Corría el año 1900 cuando un grupo de pescadores de esponjas descubrió un barco que había naufragado cerca de las costas de la isla griega de Anticitera, en el mar Egeo. La nave estaba llena de joyas, monedas, estatuas y fragmentos de una especie de reloj antiguo, lleno de engranajes que había permanecido sumergido por más de 2 mil años.
La semana pasada, uno de los principales investigadores del mecanismo de Anticitera, Christián Carman, estuvo en Lima para ofrecer una charla durante la Feria Tecnológica de Villa Caritas y San Pedro, y conversó con nosotros.
—¿Qué resultó siendo ese enigmático mecanismo?
Una especie de computadora astronómica que predecía la posición del sol y la luna con una precisión impresionante. El error en la Luna es de 0,002 según los valores actuales. Además tiene muchos detalles: recuerdo una vez en la que estaba trabajando con el mecanismo y vi una publicidad de la iPad en la que decían que si tenías una necesidad había una app para eso, cuando yo veía el mecanismo encontraba eso. Por eso prefiero compararlo con una iPad pero de hace dos mil años, tenía una respuesta para cualquier necesidad que tuviera un griego.
—¿Qué tipo de apps?
La parte de adelante mostraba la posición del sol y la luna, probablemente de los cinco planetas que se conocían también. Además, tenía una pelotita pintada mitad blanca y mitad negra que mostraba las fases de la luna, ese es un ejemplo de sus apps. En la parte de atrás tenía dos grandes anillos en forma de espiral. Uno es un calendario hipercomplejo porque tiene un relojito que daba una vuelta cada cuatro años y te decía cuándo eran los Juegos Olímpicos. Pensar que un mismo aparato te muestre la posición de la luna y te avise cuándo debes ahorrar porque se vienen los JJ.OO., hace dos mil años, es impresionante.
—Parece que el hombre siempre ha buscado respuestas viendo al cielo.
Para eso tengo una respuesta como científico y otra como filósofo. El cielo tiene la regularidad más sencilla, la ciencia nace de establecer regularidades. En el cielo, el sol sale todos los días y la luna nueva cada 29. Además, es absolutamente democrático, desde cualquier lugar del mundo puedes ver el cielo. Por otro lado, me parece que hay un deseo de eternidad en el hombre, que la vida no se acaba acá; el cielo no solo es un campo de estudio sino la aspiración del hombre a la inmortalidad, y ello se ha visto a lo largo de la historia.
—¿Cuánto cambia la historia este mecanismo?
Tiene dos aspectos de investigación. Uno es el astronómico, como el software; el otro es el mecánico. La parte astronómica no es tan impresionante porque sabíamos que los griegos lo manejaban, lo revolucionario es la historia de la tecnología porque estos aparatos se vieron recién a fines de la Edad Media. Tiene al menos una treintena de engranajes y se postula que tenía unos 30 más. Todos conectados entre sí e impulsados por un movimiento manual. Cuando hicimos modelos del mecanismo, tuvimos que usar programas de computadora para calcular cada eje porque era dificilísimo, depende de los tamaños, los dientes, etc. Pensar que un griego era capaz de lograrlo demuestra su genialidad. Muchas veces subestimamos a los antiguos y no solo como sociedad sino los historiadores también.
—¿Por ejemplo?
En “La República”, de Cicerón, dicen que Arquímedes había hecho un aparato así, que era de bronce y mostraba las posiciones de los planetas, la luna y el sol. Siempre se dijo que Cicerón decía pavadas porque era imposible que hicieran algo así en esa época. Creemos que sabemos más de los griegos que Cicerón, que estaba a una generación [risas]. Esto debería servirnos para ser más humildes, saber que es mucho más lo que desconocemos que lo que conocemos y no me refiero a civilizaciones desconocidas sino que subestimamos a nuestros antepasados.
— ¿Se refiere a quienes creen que los extraterrestres estuvieron presentes en diferentes etapas de la historia?
¡Ese es el mayor insulto! Durante mucho tiempo creían que el mecanismo tenía origen extraterrestre, para eso debían explicar por qué los aliens escribían en griego, entre otras cosas. Me parece que hay que confiar un poco más en la mente humana.
—¿Ese es el mensaje que le dejó a los jóvenes que asistieron a su conferencia?
Fue un público ideal, por la edad, porque siempre que se piensa en tecnología se piensa en el futuro cuando los hombres del pasado también deben ser admirados por su tecnología. Está bueno que los jóvenes vean la armonía entre lo antiguo y lo nuevo. Creo que deben saber que en este mundo hiperglobalizado, donde todos pensamos lo mismo, los del futuro y los del pasado sí pensaban y pensarán distinto, con los primeros no puedes hablar pero con los segundos sí. Las obras de Aristóteles, Platón o los medievales te hacen chocar con un pensamiento diferente –no necesariamente mejor– y cuestionarte cosas universales, dogmáticas.
—¿En qué punto está la investigación actualmente?
Hemos llegado a una meseta. Se están haciendo exploraciones en busca de más piezas, pero las funciones fundamentales ya se definieron, ya encontramos la fecha del calendario.
—¿Cuál es?
El predictor de eclipses es del año 105 a.C., arrancaba por mayo más o menos. Pensábamos que el calendario superior empezaba años antes, pero un investigador descubrió que la diferencia era de pocos meses. Ahora lo que busco es la última fecha que mostró el mecanismo.
—¿Su calendario era muy diferente al nuestro?
Sí. Los griegos tenían un calendario lunisolar en el que los meses se ajustaban a la luna y los años al sol. En 19 años entraban 235 meses. Es un megacalendario en el que un año tenía 12 meses, el siguiente 13, luego 12. Los meses variaban entre 29 y 30 días porque el primer día de cada mes coincidía con la luna nueva.
***
Ficha del entrevistado.
Christián Carman, filósofo.
Nací en Buenos Aires hace 43 años y tengo cuatro hijos. Estudié Filosofía en la Universidad Católica Argentina y un doctorado en la Universidad de Quilmes. También estudié Astronomía en Estados Unidos con una beca Fullbright.