filme de Netflix, 100 minutos de entretenimiento.
Con algunos elementos parecidos a los vistos en la película lanzada en diciembre pasado, aunque añadiéndole el elemento emocional, acaba de estrenarse “A todas partes”. Se trata de una especie de remake mexicano de “25 Km/h”, la tragicomedia alemana que dirigió Markus Goller en 2018.
En “A todas partes”, los hermanos Fernando (Ochmann) y Gabriela (Ana Serradilla) se reencuentran luego de varios años distanciados para el funeral de su padre en la vieja casa familiar de San Miguel de Allende (Guanajuato). El hermano mayor –que inicialmente no parece guardar grandes recuerdos de su padre—no pudo llegar a tiempo a la ceremonia, culpando a todos alrededor, menos a sí mismo.
Gabriela (o Gabo, como se le llama en toda la película) se separó hace algunos años de su pareja y desde entonces prefirió permanecer en casa cuidando a su padre. Su poca iniciativa para salir a descubrir el mundo como sí lo hizo su hermano (un funcionario bancario en Singapur) le ha generado una deuda consigo misma. Pero ella tampoco reconoce su error, sino que lo atribuye a que “debía cuidar a papá”.
“A todas partes” no esconde sus armas desde el inicio. Apenas llegado al velorio su hermano, Gabo lo recibe a golpes (increpándole su tardanza) y este responde de la misma forma, en una escena (adrede) infantil puesta para anticiparnos lo que se vendrá. Ya en casa –un espacio diseñado y conservado bajo una indeleble nostalgia—la cosa no mejora hasta que Fernando propone jugar ping pong en una vieja mesa ubicada en el almacén.
La tragicomedia de Netflix se enciende cuando, luego de un momento de diversión en el que ambos recordaron su infancia juntos, encuentran un ‘contrato’ que ambos escribieron dos décadas atrás: viajar de San Miguel de Allende hasta Acapulco en moto y luego entrar al mar para “orinarse ahí”.
A bordo de sus respectivas motos dos hermanos que se habían dejado de hablar por años parecen encontrar lo más cercano a la felicidad. El problema radica cuando se intenta intercalar estos gratos momentos con el elemento trágico/dramático/emocional. Y es que, aunque ambos han perdido un padre por cáncer (una enfermedad aún hoy sumamente delicada), las menciones a esta tragedia son claramente insuficientes y en ocasiones forzadas.
Un ejemplo de esto último puede ser cuando, en mitad de la travesía, aparece una familia convencional (padre, madre e hijo) y el papá reniega porque no le hacen caso, lo cual hace que Fernando evoque que “así era su papá”. La escena dura tan poco que resulta rápidamente olvidable.
Pero estas liviandades no se presentan únicamente cuando de evocar al padre se trata. Lo mismo podemos ver cuando Gabo y Fernando encuentran la posibilidad de filtrear con terceros en pleno viaje. Ella conoce un apuesto turista con el que termina practicando una insólita sesión de sexo tántrico. Él parece haber congeniado con una chica, pero al final todo se reduce a una charla sobre los recuerdos familiares sin mayor justificación. Así pues, da la impresión que este ‘momento íntimo’ en medio de una travesía de dos hermanos reconciliados bien podría haberse obviado.
No estaría de más mencionar que, tal como casi lo indica su título, “A todas partes” es una larga travesía por algunos hermosos atractivos turísticos mexicanos. La cinta, si de publicitar la industria de los viajes se trata, cumple su propósito con solvencia.
Otros detalles que no hacen bien en la evaluación final son, por ejemplo, lo poco que se intenta ahondar en los propios dramas personales de cada hermano. Si Gabo se queda en provincia para protegerse de los ‘peligros’ del exterior, Fernando huyó lo más lejos posible en la misma búsqueda de protección. Esa necesidad de alejarse de “algo” (hacia adentro o hacia afuera) tal vez pudo ser mejor desarrollada.
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Pero “A todas partes” también muestra muy buenos momentos. Como dijimos líneas arriba, el carisma de Ochmann es puesto a prueba una vez más y el resultado es, otra vez, positivo. La dupla con Serradilla resulta casi siempre acertada y esto resulta evidente más en los momentos felices que en los tristes.
No estamos frente a una propuesta que se caracterice por la solidez de su guion (aunque la idea matriz de dos hermanos sanando sus heridas mientras manejan una motocicleta por la vasta carretera es sólida), sin embargo, son sus actores principales los responsables de salvar esta carencia con interpretaciones que cumplen las expectativas, garantizando un ameno momento frente a la pantalla.
A TODAS PARTES/ NETFLIX
Director: Pedro Pablo Ibarra
Actores: Mauricio Ochmann, Ana Serradilla, Diana Bovio
Sinopsis: Dos hermanos que no se han visto en quince años resuelven sus diferencias cumpliendo un sueño de la infancia: recorrer México en motocicleta.
Duración: 97 minutos
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