Hoy en día muchos pensamos en una educación de calidad para nuestros hijos, por lo que constantemente los preparamos y nos preparamos para ofrecerles diversas estrategias en el desarrollo de habilidades cognitivas; con la idea de dejarles un futuro mejor, donde no existan carencias: si mejor preparados están, menos sufrimientos tendrán.
Sin embargo nos olvidamos que en la actualidad no solo existen carencias materiales o económicas, sino también las emocionales. Por lo tanto este mundo necesita personas fuertes emocionalmente, empáticos, creativos, que vivan su singularidad y que logren ser seguros de sí mismos y de sus diferencias.
Paradójicamente, el entorno es uno de nuestros principales enemigos; la sociedad nos ha hecho creer que una persona logra la felicidad al no tener problemas y que estos la mayoría de veces se solucionan con el “tener más”.
Así es como envolvemos a los niños en horas extras de aprendizajes. Entre horarios ajustados, idas y venidas, llegó la adultez y con ella la idea equivocada de la felicidad.
Olvidamos que el secreto no está en el tener, sino en el SER. En el SER buenas personas, en el lograr ponerse en el lugar del otro, en la capacidad de servicio, en ser asertivos, en gozar de los pequeños detalles de la vida, en que todo acto tiene una consecuencia que va a depender mucho de nuestro obrar.
Qué importante es tener una educación que cuente con el desarrollo de la inteligencia emocional.
¿Cómo lograrlo?
Tres consejos prácticos y sencillos para iniciar:
Enseñar a mirar y a cuidar la naturaleza: cuando somos capaces de admirar las grandezas que nos ofrece la vida, somos capaces de valorar y encontrar con mayor facilidad el sentido que esta nos trae.
Educar pensando a futuro: en todo lo que hagamos pensemos en cómo va a influir en el futuro de nuestros hijos, no eduquemos solo para el momento, así evitaremos los dos extremos en la crianza: autoritarismo y permisivismo. Encontremos oportunidades para hacer de ellos personas reflexivas, éticas y de bien.
Respetar las diferencias: cuando una persona es capaz de respetar las diferencias, es capaz de entender que cada uno, además de ser diferente, es único, lo cual está asociado a la autoestima y al amor propio que trae el saberse auténtico.
En conclusión, en la educación debemos darle igual importancia a la inteligencia emocional como a los aprendizajes formales. De nada sirve que nuestros hijos desarrollen grandes habilidades en cursos como matemática y comunicación, sino logran autocontrol, autoestima, asertividad y empatía, durante los años de mayor desarrollo integral, es decir, durante los años de etapa escolar.
Maria Gracia Mendoza es Master en “Psicopedagogía” y en “Tutoría y Orientación Familiar”. Bachiller de Ciencias de la Educación en la Universidad de Piura con 10 años de experiencia en docencia en educación inicial y actualmente emprendedora de Talleres de habilidades sociales para niños y orientación para Padres. Autora del fanpage “Miss Licha”.