El actor norteamericano Clark Gable llegó a Lima en 1935, en el mejor momento de su carrera en Hollywood. Hacia mediados de los años 30, aun le faltaba vivir el clímax de su papel como Reth Butler en el megafilme “Lo que el viento se llevó” (1939), de cuatro horas de duración. Esa fue la película de su vida: ganadora de ocho premios Óscar, y donde Gable fue la estrella, ganando por 75 días de filmación unos 120 mil dólares. Un récord para su época.
El sábado 5 de octubre de 1935, ya con un gran bagaje y popularidad en el mundo entero, Clark Gable pisó tierra peruana. Cinco años antes había firmado un contrato con la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) para ser una estrella de su staff de actores. Gable filmó así varias cintas durante esos primeros cinco años de la década, e igual lo haría durante todo ese decenio, con dos o tres producciones cinematográficas por año. Un ritmo enloquecedor.
Paseó por Lima como ganador del premio Óscar del año anterior en la categoría Mejor Actor Principal por el filme “Sucedió una noche” (1934), de Frank Capra. En octubre de 1935, cuando llegó a la capital peruana ya había vivido la emoción de ser nominado al Óscar de nuevo por su actuación en “Rebelión a bordo” (1935), de Frank Lyord.
Era una estrella del momento. Quizás por eso el tumulto, el alboroto y el fanatismo alrededor de su figura en esa Lima de mes morado. Sus fans estaban muy entusiasmados. Y es que Clark Gable era un actor impactante, con un aire de autosuficiencia y toques de cinismo inigualables. Con esas armas sedujo al público espectador del mundo entero.
LIMA LO ESPERABA COMO SI FUERA UN DIOS TERRENAL
En la tarde de ese 5 de octubre, el avión de Clark Gable aterrizó en la pista de “Las Palmas”. No pudo hacerlo en Limatambo porque aún el nuevo aeropuerto en Córpac no funcionaba. Su inauguración estaba pensada para un mes después, el 3 de noviembre de 1935.
Se trataba de un viaje por Sudamérica que estaba en la frontera entre el placer y el trabajo. No se tenía una agenda estricta, pero sin duda la estrella de la MGM, con su sola presencia, agitaba el interés por sus cintas que se producían entonces a un ritmo vertiginoso. La industria del cine estaba en pleno ascenso y florecimiento.
A eso de la una de la tarde de esa jornada sabatina, ya había más de mil personas apostadas muy cerca de la pista de aterrizaje para darle la bienvenida. La mayoría de la gente era admiradora que expresaba una gran emoción en ver al galán de la meca del cine.
Para la 1.25 pm., por el lado norte de la pista llegó el avión de Gable, el cual hizo un círculo completo en la pista y luego avanzó hasta la caseta de espera. Al abrirse la puerta, apareció Clark Gable y en el momento en que levantaba el brazo derecho para saludar a sus seguidoras, todas las medidas de seguridad se vinieron abajo.
La masa de gente rompió el cordón de seguridad policial e intentó aproximarse al actor. Sin embargo, este con agilidad y rapidez se dirigió hacia el auto que lo iba a transportar unos 100 metros y llegó justo a tiempo para evitar la avalancha humana. Igual no pudo rechazar el calor humano de unas decenas de fans que llegaron a él para escoltarlo, entre risas y abrazos, hasta el mismo auto que lo sacaría del aeropuerto “Las Palmas”.
Cuando salió con el auto tuvo que hacer varias maniobras para lograr su fin. De esta forma describió El Comercio la escena de película: “El carro emprendió la marcha, abriéndose difícilmente paso y, tomando por el medio del campo de aviación civil, lo recorrió en toda su extensión, para voltear después y enrumbando por el campo de aviación militar, dirigirse a tomar la pista de cemento que conduce de Barranco hacia la Escuela de Aviación ‘Jorge Chávez’”.
Los numerosos policías destacados para el cuidado del actor norteamericano debieron esforzarse para guardar el orden; y esto porque las admiradoras del galán de cine trataban de colgarse de los estribos o de los guardafangos del auto con tal de no perder de vista a su ídolo.
CLARK GABLE SE HOSPEDÓ EN EL COUNTRY CLUB DE SAN ISIDRO
El camino hacia San Isidro tardó unos 20 minutos. Las autoridades se cuidaron en no dar información precisa del lugar dónde se hospedaría el actor. Nadie debía saber que lo esperaba una cómoda habitación en el elegante hotel Country Club. Pero, allí mismo, Clark Gable fue otra vez sorprendido por el público limeño. Pese a todo el hermetismo policial y del entorno de la estrella hollywoodense, los seguidores se las ingeniaron para dar con la ubicación del actor.
Cuando el auto de Gable llegó al hotel, ya había allí un nutrido grupo de fanáticas que gritaban y aplaudían el nombre del galán de tantas películas en esos años. Muchas de ellas lo acompañaron a subir las escalinatas de la imponente fachada del hotel. Fue realmente imposible para los empleados impedir que decenas de fans ingresaran rodeando al actor hasta el interior del recinto.
Solo al pedir las llaves de su habitación reservada, Gable pudo respirar tranquilo. Las fans lo dejaron ir sano y salvo. Intacto. Entonces, el trabajo de los reporteros de la prensa peruana empezó de veras. La misión era obtener, lo más pronto posible, las declaraciones del ilustre visitante.
EL CLARK GABLE QUE TODO QUISIMOS CONOCER
El Comercio y los demás medios de prensa limeños sabían que Clark Gable estaría en Lima por solo un poco más de 24 horas. De allí haría escala de unas horas en Santiago de Chile, para enrumbarse a Buenos Aires, Argentina. Pero lo que pudo confirmar un reportero del diario decano con el propio actor fue que allí, en tierras bonaerenses, se quedaría durante cuatro semanas. Luego recalaría un par de días en Río de Janeiro, Brasil, para luego volar de regreso a los Estados Unidos.
El periodista se las ingenió para acercarse más al actor y lograr sus palabras. Gable fue descrito como alguien “alto, de facciones angulosas, cabello castaño y ojos caídos”. En la entrevista en exclusiva, el actor vestía “pantalón plomo, zapatos de gamuza cabritilla y saco sport; sencillo en el decir, franco, se expresa con soltura”.
El Comercio confirmó que solo estaría en Lima hasta el día siguiente, el domingo 6 de octubre se marcharía del país. “Viajo por placer. Me dirijo a Buenos Aires. Últimamente he desempeñado el rol de algún personaje que en alguna forma tiene que ver con los habitantes de la famosa pampa argentina”, dijo.
El reportero, agudo de oído, calificó a Gable como un tipo que “se expresa en un inglés muy yanqui, muy rotundo, definitivo, de hombre que está acostumbrado a triunfar”. Luego de ofrecer un cigarrillo al periodista, el actor respondió sobre su visita a Argentina.
-¿Tiene usted algún contrato en Buenos Aires?
“No, ninguno. Se trata de un viaje de placer. Vuelvo a decirle que ningún compromiso me liga a este viaje. De la capital de Argentina, proseguiré a Río de Janeiro, ciudad que tengo una gran ilusión por conocer y en la que probablemente me detendré, tal vez dos semanas”.
EL ACOSO FEMENINO LIMEÑO A LA ESTRELLA DE HOLLYWOOD
Cuando la entrevista con El Comercio estaba en plena ejecución y el actor la tomaba con aplomo y curiosidad, en la entrada de su cuarto se produjo una especie de huracán que hizo volar la puerta y en un segundo terminaron adentro, “cuatro o cinco chiquillas, que el ver a Clark Gable se abalanzan sobre él y en medio de efusivas manifestaciones le piden un autógrafo”, describe el cronista.
Entonces es cuando se observó el manejo de estas situaciones por parte de la estrella de Hollywood. “Clark, sonriente, accede, mientras dirige miradas a la puerta, y las despide cariñosamente”. Su manager se ofuscó, miró a los periodistas como culpables, y admitió que la situación estaba desbordada. Gable estaba sitiado, literalmente hablando.
Por todos los corredores del Country Club había mujeres que avanzaban de un lado a otro, en grupos de a tres o cuatro con un solo fin: encontrar al galán de sus vidas. “Y así transcurren los minutos y los cuartos de hora y hasta una hora, y poco a poco se han ido filtrando a la salita del departamento que ocupa el artista, hasta treinta personas”, señala El Comercio.
Todos constataron que cualquier precaución era inútil. La seguridad del hotel echó a las admiradoras, pero estas protestaron airadamente, y era porque sabían con seguridad que Gable solo estaría hasta el día siguiente en Lima y sería la última vez en sus vidas que lo verían tan cerca. Así, hasta una mujer ya adulta, de más de 50 años, gritó molesta:
“¡Si no queremos más que verlo, dígale usted que salga!”, dijo la mujer.
Ya para entonces la entrevista había acabado abruptamente, y solo alcanzó tiempo para saber que Gable almorzaría a eso de las 3 de la tarde en su misma habitación, y luego saldría a conocer Lima, medio de incógnito para no ser reconocido.
Al final de todo, el reportero del diario decano intentó dejar la habitación sin éxito. La puerta estaba cerrada con llave ante la amenaza de las fans limeñas. Hasta que apareció el administrador y le fue abriendo puerta tras puerta hasta la salida principal.
“¡Cuidado, señor… exclama, no vaya a meterse nadie!”, sentenció el administrador.
El reportero de El Comercio cruzó el umbral con una gran sonrisa, mientras frotaba en el interior del bolsillo de su pantalón, el trozo de papel en el que Clark Gable le había estampado su deseada firma.
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