El primer artículo de esta serie, publicado el 3 de enero del 2022, concluía citando a la OMS, que anunciaba que, “pese a las reducciones sustanciales en el número de personas que desarrollarán COVID-19 grave y mueran, es probable que se sigan produciendo brotes y epidemias, especialmente entre personas vulnerables, produciendo sobrecargas en los sistemas hospitalarios”.
En general, esas predicciones se cumplieron. Pero, del mismo modo que la aparición de la variante ómicron en noviembre del 2021 cambió completamente el curso de la pandemia, un suceso ocurrido en diciembre del 2022 amenaza con cambiar completamente el curso de la pandemia este año. ¿Qué puede pasar en el 2023?
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La pandemia de los vulnerables y no vacunados
La aparición de ómicron –que algunos piensan fue consecuencia de la presión evolutiva del virus causada por la vacuna que salvó 20 millones de vidas– hizo que durante el 2022, y cumpliendo la predicción de la OMS, la pandemia afectara desproporcionadamente a las poblaciones vulnerables, y se entiende como tales a los mayores de 65 años y a los afectados de enfermedades crónicas (más del 90 % de muertes por COVID-19 en EE.UU. fueron en mayores de 65 años).
Además de la edad y enfermedades predisponentes, este año reveló que las personas no vacunadas y parcialmente vacunadas tuvieron más probabilidad de ser hospitalizadas y morir, comparadas con las personas vacunadas. Al respecto, datos de los CDC de EE.UU. revelaron que las personas no vacunadas murieron a una tasa seis veces mayor que las que recibieron sus primeras dos dosis de vacunas.
Del mismo modo, las personas con una dosis de refuerzo estuvieron mejor protegidas, y tuvieron aproximadamente ocho veces menos riesgo de morir que las no vacunadas. Finalmente, y esto es muy importante para proteger a las poblaciones vulnerables, las personas no vacunadas mayores de 50 años tuvieron 12 veces más riesgo de morir por COVID-19 que los adultos de la misma edad con dos o más dosis de refuerzo.
Si bien es cierto que, por lo menos en EE.UU., el número de muertos fue mayor en los vacunados que en los no vacunados, eso no se debió –como las cifras anteriormente expuestas lo demuestran– a que las vacunas no protegen, sino al hecho aritmético de que al tenerse muchos más millones de vacunados que no vacunados, es posible que, proporcionalmente, muchas más muertes ocurran en vulnerables vacunados.
“El hecho es que iniciamos el 2023 sin saber lo que pueda ocurrir con la pandemia. [...] No se descarta que se forme una variante del SARS-CoV-2”.
La pandemia en China
Así como la aparición de ómicron, en noviembre del 2021, descarriló los preparativos de celebrar las fiestas de fin de año con una variante delta en descenso, y reactivó la pandemia durante el 2022, el fenómeno de la pandemia en China amenaza con cambiar el curso de la pandemia para el 2023.
En estos momentos, en una versión de la crónica de una tragedia anunciada, la pandemia está fuera de control en el país más habitado del mundo, donde se estima que 37 millones de personas se están contagiando cada día. Por la ausencia de datos oficiales, el número de muertos es desconocido, aunque reportes en las redes sociales muestran crematorios trabajando a toda capacidad y hospitales con pacientes en los pasadizos. Se calcula que, hasta marzo, puedan ocurrir más de un millón de muertes en China.
Tal como se mencionó en varias columnas previas, la debacle china es consecuencia de la equivocada política cero COVID-19 que tozudamente implantó y mantuvo el presidente chino, Xi Jinping, que infructuosamente aisló a su país mientras el resto del mundo sufría las consecuencias de la pandemia.
En diciembre pasado y en un acto que muchos catalogan de irresponsable, Xi Jinping súbitamente pasa al otro lado: elimina las pruebas y cuarentenas, permite que el virus circule libremente en su país y abre completamente las fronteras, permitiendo que ciudadanos chinos –muchos infectados– puedan viajar al extranjero.
En un afán de enlentecer la diseminación de nuevas variantes, Estados Unidos y diversos países europeos han dispuesto que los viajeros provenientes de China muestren una prueba negativa de COVID-19 antes de ingresar a sus territorios.
El hecho es que iniciamos el 2023 sin saber lo que pueda ocurrir con la pandemia. El temor más grande de la comunidad científica es que, al ocurrir millones de infecciones, no se descarta que se forme una variante del SARS-CoV-2 tan diferente de ómicron, como esta lo fue de delta, y haga que el mundo retroceda en el control de la enfermedad.
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¿Qué hacer?
Pensamos que debemos aceptar que, sobre todo para los más vulnerables de nuestra sociedad, la pandemia aún no ha terminado. En ese sentido, la primera pregunta que debemos hacernos, al guiar nuestro comportamiento y riesgo de contagio, es saber si convivimos con personas vulnerables.
El usar mascarillas al visitarlos, hacerlo en espacios ventilados y ayudarlos a que se vacunen con la dosis de refuerzo de la vacuna bivalente deben ser parte de nuestras actividades en este nuevo año. Las vacunas bivalentes han demostrado, en un reciente estudio publicado el 30 de diciembre que, comparados con no vacunados, son capaces de dar 57% de protección contra el riesgo de visita a la emergencia y hospitalización por COVID-19.
Del mismo modo como no sabíamos lo que iba a pasar el año que acabamos de terminar, tampoco sabemos qué pasará este 2023. Controlar lo que podemos controlar, en términos de nuestro comportamiento y protección de los vulnerables, y esperar que este sea por fin el cuarto y último año de la gran pandemia del 2019 es el deseo de todos.