Claudia Rheineck: De profesora precoz a directora de coros
Claudia Rheineck: De profesora precoz a directora de coros
Redacción EC

Andrea Castillo C.

Para Claudia Rheineck pasar gran parte del tiempo de espaldas al público es en realidad una ventaja. Desde esa posición, la peruana de 41 años, tímida, observadora y de pocas palabras, se transforma en una maestra extrovertida, divertida, efusiva, incluso dramática. Y con cada gesto y la voz de talentosos niños y adolescentes compone sonidos y nuevas melodías capaces de transportarnos a parajes bucólicos, lejanos. Eso promete el concierto “Mitayi” que Claudia y el coro Voces de Sol nos ofrece el 11 de abril en una plaza reservada para los mejores, el Gran Teatro Nacional. La declarada fans de Pink Floyd llega a la cita con 14 años de labor artística, desde que decidió difundir la música coral infantil. Y pensar que todo comenzó como jugando.

Estudias piano en el Conservatorio Nacional de Música ¿Cómo, si en casa nadie tocaba este instrumento?

Me cautivó su sonido desde que iba con mi madre a la Escuela Nacional de Ballet porque mi hermana mayor recibía clases. Tendría unos cuatro años. Me bastaba escuchar el piano para experimentar una felicidad interna muy fuerte. Y cuando ya era alumna de ballet y había piano en vivo, al danzar era capaz de elevarme más. Era tanta mi pasión por este instrumento que dibujé un teclado en una cartulina. Causaba risa en mis hermanos hasta que mis padres me compran un piano vertical alemán. Me gustaba tanto que convencí a una profesora para que me enseñara para postular al Conservatorio. En el examen no destaqué por el dominio de la técnica sino por la interpretación. “Nos has emocionado”, me dijo el jurado.

Tu otra pasión es enseñar.

Era algo que me encantaba desde chica. Con mi mejor amiga de barrio, Flor Natters, decidimos reunir a los niños de las construcciones aledañas para enseñarles lo que sabíamos. Teníamos unos 11 años. La escuela funcionaba en el parque; la llamamos Nido los Ositos y le inventamos un himno. Incluso, organizábamos reuniones con los padres de familia porque tomábamos nuestro trabajo muy en serio; gastábamos nuestras propinas en cuadernos y lápices hasta que la cooperativa de vivienda nos facilita un ambiente. Así pasábamos los veranos.

¿Cómo elegiste la dirección coral?

A los 15, cuando termino el colegio, llevaba dos años en el Conservatorio y tenía claro que iba a ser música antes que bailarina de ballet. Pero mis padres querían que estudiara en la universidad como mis tres hermanos mayores. Así, voy a la ‘pre’ de la Universidad Ricardo Palma, pero en el recreo me iba al Conservatorio, que estaba cerca. Eso hice hasta que se entera mi mamá y se produce una crisis familiar. Les dije que era mi vida y quería estudiar música. Ellos entendieron y nunca regresé a la ‘pre’. Estaba por terminar con piano, pero como sentía la necesidad de enseñar, sigo educación musical y, en esta, dirección coral.

Allí conoces al profesor José Antonio Gutiérrez Baella.

Tuve la suerte de tenerlo de maestro; me transmitió su pasión y pude conocer el mundo coral. Luego hice mi práctica profesional con el Coro de Niños del Conservatorio y quedé fascinada porque las voces de los niños son tan brillantes, cálidas e inocentes que, trabajando la técnica, puedes lograr maravillas.

¿Es difícil trabajar con los chicos?

Cada uno es un mundo. Algunos tienen dificultades de concentración o problemas familiares que se manifiestan de diversa manera en las clases. Es muy intenso lograr que estos niños se integren con la música hasta sentir su equilibrio.

El maestro argentino Héctor Mani afirma que el coro es el espejo donde el director ve reflejadas sus virtudes y defectos ¿En tu caso, qué reflejas?

Mi pasión por la música y por eso, cuando escuchas el coro, te emocionas. Lo que trato de inculcar a mis alumnos es “mírame, conéctate conmigo; vamos a proyectar algo”. A los adolescentes les cuesta un poco más por vergüenza; pero poco a poco vencen sus complejos y miedos. Un niño que canta es más feliz; gana en concentración, orden, disciplina; tolerancia y solidaridad. Van dejando de lado los egos para asumir una meta en común, y esto los ayuda a ser mejores personas.

¿Has tenido que sacar del coro a alguno de tus alumnos?

Del coro no, pero sí de la clase. Es difícil, pero no me da pena porque siento que los ayudo. No soy gritona ni nada de eso; solo les pido salir y regresar cuando sientan que están listos para seguir con el ensayo.

¿En quién te inspiras?

Tomé dos seminarios con el maestro alemán Werner Pfaff y realmente me cautivó su capacidad de expresividad. Le bastaba un movimiento de mano, de cara, un gesto o una mirada para conectarse con el coro y es lo que también busco. En concierto, los niños y yo estamos totalmente  transportados. Puede haber un terremoto y no nos importa porque hay una conexión muy intensa. En el momento artístico, los chicos logran desprenderse totalmente de sí mismos porque ellos no son ellos, y yo, no soy yo. Somos música.

¿Qué significa presentarse en el Gran Teatro Nacional?

Con Voces del Sol hemos tenido varias presentaciones significativas: nos estrenamos celebrando la Amazonía peruana como maravilla natural; hemos grabado el disco “Mitayi”; lo hemos lanzado en un concierto de la Sociedad Filarmónica, en el auditorio Santa Úrsula; hemos cantado en el festival Iguazú en Concierto, uno de los mejores del mundo, pero nuestro sueño era llegar algún día al Gran Teatro Nacional. Lo veíamos lejano porque es difícil lograrlo si no eres elenco nacional; pero todo lo hecho sirvió para ser aceptados. No solo es la emoción de presentarnos sino la responsabilidad de hacerlo bien.

Dejaste de enseñar en el Conservatorio para dedicarte a Voces del Sol.

En el 2008, la iglesia Sagrado Corazón de Jesús me convoca para hacer un coro de alto nivel; me piden armar el proyecto y me dan facilidades. Mis dos hijos eran pequeños y entre mi trabajo con el coro del Cambridge College y el Conservatorio, tenía que tomar una decisión. Me costó, pero opté por avanzar con un proyecto más mío. Con el coro Voces del Perú viajamos al extranjero; participamos en el festival internacional Canta por los Niños, en Argentina; grabamos el disco

“Niño Lindo”; nuestra madrina fue Susana Baca y cantamos con ella en su disco “Cantos de adoración”; pero yo buscaba hacer algo propio. Era como retomar la escuelita que tuve en el parque solo que ahora como una escuela coral de verdad.

¿Cuál es tu meta con este proyecto?

Mi sueño es que los niños en el Perú vivan la experiencia coral porque les da beneficios enormes en sus vidas, más allá de si se dedican a ser músicos o no. Ya son cien los chicos que me acompañan, algunos provienen del coro Voces del Perú y del Cambridge College. Necesitamos una sede más grande porque las aulas de ensayo nos quedan chicas.

¿Seguirás trabajando desde la perspectiva del rescate de la música tradicional?

En el próximo disco queremos focalizarnos más en rescatar música ancestral del Amazonas; esa es la siguiente misión del coro porque por allí está el camino; difundirlo con voces de niños me parece espectacular.

¿De todo este proceso de formación, cuál ha sido el momento más difícil?

Encontrar apoyo de instituciones. Proyectos musicales como este quizá no suenan tanto pero sí son importantes porque les cambia la vida a los chicos. La Pontificia Universidad Católica del Perú lo entiende así y patrocina el concierto en el Gran Teatro Nacional.

¿Y qué ha hecho la música por ti?

Me transforma. Soy una mujer tímida, observadora, de poco hablar pero en el aula de ensayo y en el escenario soy muy extrovertida, amena, divertida, apasionada.

¿Quizá está en tus genes? En tu árbol genealógico por línea paterna figura el compositor Christopher Rheineck.

Cuando lo supe por mis familiares en Alemania, indagué y me sorprendió saber que vivió allá por el 1600 y fue compositor y director de música sinfónica y coral. Incluso llame Cristóbal a mi hijo sin saber nada de este antepasado.

¿Crees en las casualidades?

Hay cosas místicas, pero también cuentan las ganas que pones en las cosas que quieres hacer. Así conocimos a Luis Quequesana y a Luis González. Nos sentíamos muy afortunados que gente tan talentosa confiara en nuestro proyecto y grabe con nosotros el disco “Mitayi”. También está lo sucedido con Roger Waters, vocalista de Pink Floyd. Algo vieron en el coro para llamarnos. Además, trabajo arduamente en cada clase para sacar lo mejor de cada alumno, haya o no concierto.

¿Eres mujer de fe?

¡Claro que sí! Teníamos un concierto con la Orquesta Sinfónica que dirigía Wilfredo Tarazona, y venía un pianista italiano para interpretar con el coro. Las mamás de los chicos me plantearon dejar todo de lado, pero eso para mí era impensable. Me operaron, me quedé sin voz y tuve que ensayar con el coro sin poder darles ejemplos vocales. Ha sido una de las cosas más difíciles que he vivido, pero con todo eso, el concierto fue maravilloso.

En noviembre viajas a Kobe (Japón) para participar como directora coral invitada ¿Cómo vas a hacer?

La invitación me llegó cuando estaba con Voces del Sol en el festival Iguazú en Concierto. Carlota Mestanza, directora de orquesta peruana que trabaja en Japón, me escribe, convocándome a participar como directora coral invitada del festival de coros de colegios de habla inglesa del Asia. Cada agrupación ensayará con su director coral el repertorio de música peruana que les voy a enviar. Mi trabajo será dirigirlos en el gran concierto de noviembre, en Kobe. ¡Es increíble!

¿Con todo esto, te consideras exitosa?

El éxito es ver a mi coro feliz; no busco fama ni rating; me interesa realmente sellar el alma de esos chicos para que sean personas de bien.

Única función
El concierto “Mitayi” en el Gran Teatro Nacional será el sábado 11 de abril, a las
8:00 p.m. Venta de entradas en Teleticket de Wong y Metro.

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