La Plaza de Armas en 1895, con los cuatro faroles que reemplazaron el alumbrado a gas.
La Plaza de Armas en 1895, con los cuatro faroles que reemplazaron el alumbrado a gas.
/ Archivo El Comercio

La compañía de Alumbrado de Gas previene a todas las personas que han contratado este alumbrado, que no se debe tocar los aparatos colocados en sus respectivas localidades hasta que se les dé un aviso escrito al efecto por D. Melchor Charon.

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Esta noticia escueta daba cuenta de la llegada del alumbrado a gas, como precisa el historiador Héctor López Martínez, Lima tendría que esperar hasta el año nuevo de 1886 para ver la llegada de la luz eléctrica. Fue un día “realmente inolvidable para los limeños. Después de siete años continuos de guerra internacional y civil al fin se vivía el ansiado clima de paz. Por otra parte, en esta oportunidad, la población capitalina disfrutó por vez primera de los beneficios de un trascendental adelanto tecnológico: la luz eléctrica”, precisa el historiador.

Luego señala: “A las nueve y treinta de la noche del 31 de diciembre de 1885 el alcalde de la ciudad, Ignacio de Osma, acompañado de su hija Ignacia y de Marta Llaguno, hija a su vez de uno de los empresarios que habían hecho posible tan importante acontecimiento, pulsaron los botones pertinentes y, de inmediato, las primeras cuarenta y ocho lámparas del alumbrado público iluminaron el alborozo esperanzado de miles de personas apostadas en la Plaza de Armas quienes estallaron en aplausos y otras espontáneas muestras de admiración”.


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