La pesadilla termina recién cuando uno despierta. Julio César Conde Vilca y Bernardo Conde Vilca: estos son los nombres de las primeras víctimas reales del terror de Sendero Luminoso. La madrugada del 18 de mayo de 1980 ellos sintieron en carne viva el inicio del episodio más cruento que ha vivido el país. Sus nombres, sin embargo, nunca han sido mencionados ni en documentos oficiales ni en artículos periodísticos porque recién hoy, 30 años después, se sabe exactamente qué sucedió en Chuschi.
Este pueblo escondió detalles de un suceso que aún no se olvida, pero que marca el inicio de la guerra contra el terrorismo. Ahora es una buena ocasión para hacer catarsis.
La historia oculta
La historia hasta hoy conocida cuenta que Florencio Conde Núñez, entonces encargado de la Oficina Electoral instalada en Chuschi, dormía la noche del 17 de mayo de 1980 (víspera de elecciones) en el local donde se almacenaba todo el material electoral necesario para el proceso.
En la madrugada del 18 se despertó con los golpes a la puerta de un grupo de desconocidos que decían ser militares de la base de Cangallo. Florencio ha contado decenas de veces que nada pudo hacer cuando un terrorista encapuchado le apuntó con un arma mientras los otros extraían todo el material, que después sería incendiado. Y decenas de veces aseguró que uno de sus hijos, que lo acompañaba esa noche, no se despertó a pesar del ruido.
Pero esas decenas de veces Florencio mintió. O, más bien, disfrazó una verdad para proteger a su entorno. “Yo no estuve en la Oficina Electoral esa madrugada”, reveló con cierta vergüenza Florencio a El Comercio, cuando fue ubicado ayer en el puesto del mercado de Chuschi, donde vende comida junto a su esposa, Diodora Conde.
A unos metros del puesto del mercado estaban sus dos hijos, Julio César y Bernardo, que en 1980 tenían 10 y 14 años, respectivamente, y que ahora son profesores escolares. Fue Julio César quien se animó a contar la verdadera historia. “Todo empezó con una traición”, dijo al inicio de una conversación que fue interrumpida cada vez que las lágrimas le impedían hablar.
El primer susto
Lo narrado por Julio César Conde ha sido confirmado por varios pobladores de Chuschi, incluidas las autoridades locales. La noche del 17 de mayo de aquel año, un primo de su padre (cuyo nombre se mantiene en reserva) le ofreció a don Florencio tomar una bebida alcohólica. Este aceptó. Pasaron varias horas y este pariente había conseguido disuadir a Florencio para que siguiera bebiendo.
“Toda mi familia pensó que este pariente tuvo algo que ver, que pudo haber estado metido con los ‘cumpas’ (terroristas). Él quería embriagarlo para que dejara sin protección el material electoral”, explicó Julio César.
La madre de los menores, sabiendo que la oficina no podía quedar sin vigilancia, pidió a sus dos hijos que pasaran ahí la noche. Bernardo y Julio César acomodaron unos pellejos de animales en el piso y así durmieron.
En la madrugada despertaron con pánico: entre amenazas, unos supuestos militares les exigían abrir la puerta. Julio César lloraba acurrucado en el pellejo que le servía de cama. Bernardo, con coraje precoz, respondió en quechua: “Manan kichamuykikumanchu papaymi piñakuwanmanku” (“No puedo abrir; mi papá se molestará”). La vida les cambió tan rápido como tarda una patada en tumbar una puerta.
Los senderistas se llevaron todo. Bernardo, dominado por un impulso irrefrenable, corrió en la oscuridad hacia su casa y despertó a sus padres. Don Florencio, zarandeado por la culpa y el miedo (y la borrachera, es cierto), corrió y rescató a su hijo menor. “Lo que más dolió fue ver que mi papá salió sin sombrero. Él jamás salía sin sombrero”, recuerda José Carlos.
Día de reconciliación
Lo que vino después ya es conocido: que Florencio, acompañado por los ‘varayoccs’ (autoridades) de la zona y del gobernador Alejandro Galindo, encontró el material que aún se incendiaba. Que juntos atraparon al principal sospechoso, el profesor Bernardo Azurza. Que este escapó. Que no podían informar sobre lo ocurrido a otros pueblos cercanos porque los senderistas habían cortado los cables del telégrafo. Que las campanas de la iglesia nunca dejaron de repicar en la noche más larga de la historia de este pueblo.
Florencio decidió que había que contar otra historia, la que por 30 años se adoptó como oficial. En primer lugar —como lo reconoce— “porque tenía que salvar mi trabajo”.
En segundo lugar, porque sabía que iba a ser perseguido por los terroristas y por las Fuerzas Armadas. Él estuvo preso tres días y tres noches. Los militares lo acusaban de ser colaborador de los ‘terrucos’, cuando él nunca antes había siquiera escuchado esa palabra. Si él no creaba aquella historia paralela, sus hijos habrían sido blanco de todos. Y sus hijos ya no merecían más sustos.
La mañana de ayer, en Chuschi, la familia Conde vivía un día distinto. Unas horas antes, Julio César había recibido los primeros ejemplares del libro El lunar rojo del mundo, que demoró 20 años en escribir y que cuenta lo que ocurrió en Chuschi desde aquella madrugada del 18 de mayo de 1980.
—¿Y por qué se titula El lunar rojo del mundo?
—Pues porque eso decían que era Chuschi: la cuna del terrorismo. ¿Lo era acaso?
El presente de este pueblo
La lucha contraterrorista doblegó la férrea unidad comunal de Chuschi, según explicó su alcalde, Timoteo Cayllahua. Luego de la quema del material electoral, los senderistas volvieron al pueblo en el mismo 1980 para hacer proselitismo y en 1983 para liberar todos sus impulsos tanáticos, lo que incluyó asesinatos, violaciones y el incendio de la municipalidad. “Muchos no tenemos partida de nacimiento, porque se quemaron”, indicó Cayllahua.
Llegaron luego las Fuerzas Armadas y empezó la vida entre dos fuegos. El propio alcalde asegura que dos parientes suyos fueron detenidos un día por la policía sin que nunca más se supiera de ellos. De hecho, la Comisión de la Verdad dio cuenta en el 2002 del hallazgo de una fosa que contenía los cuerpos de ocho campesinos asesinados presuntamente por militares.
Actualmente Chuschi sigue siendo una localidad parcialmente marginada. Aunque la tasa de analfabetismo ha logrado reducirse del 60% al 20% en cinco años, lo que más preocupa es el índice de desnutrición infantil, que bordea el 62%.
En puntos
Durante la madrugada del domingo aparecieron volantes alusivos a Sendero Luminoso en los sectores de San Juan Bautista, Carmen Alto y Nazarenas, en Huamanga.
En los volantes, firmados por el frente senderista del Alto Huallaga (de “Artemio”), se critica a los terroristas del VRAE, liderados por los hermanos Quispe Palomino.
El jefe de la IX Dirección Territorial Policial, general Jorge Giglio, indicó que se ha reforzado el patrullaje en vísperas del 18 de mayo.