Tras quedar bajo el dominio de Chile durante casi medio siglo, luego de la funesta ‘Guerra del Salitre’ o más popularmente conocida como la ‘Guerra del Pacífico’ (1879-1983), la heroica ciudad de Tacna fue oficialmente reincorporada al Perú. Fue un 28 de agosto de 1929. En ese día histórico para nuestra nación, se vivió una jornada de manifestaciones patrióticas y de algarabía en el pueblo tacneño. Ellos podían dar fe de lo que significaba ser peruano entonces. Pues habían soportado con dignidad y valentía el hostigamiento de las fuerzas de ocupación durante ese prepotente cautiverio.
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Con marchas, discursos y vivas al Perú en esa simbólica ciudad de la resistencia, el Perú cerró un capítulo de su historia. El conflicto con Chile que estalló en abril de 1879 tuvo consecuencias nefastas para nuestro país. La derrota trajo consigo el sacrificio de vidas humanas, el saqueo del patrimonio cultural, la ruina económica y, sobre todo, la pérdida de parte del territorio nacional.
Mediante la firma del histórico Tratado de Ancón, el 20 de octubre de 1883, el Perú entregó a perpetuidad la provincia de Tarapacá a Chile, mientras que las provincias de Tacna y Arica fueron cedidas a este país por diez años.
Al término de ese período, un plebiscito debía de decidir la suerte final del territorio en disputa. Sin embargo, pasó el tiempo acordado y el plebiscito no se realizó, eso provocó un conflicto diplomático que duró varios años entre ambos países.
Al prolongarse las negociaciones sin ningún acuerdo posible, las autoridades de la ocupación chilena empezaron una campaña de “chilenización” en Tacna y Arica. Tal campaña abusiva incluyó el traslado de numerosos agentes militares y civiles de Chile a esas provincias peruanas.
Asimismo, clausuraron escuelas, expulsaron curas y profesores, hostigaron la labor de los periodistas peruanos y prohibieron los desfiles y el izamiento de la bandera peruana.
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Toda manifestación patriótica solo era posible de forma clandestina o dentro de los hogares. Cualquier gesto de peruanidad estaba prohibido en público. Sobre el tema, el historiador Jorge Basadre (1903-1980), quien vivió de niño y adolescente el acoso de la ocupación, escribió: “El amor al Perú tenía su reducto en los hogares, lo enseñaban las madres como los arrullos de la primera edad”.
Transcurrieron los años ya en el siglo XX y el acuerdo para la recuperación de la provincia de Tacna se obtuvo finalmente el 3 de junio de 1929, en Lima, cuando el ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Pedro José Rada y Gamio, y el ministro Plenipotenciario de Chile, Emiliano Figueroa Larraín, firmaron el Tratado de Lima.
El convenio entre ambos países determinó que el territorio de Tacna retornara al Perú, mientras que Arica, lamentablemente, quedaría a perpetuidad bajo la soberanía de Chile. Se estableció, además, que la línea divisoria entre dichos límites se inicie desde un punto de la costa denominado “Concordia”.
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En vista de los hechos consumados, se debía cumplir el tratado en el tiempo más corto. Entonces, a las 2 de la tarde de aquel inolvidable 28 de agosto de 1929 se inició la desocupación de las autoridades chilenas, después de casi cinco décadas de ocupación invasión.
El ambiente tacneño que se vivía en esos instantes era una mezcla de celebración patriótica y tensa calma, la cual fue desvaneciéndose poco a poco.
Los encargados de presidir la ceremonia oficial de transferencia y los posteriores festejos fueron el prefecto de Tacna, Federico Fernandí; el alcalde de la ciudad, Armando Vargas Blondell y el canciller Rada y Gamio. En representación del país sureño, estuvo presente en el acto protocolar el Intendente Gonzalo Robles, y el gobernador de Arica, Alberto Serrano.
El Comercio dio la noticia y detalló en su editorial: “La reintegración de Tacna a la nacionalidad peruana es un grato acontecimiento histórico que el Perú entero acogerá con la más viva y justificada satisfacción patriótica”.
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Con la firma del documento declaratorio y los discursos de rigor, todo estaba oficializado. Chile se iba para siempre de Tacna, y solo quedó el festejo y la algarabía de los tacneños y de todos los peruanos.
Miles de compatriotas vitoreaban y no cesaban de cantar el himno nacional en las calles libres la Tacna recuperada. La emoción embargaba a las autoridades, pero más a los hombres y a las mujeres del pueblo tacneño.
Mientras tanto, en Lima, los festejos celebratorios se sucedieron con desfiles militares en el antiguo hipódromo de Santa Beatriz. A pesar de haber perdido Arica y antes Tarapacá, Tacna y toda su historia se quedaban para siempre con el Perú. La fiesta era nacional.
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