La infancia es la etapa de la vida que relacionamos directamente con la inocencia y la ternura. Eso nos enseñaron el cine y la literatura más clásicos. ¿Niños –y sobre todo, niñas– hablando de política, ciudadanía, compromiso social o políticas públicas? No. O, bueno, ahora sí. Los idilios de la infancia y adolescencia del siglo XXI son, definitivamente, otros. O, por lo menos, más variados.
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Los problemas de sus comunidades no les son ajenos y las alternativas de solución tampoco. Cuatro ejemplos de ello son Nina, Marsivit, Gabriela y la agrupación de niñas y adolescentes GirlGov Perú en Acción.
Para leer en confianza
Nina Arana Ramos tiene ocho años. Desde la ventana de su hogar en San Juan de Miraflores espera que pase la pandemia para que pueda regresar al colegio –está en segundo de primaria–, jugar con sus amigas y ver a su profesora.
Mientras tanto, sus días transcurren entre sus clases –virtuales más los programas de Aprendo en casa– y los planes para hacer que la pequeña Biblioteca de la Confianza que administra con la ayuda de su madre, Elia, llegue a muchas más personas en su comunidad.
Elia y Nina llevan la biblioteca con ánimo y complicidad. Nina vio en televisión a Josefina Jiménez, impulsora del proyecto Biblioteca de la Confianza, poner un librero en la puerta de su casa, en San Miguel, invitando a quienes quisieran a sumarse desde sus barrios a hacer lo mismo. Nina le dijo a su madre: “Hay que hacerlo”. Elia, talentosa pintora egresada de Bellas Artes, conocía a Josefina. La llamó. Y la Biblioteca de la Confianza SJM nació.
Convocar al barrio no fue sencillo. El proyecto demoró en despegar, pero Elia y Nina no se desanimaron. “La idea nos encantó, pero no sabíamos cómo impulsarla. Hasta que me enteré de que había un WhatsApp del barrio y uno de la zona. Conversando con Nina, decidimos que ese sería el medio para difundir la biblioteca. Y funcionó”, dice Elia. La primera persona que se acercó a pedir un libro fue Mía, una pequeña de siete años que eligió un libro de Toy Story.
Nina es una entusiasta lectora. Sus libros favoritos son Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes y Había una vez una peruana. “Los libros que más piden son cuentos, los papás vienen a recoger libros para sus hijos”, cuenta. Aunque la cajita que está en la puerta de su casa muestra unos pocos libros, las y los vecinos ya saben que pueden tocar el timbre y elegir entre los casi 100 libros que esta pequeña bibliotecaria les ofrece gracias a una serie de donaciones que han llegado a ella a través de Josefina Jiménez y otros amigos que se han sumado a la causa. Pueden contactarla a través de la cuenta de Instagram @bitacora_de_nina.
La causa se multiplica y ha encontrado también eco en Ate, en el hogar de Gabriela Yauri Condo, adolescente de 13 años que aprovecha la Biblioteca de la Confianza no solo para ofrecerles libros a sus vecinas y vecinos, sino también para leerlos y compartir sus impresiones con sus nuevos amigos. “He conocido mucha gente gracias a la biblioteca y he hecho más amigos. Es bonito compartir gustos con personas de mi misma edad o más chicos. Me gusta mucho leer y hablar de libros”, dice Gabriela; y lo confirma su madre, Rosa Milagros Condo: “A Gabriela la encontraba debajo de la cama, escondida, leyendo, alumbrando el libro con su linterna. No hay manera de despegarla de los libros”, dice. ¿El libro favorito de la adolescente bibliotecaria? Maus. Sí, esa maravillosa obra de Art Spiegelman.
Gabriela también ha recibido una bonita cantidad de libros donados, casi un centenar, pero espera más, pues su público frecuente es bastante exigente. “Tomo nota de todos los préstamos y le envío mi control diario a Josefina. A veces llegan hasta 12 niños diariamente a pedir libros”, cuenta. “¿Sabes lo que más leen aquí en el barrio?”, me pregunta. “No, cuéntame”. “Cuentos de terror”, me dice con el rostro iluminado.
Josefina Jiménez está en constante comunicación con ambas niñas y sus madres, y canaliza las donaciones a través de la página de Facebook Pequeños Lectores.
La decisión de Marse
Marsivit Alejo vive en Villa María del Triunfo, en un asentamiento humano donde no llega el agua potable. “La cisterna nos vende agua siempre. Lo único bueno de la pandemia es que ahora el agua ya no cuesta”, dice con franqueza.
Marsivit, Marse, para los amigos, tiene 13 años y cursa el primer año de secundaria; y realizó en una semana y sin mucha dificultad una tarea que a muchas autoridades les tomaría meses: organizó a 30 asentamientos humanos para recibir las donaciones que ella misma gestionó con la organización Juguete Pendiente.
Melina Funes, voluntaria de dicha asociación, cuenta con asombro, orgullo y admiración la historia de Marsivit: “Ella nos escribió pidiendo que llegáramos a su zona. Francamente, no estaba en nuestros planes, pero Marse insistió tanto... que los incluimos. Fueron unos cuatro mil pollos que llevamos en alianza con Avinca, y, cuando llegamos, ella tenía sus padrones ordenados para que la gente recibiera su donación. Fue maravilloso conocerla”. Y maravilloso es el impulso vitar de Marsivit para hacer las cosas: ella ya había gestionado el año pasado donaciones para niños en Navidad, y esos fueron los padrones que le sirvieron de base para armar los padrones de beneficiados con las donaciones de Juguete Pendiente.
Marse tiene un talento natural para liderar, organizar y comunicar. Un talento que no debería perderse entre la arena que forma las calles de su vecindario.
Ciudadanía adolescente
En enero de este año, Ana de Mendoza, representante de Unicef en el Perú, escribió: “Como todos sabemos, un número elevado de chicas y chicos se enfrentan a la violencia normalizada en la casa, la escuela, su entorno social y en la red. Las estadísticas señalan que 8 de cada 10 niñas y niños han sufrido algún tipo de violencia, y el 2019 dejó el saldo de 206 huérfanos menores de edad como consecuencia de 168 feminicidios, cifra que según la Defensoría del Pueblo supera a la del 2018”.
Estas y otras cifras han movilizado a las adolescentes de la agrupación GirlGov Perú en Acción, formada por las egresadas de la primera promoción de GirlGov, un programa de formación en ciudadanía, política y feminismo para niñas y adolescentes. En medio de la pandemia, lanzaron una encuesta virtual entre más de 250 de sus pares de distintas regiones para conocer cómo vivían el confinamiento y cuán afectadas se ven en temas como salud y educación.
Parte de los resultados de este trabajo los explica Marcela Atalaya, de 17 años, en la columna de opinión que acompaña esta nota. Porque nadie puede explicar mejor las necesidades de las niñas y adolescentes de hoy que ellas mismas.
Opinión: ¿Por qué escuchar la voz de las niñas y adolescentes?
Por Marcela Atalaya, 17 años.
La respuesta del Estado ante la crisis por el COVID-19 ha fallado al aplicar políticas públicas que deberían proteger, asistir y garantizar los derechos de niñas y adolescentes (NAS).
No tenemos derecho a una educación de calidad si el sistema de educación público que alberga a la mayoría de las niñas, niños y adolescentes es ineficiente y no tiene un plan bien estructurado para brindarles acceso a las TIC a esos 2/3 de alumnos y alumnas en el Perú que no tienen Internet.
No tenemos derecho a la salud, pues las canastas de productos básicos no incluyen productos de higiene menstrual y porque, si existen los kits de emergencia ante violación, nadie sabe cómo acceder a ellos. Desde GirlGov impulsamos una encuesta en la que participaron más de 250 NAS de más de 20 regiones del país: ninguna sabía dónde encontrar estos kits, y yo tampoco.
No tenemos ni siquiera derecho a la libertad como seres humanos ni a la protección como niñas y adolescentes. Esto se evidencia en las dolorosas cifras de niñas y adolescentes desaparecidas, violadas, agredidas o muertas. Sabemos que la mayoría de veces el agresor es alguien cercano a la víctima, entonces ¿por qué no hay un sistema de prevención? Un mensaje después de dos meses de cuarentena y campañas en redes sociales son medidas insuficientes y limitadas, pues poco toman en cuenta a NAS en zonas rurales.
La efectividad de las políticas públicas es fundamental porque millones de NAS dependen completamente de ellas para acceder a sus derechos. La mejora es imprescindible, y solo sucederá cuando se comprenda que es necesario escuchar a las niñas y adolescentes considerándonos en toda nuestra diversidad.//