En el nombre del padre
Mi columna nostálgica anticipándose al Día del Padre de esta semana. Un recuento con los más importantes padres nostálgicos de la TV y el cine y un mensaje personal a alguien que ya no está
La última vez que hablé con Sabino me pidió que prenda el viejo RCA de catorce pulgadas de su habitación. Eran las cuatro de la tarde y en Panamericana Televisión estaban pasando la repetición número 524 del capítulo 38 de “Bonanza”. Mi abuelo solo tenía un pasatiempo: ver series y películas de vaqueros. Él las llamaba “cowboyadas”. Ese día me pidió que suba el volumen porque casi no escuchaba nada. Que arregle la antena de la TV porque veía todo difuso. Me pedía llorando que no me vaya. Pero la enfermera abrió la puerta y me enseñó el reloj. Tenía que irme pero antes le prometí que cuando tuviera mi primer hijo le hablaría de llaneros solitarios y de Clint Eastwood. Le prometí que iba a ser un buen padre. Y mientras me iba, no dejaba de mirarlo. Estático. Resignado a no ser el hombre fuerte del ayer. Allí estaba sentado en su silla de ruedas frente al televisor. Lo único que le importaba era saber qué pasaba en la Ponderosa con los hermanos Cartwright. Yo me alejaba despidiéndome. Sin decirle nada.
Cumpliré mi promesa. Quisiera ser un buen padre. Tan abnegado como César Costa en “Papá Soltero” y tan preocupado las 24 horas como Arturo Puig en “Grande Pa”. Un padre que abrace a su hijo cuando le rompan el corazón por primera vez como lo hizo Jack Arnold con Kevin en “Los Años Maravillosos” o uno que no le importe tener que disfrazarse de mujer para ver a sus hijos como Robin Williams en “Papá por siempre”. Quisiera ser un padre gracioso y renegón como Don Ramón (ícono de los padres solteros de todos los tiempos). Jamás abandonaría a un hijo como lo hizo el papá del Chavo del Ocho.
Me gustaría ser como Gokú, quien hasta después de morir está presente cuidando a Gohan y Goten. O uno tan sabio como Papá Pitufo o uno tan heroico como Jor El (padre de Superman). Quisiera ser padre, pero un padre que a pesar de caminar con el ceño fruncido tengo el mejor rostro de amor con sus hijos como lo hacía Pedro Picapiedra con Pebbles.
Un padre que no se desentienda como Al Bundy o uno con más respuestas que Homero Simpson. Quisiera ser un padre que se siente en la sala con sus hijos frente a la televisión para decirles que hubo un tiempo donde no existían realitys y sí algún western como “Bonanza” o “El Gran Chaparral”. Quisiera ser primero un buen padre y después un descansado abuelo para que después algún nieto me ayude con el control remoto y con la antena de TV. Como lo hice con Sabino el día que en silencio nos dijimos adiós.