Ricardo Liniers Siri supo, desde los inicios de su carrera, que su segundo nombre, Liniers, tenía un marketing ya trabajado: en Buenos Aires, su ciudad natal, había un banco llamado así, un equipo de fútbol, también un barrio y muchas otras cosas. Entonces decidió usar esa palabra como el nombre con el que firmaría sus tiras, pues ya eran conocidas por la mayoría de los porteños. Hoy, en la era digital, siente que si hubiera usado su primer apellido, Siri (no hace falta mencionar a Apple, pero qué más da), su nombre sonaría a nivel mundial. Sobre esto último, Liniers ha encontrado otras maneras de que suene en muchos países. “Me parecía que el nombre se lo iban a acordar más rápido si ponía Liniers que si solo ponía Ricardo Siri o Siri. Parece que estoy perdiendo plata”, y ríe con un sonido amable y una mirada redonda.
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Liniers creció entre los barrios bonaerenses de Recoleta y Retiro y desde hace seis años vive en Vermont, al norte de Nueva York, muy cerca de Canadá, en los Estados Unidos. Iba por un par de años y se quedó ahí, la suerte lo decidió así. Vivió toda su vida en la ciudad porteña sudamericana y hoy vive en medio de un bosque de Norteamérica con sus tres hijas, Matilda, Clementina y Emma, su esposa Angélica y su perro Bu, al que él llama “su propio Ewok”, por el parecido al personaje de Star Wars.
Su infancia transcurrió entre los barrios de Recoleta y Retiro. “Mi infancia fue traumática en el sentido de que no tenía traumas. Yo quería ser artista y esta gente [su familia] era como demasiado buena gente. Yo quería ser como Chaplin, haber sufrido en la infancia y entonces de grande ser un gran comediante”, dice el dibujante, pero ese escenario nunca se dio.
Su padre era abogado, pero los temas de conversación con él —y en general, en su casa— eran otros, temas más ligados al cine, la literatura, el teatro o la música. “Mi viejo era de saco y corbata, pero así íbamos a ver una película de Stanley Kubrick tranquilamente”. Su padre era lo que hoy en día sería el padre modelo para estas generaciones. Lo dejaba ser libre: “Buscá lo que te guste para estudiar, pero de algo tenés que vivir”, le decía cuando llegó el tiempo de escoger una carrera.
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“Yo elegí dentro de las ramas del arte la más estrambótica de todas, porque si era difícil hacer una carrera como actor o como cantante, como dibujante de historietas era absolutamente extraterrestre”, dice Liniers y ríe aún más mientras su perro Bu llega a tirarse a sus piernas. A los 21 años empezó a estudiar Ciencias de la Comunicación, después Publicidad, pero seguía aburrido, no le despertaba interés nada de eso. En ese aburrimiento, se inscribió a un taller de dibujo con Pablo Sapia, un ícono de la historieta argentina, además de guionista. Liniers quería algo que pudiera disfrutar. Fue dedicándose cada vez más al dibujo y las tiras cómicas.
“Por calidad no llegaba, porque no estaban buenos mis dibujos; entonces tenía que llegar por cantidad, así que tenía que dibujar tantas, ¡tantas! tiras, que la tira número 58 tenía que estar buena”, dice Liniers, hijo del mismo país de Quino. De ahí la sobreexigencia.
PINTAR DENTRO DE LA LÍNEA
Cuando niños, nuestros dibujos, sobre todo los que hacemos fuera del control escolar o preescolar, o de cualquier control, son los que más nos gusta hacer. La gente que no sabe dibujar siempre sufre cuando tiene que hacerlo y sufre al ser calificada en alguna circunstancia. Esto lo digo porque esta charla fue casi una terapia con el doctor Ricardo Liniers. Él sabe que la diversión se acaba cuando la calificación llega. “Hay algo en nuestra evolución como dibujantes, que a todos los chiquitos les das un lápiz y un papel y solo se divierten, al entrar a la escuela eso se empieza a ir. Creo que socialmente empiezan los comentarios de quién dibuja bien y quién no. Ahí hay un grupo de gente que se frustra y otro grupo que seguimos”.
Ricardo sabe que la razón por la que los niños disfrutan de dibujar es por la falta de miedo, como cuando Picasso decía que todos los niños nacen artistas o que él, Picasso, tardó cuatro años en aprender a dibujar como Rafael, pero toda una vida en aprender a dibujar como un niño. “Cuando lo ves a Picasso pintar en esos documentales en blanco y negro que hay por ahí, lo que ves es la falta de miedo”. Entonces Liniers es un valiente, un creativo bonaerense que vive en los bosques entre Canadá y Estados Unidos, que se salva del aburrimiento y deja de lado el miedo constantemente.
Sin embargo, Ricardo Siri Liniers es un valiente que sintió mucho miedo cuando Kevin Johansen lo invitó a subir a un escenario a cantar. Y es que la valentía no consiste en no tener miedos, sino en superarlos, y para el tímido Liniers, subir a un escenario sí era un miedo importante. Fue ahí cuando descubrió al escenario como espacio de expresión y finalmente le perdió el miedo. “Y cuando le perdés el miedo al escenario, agarrate, porque puede pasar cualquier cosa”, dice sonriente, otra vez. Descubrió también que, si ya se está arriba del escenario, las cosas se deben hacer o muy bien o muy mal.
“Si lo haces muy mal, la gente está con vos también. Es como en las olimpiadas”. Entonces, aprendió a amistarse con el fracaso. Tenía que publicar una tira diaria, así que no todas podían ser buenas todos los días. “Es imposible ser bueno todos los días”. Liniers sintió que perderle el miedo al fracaso lo habilitaba para el experimento, para el riesgo y para ser un poco más libre.
Su personaje Olga, por ejemplo, que es uno de los que más dibuja, fue una hija no deseada. A Liniers no le gustó pero había que publicar. Luego, al verla nuevamente, terminó enamorándose de ella. “Una de las cosas que me ha puesto más feliz como dibujante es ver a Olga en tatuajes, muñecos o libretas. Algo que yo supuse que al principio era un fracaso”.
LINIERS HOY
Al dibujante no le gusta aburrirse, se las ingenia para no hacerlo. Es un fanático de lo que le divierte, de lo que lo entretiene. Su primera palabra de niño, según su madre, fue “Meteoro”, refiriéndose al dibujo de niño que piloteaba el Max 5, un auto de carreras. Así que esa forma de andar en la vida la arrastra desde niño y parece estar dando resultado, se enfrenta a sus miedos, fracasa o triunfa pero siempre hay algo que pasa alrededor de Liniers. A él parece no importarle mucho, mientras sea divertido y tenga algo que recordar con alegría, con una sonrisa tierna y amable, como un niño. //