/ Detrás de la historiaAclara a la audiencia como se reporteó una noticia.
| Informativo
Eran las diez de la mañana del 20 de agosto de 1979, cuando una camioneta picap del Banco Agrario del Perú salió repleta de dinero de su oficina central, ubicada en el Jirón Carabaya, en el Cercado de Lima. A bordo del vehículo iban cuatro personas: el chofer Pedro Cárdenas, el funcionario Carlos Usuriaga, el agente de seguridad, Manuel Ibérico y su hijo de 11 años de edad. Ellos se dirigían a la cooperativa agraria cafetalera de La Merced, situada en el departamento de Junín. No imaginaban el terror que vivirían horas después.
Cerca de la una de la tarde, el camión de la entidad financiera fue interceptado sorpresivamente por dos automóviles sin placas cuando pasaban por el kilómetro 93 de la Carretera Central. De ambos vehículos bajaron seis sujetos fuertemente armados y encapuchados, quienes redujeron a los pasajeros a punta de golpes en cuestión de segundos. Después, los amordazaron y amararon de pies y manos. De esta manera, los delincuentes se apoderaron del furgón y lo llevaron hasta el puente Río Seco.
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Ya en el lugar, los facinerosos escondieron la camioneta secuestrada debajo del viaducto y abrieron la caja de seguridad. Extrajeron 180 millones de soles como botín y dañaron el motor del auto. Luego, huyeron sin dejar rastro. Horas más tarde, los empleados de la entidad bancaria lograron liberarse de sus ataduras y se dirigieron hacía un puesto de la Guardia Civil (GC) en Surco. Allí denunciaron el robo.
Tras ello, los cuatro rehenes fueron llevados a la Clínica Internacional para ser atendidos por las fuertes contusiones que presentaban. Esa misma noche, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y la Guardia Civil iniciaron un gran operativo por todo el país tras obtener varias pistas en la escena del crimen. Un complicado caso policial empezaba para los investigadores.
El sábado 25 de agosto de 1979, la policía reveló a El Comercio que dos empleados de la empresa habían dado, por separado, todos los detalles del viaje realizado por el camión de caudales a una organización delictiva poco conocida. Esta información la obtuvieron de la declaración de ambos trabajadores tras ser detenidos. Los agentes confirmaron que los operarios recibieron una fuerte suma de dinero y dos kilos de droga por su participación en el robo. Las especificaciones del itinerario del vehículo bancario se proporcionaron en diversas reuniones.
Uno de los detenidos reveló los nombres y alias de la mayoría de los integrantes de la organización. Ese dato permitió que investigadores de la PIP activaran el plan “Cerco 2” y se movilizaran con picos y palas por varios sectores de La Molina, Chorrillos y Santa Eulalia. Esa anoche, la mayoría de peritos regresaron sin atrapar a ningún delincuente. Otro grupo policial se quedó buscando a los malhechores por esas zonas.
Más adelante, el 31 de agosto, los investigadores confirmaron que tenían detenido a César Larrea Mendoza, cabecilla de la banda criminal que realizó el millonario atraco. El avezado delincuente había sido un ex trabajador del Banco Agrario. El “cerebro” de la organización delictiva informó a los agentes que algunos de sus cómplices se habían fugado a distintas partes del país. Uno de ellos, Tito Agapito Arias, alias “Negro Pelé”, tenía 30 millones de soles del botín y se encontraba escondido y resguardado por narcotraficantes en la selva de Pucallpa. A él lo conoció cuando ambos asaltaron una joyería en 1971.
También reveló que Mario Talledo Pequeño, de 37 años de edad, era otro de sus compinches fugitivos. Este malhechor había viajado hacia Chimbote con la intención de cruzar la frontera norte. Ese día, el jefe de la PIP también reconoció la gran labor sin descanso que realizaban todos los agentes de este caso policial, ya que esto había permitido capturar a la mayoría de los delincuentes que participaron en el asalto calificado como “robo del siglo”.
Días después, el lunes 3 de setiembre, la PIP informó que faltaba identificar a tres de los asaltantes que ejecutaron el robo. Explicaron que los autos usados en el atraco fueron alquilados y que el cabecilla dirigió el plan desde lo más alto del serpentín de la carretera. Desde allí dominó a sus cómplices. Además, dos de sus compinches lograron detener a todos los autos que venían de la Sierra, bloqueando el camino con sogas y piedras. Los delincuentes se hicieron pasar como trabajadores del Ministerio de Transportes.
Además, revelaron que la idea inicial de Larrea era robar la oficina central del Banco Agrario dos años antes (1976), cuando aún trabajaba en esa entidad. El plan fue descartado al considerarse “imposible” de ejecutar por la gran cantidad de personas que iban a esa sucursal y por el difícil sistema de alarmas que funcionaban en la bóveda. Por eso, se planificó el asalto a una de las camionetas de ese banco que transportaba caudales a diferentes lugares del país.
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Este atraco se iba a realizar el 27 de julio, fecha en que los delincuentes sabían que la camioneta bancaria transportaría 450 millones de soles. Sin embargo, los malhechores no lograron conseguir a tiempo los vehículos necesarios para su plan. Es así como cambiaron de día y tuvieron más tiempo para ensayar. Esto los llevó a pensar que era necesario asesinar de todos los pasajeros del camión de caudales. Algo que después se cambió, ya que sabían que si los atrapaban los iban a fusilar.
La tarde del martes 4 de setiembre de 1979, el jefe departamental de la PIP dio una conferencia de prensa en el edificio de unidades operativas de esa institución, ubicado en la esquina de la avenida España y el jirón Paraguay, en el Cercado de Lima. Allí reveló todos los detalles del robo y mostró ante la prensa a los cinco principales delincuentes implicados en el asalto.
Los detenidos eran: César Larrea Mendoza, Angel Bernales Herrera, Luis Bernales Herrera, Carlos Guardamino Mendoza y Ricardo Novaro Mendoza. El director policial también confirmó que en el atraco participaron 8 criminales. Además, mostró los más de 100 millones de soles que lograron recuperar hasta ese momento. El dinero recuperado fue guardado en una caja de seguridad del Ministerio del Interior para ser entregado a un funcionario del Banco Agrario. También recalcó el incansable accionar de los investigadores, quienes lograron ubicar a la mayoría de los delincuentes en menos de 48 horas.
Instantes después, César Larrea, el cabecilla de la banda, confesó ante los periodistas que fue él quien planeó el asalto a la camioneta sin saber cuánto dinero llevaba. “Sabía que era mucho”, dijo el ex miembro de la Guardia Republicana del Perú (GRP). Además, explicó, con una voz entrecortada, que había robado para poder “comprarles una casa a sus ancianos padres, darles una buena educación a sus hijos y ayudar a sus amigos del barrio”.
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Asimismo aclaró que era imposible que los rehenes lo hubieran reconocido. “Yo estuve encapuchado y todo fue tan sorpresivo y violento que no creo que hayan tenido tiempo para reparar en mí”, dijo Larrea. Instantes después, la policía confesó que, tras ser detenido, el cabecilla presumió haber realizado el mayor asalto de todos los tiempos en el país en tan solo 3 minutos. Todo un récord para él, ya que en los ensayos previos al delito habían demorado más tiempo.
Al día siguiente, el 5 de setiembre de 1979, más de un centenar de detectives de la PIP acompañaron a los cinco delincuentes hasta el kilómetro 93 de la Carretera Central para realizar la reconstrucción del asalto. El hecho se efectuó a la misma hora en que se produjo le robo. Ahí Larrea confirmó que tuvo la intención de disparar a los pasajeros cuando detuvo el camión de caudales. La presencia del hijo del agente de seguridad lo obligó a detenerse. Esto hizo que lanzara dos tiros al aire y fuera empujado por su lugarteniente para calmarse.
Luego, enseñó a la policía cómo maltrató a los cuatro ocupantes de la camioneta, incluyendo al menor de 11 años. Después, aclaró que tuvieron que arrojar a los trabajadores al suelo y los pusieron boca abajo para que no los reconocieran. Segundos después, los amarraron con cable eléctrico en las manos y pies. También les colocaron una esponja con tiras de plásticos para taparles la boca.
En seguida, los asaltantes abrieron la caja forrada con zinc de la tolva del vehículo bancario y sacaron los 180 millones de soles. El dinero lo colocaron en bolsas negras. Después, encerraron al menor en la caja de seguridad y amenazaron con matar a dos de los empleados. Es así como finalizaron el atraco subiéndose a sus autos y fugaron con rumbo desconocido.
Tras la reconstrucción de los hechos, la policía reveló que el hijo del agente de seguridad logró identificar a uno de los malhechores. Esta fue una de las piezas claves para resolver el asalto. Una pista que ayudó a arrestar a la gran mayoría de delincuentes del considerado “robo del siglo” en el Perú.
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