Diana Gonzales Obando

La música se hizo presente en la segunda edición de los con el encanto de la agrupación nikkei Chancho con Piña, cuyo nombre hace alusión a la mezcla culinaria, cultural y musical del país.

Esta banda gastronómica, como se hacen llamar, está conformada por 14 integrantes que sí saben cómo armar la fiesta. Chancho con Piña une instrumentos clásicos como la guitarra eléctrica, bajo y batería; instrumentos folclóricos peruanos como el charango; y el espíritu musical de sus ancestros con elementos japoneses como el shamisen o el sanshin. Con todo ello —y una divertida performance—, nadie se queda sentado. Covers de música chicha, cumbia y latina en general son su fuerte, con un elemento adicional: muchas de sus canciones se cantan en japonés. A su ‘playlist’, agregan géneros como la salsa, el rock o la música disco.

Chancho con piña puso a bailar a los invitados e invitadas de los Premios Somos 2024.
Chancho con piña puso a bailar a los invitados e invitadas de los Premios Somos 2024.
/ © Victor Idrogo / Icónica

Memoria musical

El director de la banda, Akira Toyama, nos cuenta el origen de uno de sus hits, la versión en japonés de “Soy provinciano” (conocida como “Muchacho provinciano”), compuesta originalmente por Juan Rebaza y reconocida en la voz de Chacalón: “‘Soy provinciano’ era la letra de la historia de nuestros abuelos, que coincidía con la historia de todos los migrantes. Decidimos traducir la letra al japonés para mostrarla al público del otro lado del continente. Hicimos arreglos con violín y saxo para que sonaran a huayno y los combinamos con el sanshin, el instrumento típico de Okinawa, así sonaría a nuestros abuelos”, comenta.

Pero además de estos géneros, las presentaciones de Chancho con Piña rebuscan en la nostalgia, interpretando las canciones de animes que dejaron una huella entrañable en la memoria de los adultos, como “Supercampeones”, “Digimon” o “Naruto”.

Con un público para todas las edades y nacionalidades, esta agrupación demuestra que los latinos saben festejar y, al mismo tiempo, sus versiones de música peruana les permite tender puentes culturales: “Hay una sopa okinawense que se llama ‘champuru’, que es básicamente un sancochado con varios ingredientes, siempre sabe rico porque sus ingredientes lo son. Así son nuestras identidades culturales peruanas y japonesas, ricas y valiosas. Tenemos la necesidad de expresarnos, de transformar nuestro ambiente transmitiendo alegría y demandando tolerancia”, recalca Toyama.

Entre sus mayores sueños como banda están presentarse en el Gran Teatro Nacional, el Huaralino y Bambamarca. También anhelan convertirse en una banda gastronómica por excelencia y tocar su música pegajosa en todos los restaurantes del Perú. //


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