Las estadísticas de casos y muertes concernientes a la pandemia por el COVID-19 en China, el país más poblado del planeta, son sorprendentes. Desde el 31 de marzo del 2020 –prácticamente el inicio de la pandemia para el resto del mundo– el número de fallecimientos en China se ha movido muy poco de las 4.636 muertes registradas hasta ese día.
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Al momento de escribir este artículo, el número de muertos es de 4.849, lo cual indica que en los últimos 22 meses solo han ocurrido 213 muertes, citándose que en el 2021 se presentaron menos de 17.000 casos y solo una muerte por COVID-19 en ese país de 1.400 millones de habitantes.
A puertas de ser la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en febrero próximo, muchos observadores se preguntan qué podrá pasar en China en los próximos meses.
—Control de pandemia—
China es en la actualidad prácticamente el único país del mundo en enarbolar la bandera de COVID-CERO, es decir, de no permitir la posibilidad de una epidemia en su territorio, movilizando su sistema de salud de una manera tan rápida y efectiva que son capaces de identificar los casos iniciales y aislar ciudades de millones de habitantes en el propósito.
“En los últimos 22 meses solo han ocurrido 213 muertes [...] en el 2021 se presentaron menos de 17.000 casos”.
En la actualidad, por ejemplo, la importante ciudad de Xi’an (oeste) y partes de Ningbo (puerto al sur de Shanghái) están bajo confinamiento. Xi’an tiene casi 13 millones de habitantes y Ningbo, casi 10 millones. Las personas aisladas en sus domicilios reciben diariamente sus alimentos provenientes del Estado Chino.
Desde el comienzo de la pandemia, China ha desarrollado un aplicativo en los teléfonos celulares, mediante el cual una persona que desee circular en alguna ciudad y tener acceso a servicios de transportes, mercados u otros lugares públicos, debe mostrar, luego de escanear un código QR que tiene un mensaje en color verde en el celular. Eso significa que no está infectado.
Ese control tan vertical y severo de la pandemia ha hecho que en un reciente índice de regreso a la normalidad –publicado por la revista “The Economist”– China, junto a Vietnam y Nueva Zelanda, sean los únicos países que, prácticamente, han regresado a la vida normal. Obviamente, los dirigentes políticos de China, encabezados por el presidente Xi Jinping, toman ventaja de esas estadísticas para ensalzar su sistema político comunista y monopartidista.
Pero los observadores se preguntan: ¿a qué precio China está gozando de estadísticas tan favorables con respecto al COVID-19?
—Sin inmunidad natural—
Mientras que las diversas variantes del SARS-CoV-2 han dado la vuelta al mundo, infectando a miles de millones de personas en casi todos los países, eso no ha ocurrido en China.
Casi completamente aislada del mundo desde el principio de la pandemia, China tiene controles muy estrictos sobre las personas a quienes deja entrar, sometiendo a los pocos visitantes a cuarentenas y pruebas muy rigurosas para comprobar que no portan el virus.
Eso ha hecho que –aparte de Hubei, provincia donde está Wuhan, la ciudad donde empezó la pandemia– los miles de millones de ciudadanos chinos de otras provincias nunca hayan tenido contacto con el virus.
“Es posible que sus funcionarios estén apostando a que el COVID-19 se convierta con el tiempo en un simple resfriado”.
—Solo vacunas chinas—
China es también uno de los pocos países que solo ha usado sus propias vacunas [Sinopharm y CoronaVac] como únicos elementos de protección de su población, logrando proteger con dos dosis al 87,3% de su población. No hay datos sobre la proporción de la población con dosis de refuerzo. A pesar de que una empresa china compró los derechos de distribución de la vacuna de Pfizer en el 2020, el Gobierno no ha permitido el uso ni de esa ni de ninguna otra vacuna occidental.
El problema es que las vacunas chinas, aunque relativamente efectivas para impedir la enfermedad grave y la muerte, han demostrado ser menos efectivas para proteger de infecciones –especialmente de la variante ómicron– que, especialmente en personas inmunológicamente vulnerables, pueden ser muy graves.
China se encuentra entonces –gracias a su política de COVID-CERO– en la particular situación de tener a miles de millones de personas vacunadas con sus propias vacunas, pero sin ningún tipo de inmunidad natural. Esa aparente fortaleza puede ser una enorme debilidad.
—El futuro—
Si bien es cierto que es imposible predecir el futuro, especialmente en época de pandemia, diversos expertos se preguntan qué puede pasar en China en los próximos meses.
Aunque en Tianjin, ciudad a 110 km de Beijing, se han registrado 137 infecciones por ómicron hasta el 12 de enero y que el 15 de enero se descubrió un caso de ómicron en Beijing, hasta el momento China ha sido exitosa en controlar la pandemia.
La gran pregunta es cuánto durará. ¿Será posible mantener ese draconiano sistema de control y aislamiento geográfico durante los próximos meses? ¿Qué pasará cuando aparezca una nueva variante?
Algunos opinan que China está ganando tiempo, observando de cerca la virulencia de las variantes y confiando en la inmunidad de memoria celular que dan las vacunas. Es posible que sus funcionarios estén apostando a que el COVID-19 se convierta con el tiempo en un simple resfriado, y que cuando ese momento llegue, puedan permitir que su población se infecte.
Dos son los eventos políticos fundamentales que ocurrirán este año y que el Gobierno Chino está tratando de superar sin que la pandemia se les vaya de las manos: uno son los Juegos Olímpicos de Invierno del 4 al 20 de febrero próximo; el otro, las elecciones en las que se busca reelegir por tercera vez al presidente Xi Jinping, en el otoño boreal de este año. Una epidemia sin control sería una ocurrencia desastrosa para el presidente.
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