A BORDO DEL TALISMÁN
AL ANCLA, CALLAO,
JULIO 9 DE 1879
SS.EE.,
Salimos del Callao a las 6 de la mañana del miércoles 18 del pasado junio, con rumbo al Norte.
El viaje del Talismán tenía por objeto traer una cantidad considerable de armamento que debía llegar a Panamá el 22, esto es, algunos días después de la salida de ese puerto del Chalaco, que, como se sabe, había llevado una comisión idéntica.
El 24, en la noche, llegamos a un punto del Golfo de Panamá distante más de 20 millas del puerto de este nombre. Allí recibió el Comandante una comunicación del señor J.A. Miró Quesada, comisionado por nuestro Gobierno para facilitar el tránsito de armas por el Istmo. En esa comunicación se anunciaba que el Chalaco había salido cargado de armas para el Callao, sin novedad, y se insinuaba la conveniencia de que el Talismán permaneciera donde se encontraba, hasta nuevo aviso.
A las pocas horas de nuestra lelgada, era ya inútil conservarla en secreto, porque la noticia circulaba ya en tierra y, por consiguiente, se creyó oportuno que el Talismán se presentara en el fondeadero el 25, en la tarde.
Hasta entonces, se había creído poder realizar el embarque del armamento esa misma noche, pero no fue posible hacerlo, porque el gobierno del Estado se opuso, por medio de una orden provisional dada al Superintendente General del Ferrocarril, orden que fue ratificada al día siguiente por la resolucióon que en otro lugar inserto.
Como debe suponerse, desde ese momento se inició una verdadera campaña para conseguir el embarque de las armas, que pretendía detener el gobierno de Panamá y que tan necesarias nos eran.
Por fortuna, los intereses peruanos se hallaban en esta ocasión estrechamente ligados con los del ferrocarril del Istmo; y el primer triunfo que alcanzamos fue que el Superintendente de la mencionada línea lo reconociera así, según se verá por la comunicación que aparece después del decreto del gobierno de Panamá.
Por último, el 1º de julio se resolvió que las gestiones que incesantemente se habían hecho cerca del Presidente del Estado, dieran un resultado satisfactorio, pues aquel funcionario consistió en permitir el embarque de las armas para un puerto neutral, sin exigir fianza que garantizara su arribo a él, como pretendían los agentes chilenos.
Esto decidía la cuestión. La petición del embarque que se hizo al día siguiente, con destino a Punta Arenas en la goleta Triunfo, no sólo fue por los pertrechos que estaban en el Istmo desde el 22, sino por una nueva partida que llegó el 28 de Nueva York. Concedido el permiso, se procedió inmediatamente al embarque; y después de 24 horas de incesante labor, el Talismán, que desde hacía 48 horas faltaba de Panamá, hacía rumbo al Callao, el 3 del presente, a las 12 del día, cargado hasta los imbornales.
Salvada la cuestión de hecho, que era la que más intersaba por el momento, era necesario pensar en la de derecho. De esto se ocupaban el Cónsul peruano en Panamá, señor Vallarino, y el Cónsul General, no reconocido aún, señor Márquez, quienes, de común acuerdo, contestaron al Presidente del Estado la nota impidiendo el embarque de armas para el Perú, con el oficio que se publicó después de la nota del Superintendente del Ferrocarril, que fue dirigida y publicada el día 2.
Durante nuestra permanencia en Panamá, además de las gestiones oficiales que se hacían para evitar el embarque de las armas, los chilenos recurrieron a otros medios ridículos por demás y que no sirvieron sino para dar la medida de su impotencia e impopularidad en el Istmo.
Ofertas de dinero para echar a pique las lanchas cargadas con nuestras armas; embarcaciones tripuladas con gente de cuchillo corvo, vigilando constantemente aquellas lanchas y otras manifestaciones igualmente pueriles, que servían de diversión constante a peruanos y panameños: he aquí los grandes recursos de la diplomacia chilena en Panamá.
La verdad es que hubo un momento en que nuestros enemigos creyeron tener la partida ganada, porque se imaginaban poder contar dócilmente con el Presidente Ortega; pero, cuando salieron de su error, cuando vieron que este funcionario, aunque en realidad había dañado al Perú, interpretando en sentido desfavorable la ilustrada declaración del gobierno de Bogotá sobre la neutralidad del Istmo y que estaba muy lejos de simpatizar con la causa de las hordas chilenas, redujeron sus esfuerzos a intriguillas de cuyo éxito da medida exacta la llegada de las armas al Callao.
A las 24 horas de nuestra salida de las aguas de Panamá, encontramos al vapor Lima que iba del Callao para ese puerto y al que detuvimos para que nos diera noticias.
Supimos por el Lima que, a su salida del Callao, circulaba el rumor de que el transporte chileno Rímac había sido despachado de crucero entre Paita y Guayaquil en busca del Talismán. Esta noticia coincidía con la que tuvimos en tierra, en Panamá, de origen chileno, la víspera de embarcarnos, anunciando que la Magallanes y otro buque ligero enemigo vendrían en nuestra persecución.
El Comandante Sánchez, que es hombre que no se alarma con facilidad, no dio mucha importancia al anuncio; pero, no obstante, enmendó el rumbo convenientemente y mandó aclarar la cubierta que estaba atestada de carga, a fin de que las cuatro pequeás carronadas de a bordo pudieran funcionar con libertad en caso de encontrarse con algún buque chileno.
Nuestro viaje continuó sin novedad hasta hoy, en la mañana, en que fondeamos en Supe, donde el Comandante debía esperar instrucciones del Gobierno, y de cuyo puerto dirige a Uds. Un telegrama el señor Miró Quesada, que viene a bordo, comunicándoles noticias de Europa y Estados Unidos, de que será pportado el Lontué, que salió de Panamá un día antes que el Talismán, esto es, el 2, y que no llegará al Callao sino pasado mañana.
Por fin, a las 11 de esta noche ha fondeado el Talismán en el Callao, terminando así, de manera satisfactoria, su importante comisión.
El Corresponsal.
J.R.C.
(El Comercio, 10 de julio de 1879).
Viaje de la “Unión”
A BORDO DE LA UNIÓN,
ARICA, 16 DE JULIO
DE 1879
SS.EE.,
Ya me tienen Uds. nuevamente en campaña. Hasta aquí no hemos tenido ninguna novedad, por lo que esta correspondancia no tendrá grande importancia, pero a falta de acontecimientos notables, procuraré hacer una narración detallada de nuestro viaje, desde que salimos del Callao, hasta este momento, en que fondeamos en el puerto de Arica.
A las 3 de la mañana del domingo 13, nos largamos de la boya a que estábamos amarrados en el fondeadero del Callao y a las 4 ya doblábamos en Cabezo de la Isla de San Lorenzo. En este momento paó la máquina porque había acontencido una desgracia. Un fogonero, que se ocupaba en aceitarla, cayó entre los caballos, causándole el choque la muerte instantánea. Se subió inmediatamente el cadáver a la cubierta y se depositó en un bote para ser sepultado en la primera caleta donde pudiéramos recalar.
Ya claro el día, con una mar de leva y teniendo por nuestro costado de babor los islotes Palominos, continuamos nuestra derrota, teniendo la costa a la vista, hasta las 6 de la tarde, que teníamos por la proa la isla de Sangallán; aquí se enmendó el rumbo para recalar en la bahía de Paracas.
En la noche, fondeamos en la referida bahía y se mandó a tierra para que se enterrara el cadáver del fogonero, que aún estaba a bordo.
A las 4 de la mañana del lunes nos pusimos en movimiento costeando primero la bahía de Paracas y, en seguida, el boquerón de Sangallán. Amaneció este día la mar gruesa del Sur, viento fresco del SE., cielo y horizonte claros, a la vista de la costa, teniendo por la proa las islas Viejas. Todo el día siguió la mar y viento fresco de proa.
El día martes amaneció como los anteriores, con viento fuerte y mar gruesa del SE., hasta las 4:00 p.m., que avistamos de babor el puerto de Caballos.
Sin ninguna novedad, seguimos nuestro viaje, mar de leva y viento fresco.
A las 10 avistamos por la cuadra de babor la quebrada de Ocoña. Como estuviera nublado el día, no se pudo tomar, como los anteriores, la altura meridional.
A las 7 de la noche llegamos al puerto de Mollendo para tomar noticias. Aguantados sobre la máquina, esperamos al Capitán de Puerto. Este no pudo venir por la braveza del mar, pero mandó a decir que no sabía nada de nuevo y que el Huáscar y la Pilcomayo estaban en Arica.
Con estas noticias, pusimos proa en demanda de Arica, a donde acabamos de fonder, 12 del día.
Al Huáscar lo encontramos fondeado en este puerto.
Con motivo de ser hoy el aniversario de la república de Bolivia, está embanderado todo el pueblo; ha habido Misa de Gracias. En Tacna se da hoy un lunch al general Daza. Los pormenores de la fiesta se los comunicará el Corresponsal en este puerto.
Sin más.
J.R.C.
(El Comercio, 21 de julio de 1879)