Carlos Batalla

El viaje a la “tierra de sus padres”, como decía la prensa en esos agitados días de julio de 1990, fue un acto ritual, un viaje a la semilla, un regreso los orígenes. Curiosamente, Alberto Fujimori empezaba su gobierno con un viaje a Japón y terminaría su mandato -abrupta y escandalosamente- a fines del 2000 también en Japón, pero esa vez como “refugiado”. Sin embargo, ese viaje (el segundo, pues hubo uno anterior en 1972) tuvo otra connotación para él. No era de “huida” sino de encuentro con el país de sus ancestros. ¿Qué ocurrió en ese extraño viaje de un peruano de origen japonés en la cumbre del poder político?

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