La historia del peruano que luchó en la Segunda Guerra Mundial y trajo valiosos trofeos
César Ugarte peleó en el Ejército de los Estados Unidos en esa conflagración mundial (1939-1945). Así obtuvo una serie de reliquias valorizadas en su momento en 5 millones de soles.
Un día después de que miles de fieles acompañaran a la imagen del Señor de los Milagros hasta su llegada al Convento de las Nazarenas, en la avenida Tacna, una increíble historia circuló por las calles limeñas a través de El Comercio. El 11 de octubre de 1970 se conoció que el peruano César Ugarte Salomone había luchado de manera extraordinaria en la Segunda Guerra Mundial. Muy joven se había enrolado en el Ejército estadounidense cuando visitaba allá a sus abuelos en 1944. En el feroz conflicto consiguió “trofeos de guerra” que guardó celosamente en la casa de su suegra, en Miraflores. Tales reliquias fueron valorizadas en cinco millones de soles.
HISTORIA DE UN GUERRERO
Nacido en Bellavista, en 1926, César era hijo del peruano César Ugarte Álvarez y la estadounidense María Carmela Salomone. El joven se trasladó a Estados Unidos para visitar a sus abuelos maternos. Corría el año 1944 y el peruano no lo pensó dos veces y se enroló al ejército de ese país para ir al frente en la Segunda Guerra Mundial. Ahí recibió un duro entrenamiento en el Cuerpo de Tanques de Fort Knox, en Kentucky.
Su primera misión fue como cabo en la campaña realizada en Italia. Desde ese momento, sus compañeros del Ejército lo llamaron “Souvenir”, porque todo lo que no estaba clavado en la tierra se lo cargaba él. Fue así como obtuvo la bandera y el puñal del reconocido general alemán y Mariscal de campo Gerd Von Rundstedt.
Jugando póker con un inglés consiguió la banderola del acorazado Bismarck. De esta manera, Ugarte guardó algunos “trofeos de guerra” como también la gorra del capitán de corbeta Günther Prien; las placas de la SS (escuadrón de protección nazi) y sellos de la “Organización Todt”; entre otros recuerdos de su lucha en la Segunda Guerra Mundial. Estas reliquias estaban valorizadas en cinco millones de soles.
“No era tan fácil conseguir muchos de estos trofeos, pues los alemanes, para resguardarlos usaban las llamadas ‘trampas de bobos’, que explotaban fácilmente al ser manipulados por los hombres”, dijo Ugarte al cronista de El Comercio. Además, explicó, todos estos recuerdos estaban celosamente guardados en la residencia de su suegra, ubicada en la avenida Jorge Chávez, en Miraflores. Allí también almacenaba más de seis mil soldaditos de los ejércitos de Aníbal, Julio César y Napoleón, pero en miniatura.
RECUERDOS BÉLICOS
Durante la entrevista con el diario decano, Ugarte contó que estaba casado y tenía dos hijas. También recordó que un día casi pierde la vida al explotarle una granada durante la guerra en Europa. Por eso, el peruano fue hospitalizado por más de cinco meses con heridas en las piernas y la espalda. Fue dado de baja y enviado a Panamá como instructor de la entonces recién creada Escuela de Infantería para Oficiales Latinoamericanos.
Después de seis meses, obtuvo una licencia para venir al Perú a visitar a sus padres. Luego, retornó a Panamá y, posteriormente, fue llamado a la Escuela de Bomberos de Nueva Orleans, donde trabajó hasta enero de 1947 con el grado de Teniente. Tuvo una amplia y reconocida trayectoria profesional en suelo estadounidense.
El valeroso guerrero fue condecorado por la Benemérita Guardia Civil (GC) y la Fuerza Aérea del Perú (FAP). Ugarte también recibió distinciones en Francia, Italia, Estados Unidos, Panamá y Chile. Luego de ello, dedicó su vida a la actividad comercial, lo que le permitió obtener la más grande colección de barcos en miniatura, con unas dos mil naves que serían entregadas a la Marina de Guerra del Perú.
Antes, ya había obsequiado más de mil aviones a escala a la FAP. También cedió al Ejército Peruano una colección entera de soldaditos en miniatura. Finalmente, César Ugarte dijo que en Inglaterra y en Estados Unidos (Los Ángeles) tenía guardado parte de este repertorio que esperaba traer al país, para ser colocada junto a sus trofeos de guerra en un museo que abriría en su nueva casa.