En la Av. Abancay, en el Centro de Lima, se erige este edificio cuyo grosor lateral no supera el 1,2 metros. Según el Colegio de Ingenieros, para soportar un sismo la norma obliga a que sea de 6 metros. (El Comercio)

Hay un edificio en la cuadra 9 de la avenida Abancay que parece superar toda ley de la física. Pese a contar con siete pisos, tiene un grosor lateral no mayor de 1,20 metros, donde no entraría ni una cama de dos plazas. Verlo desde afuera da vértigo, pero ingresar y subir hasta el último piso es casi una actividad de alto riesgo. No hay señalización ni implementos básicos de emergencia, y la salida está obstruida por comercios y cables de telefonía.

En las imágenes de Google Street View, se observa que en abril del 2015 estaba en plena construcción el tercer piso. Ahora el edificio ya duplicó su altura. En el interior hay material de construcción: nadie parece impedir que continúe elevándose. Según el Colegio de Arquitectos y el Colegio de Ingenieros del Perú (CIP), el contraste entre la altura de este edificio y su estrechez haría que sea uno de los primeros de Lima en desplomarse en caso de un sismo de gran magnitud.

“Esa estructura requiere un grosor de entre seis y ocho metros para que no se desplome. Esto es coima, dejadez u omisión”, dijo Nancy Barrenechea, presidenta de la Comisión de Inspectores de Seguridad del CIP.

Este Diario consultó a la Municipalidad de Lima si la obra contaba con algún tipo de licencia; sin embargo, hasta el cierre de esta edición no habíamos obtenido una respuesta. Si no tuviera permiso, esta sería parte del 70% de construcciones informales que hay en la capital, según la Cámara Peruana de Construcción. Estas edificaciones correrían el riesgo de desplomarse ante un sismo como el que sacudió México el último martes.

—Peligro formal—
Aunque se habla del riesgo en edificaciones sin licencia, en los últimos días un grupo de especialistas consultados por El Comercio también ha expresado su preocupación sobre los edificios residenciales formales por falta de fiscalización.

En el Perú, las inmobiliarias están obligadas a cumplir la norma técnica E. 030 de diseño sismorresistente, del Reglamento Nacional de Edificaciones. Esta fue aprobada en 1977 tras el terremoto de 1974, y ha sido modificada en varias oportunidades. A partir de la vigencia de esa disposición, los edificios deben construirse respetando los criterios establecidos en ella.

Uno de los problemas es que solo el 5% de construcciones anteriores a la norma se ha adecuado a ella a través de reforzamientos, tal como recomiendan especialistas, según el Colegio de Arquitectos del Perú. Cabe indicar que los propietarios de inmuebles construidos antes de la entrada en vigencia de la norma (1977) no están obligados a adecuar las edificaciones a la misma. Uno de los que sí lo han hecho es el edificio del Museo de la Nación, y algunos colegios y bancos.

Otro peligro que advierten los especialistas es la poca fiscalización municipal de las construcciones durante todo el proceso de edificación. “Con la licencia de construcción solo se supervisan los planos, pero las leyes exigen también que haya control permanente de la obra”, dice Zenón Aguilar, subdirector de investigaciones del Centro Peruano Japonés de Investigaciones Sísmicas (Cismid). La ley orgánica de municipalidades exige a las comunas regular y fiscalizar la construcción, remodelación o demolición de inmuebles.

Según el Centro de Estudios y Prevención de Desastres (Predes) y el Colegio de Arquitectos del Perú, solo tres de cada diez edificaciones son supervisadas durante su construcción por inspectores técnicos.
Uno de los principales críticos de la falta de control municipal es Frederick Cooper, una de las más notables figuras de la arquitectura peruana. “Un municipio debe tener un área técnica que vigile todo el proceso de construcción, desde los planos y cimentación hasta el final del proyecto. Hay que vigilar la calidad de la mezcla del concreto, la dimensión de las varillas, los testigos, estibos y otros elementos”, dice Cooper.

Zenón Aguilar, del Cismid, señala que el suelo de Lima tiene alto contenido de grava, lo que hace que nuestra capital sea más estable que Ciudad de México, cuyos terrenos son pluviales y sueltos. “En México el período de vibración es largo y afecta las estructuras más que en Lima, que tiene suelos competentes en zonas como Miraflores, Barranco, San Isidro, San Borja y Jesús María. Pero si lo que se aprobó en planos no se cumple en las obras, un sismo de gran magnitud hará que el período de vibración de la tierra coincida con la del edificio y se genere un quiebre”, opina Aguilar.

En un recorrido de El Comercio por dos edificios que están siendo construidos en la Vía Expresa –en Surquillo y Miraflores–, los trabajadores dijeron que no habían recibido a ningún representante de la comuna en las últimas semanas. Fuentes municipales aducen que tener un equipo técnico especializado superaría el presupuesto de cualquier distrito.

—Caso Costa Verde—
El Cismid ha calculado que una franja de acantilado de la Costa Verde de 30 a 60 metros sería vulnerable a desprendimientos si sucediera un sismo de 8,5 grados. Ello, debido al peso que soporta la Costa Verde por la cantidad de edificios construidos en las últimas dos décadas.

Un edificio de 10 pisos puede pesar 33.000 toneladas. Solo entre Barranco y San Isidro hay unos 85 edificios altos frente al mar de la Costa Verde. Eso equivale a 2,8 millones de toneladas que soporta el acantilado.

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