Los 40 años del arco chino
Fue el 12 de noviembre de 1971 cuando el recordado alcalde Eduardo Dibós Chappuis inauguró la Gran Puerta de entrada al Barrio Chino. Aquel día la calle Capón, el corazón de este barrio, se vistió de fiesta y con sus mejores bailes recibió a limeños y chinos; todos entremezclados festejaron su nuevo rostro. Han pasado 40 años, y ahora el arco “decorado” con grafitis y carteles pegados en sus muros da la bienvenida a un barrio más limeño que chino.
Llegaron para quedarse y crear uno de los barrios más emblemáticos de nuestra Lima. Los creadores de la “yapa” empezaron su historia en octubre de 1849, cuando llegaron 75 colonos conocidos como “culíes” para suplir la carencia de mano de obra en las haciendas de la costa.
Desde que se tiene noticia de los inmigrantes chinos, a estos se les ubica en la calle Capón, llamada así porque allí funcionaban unos camales donde se capaban a los cerdos. Pero fue en 1859 que esta zona empezó a capturar la atención de diarios como El Comercio, que publicó por primera vez sobre “las costumbres indecorosas y epicúreas de chinos instalados en una casa de la calle Capón”, refiriéndose al recordado callejón Otaiza, ubicado en la mitad de esta arteria.
Lo que terminaría por identificar a esta estirpe sería su habilidad en los negocios, sobre todo los culinarios. A partir de 1950, la calle Capón se hizo famosa por sus chifas, desde entonces se podía ver el letrero luminoso del chifa, café y bar “Tay Jun”, al lado el gran “San Joy Lao”, y antes el salón de té “Ling Nan”.
Hacia los años 60, los bancos también hicieron suyo ese paraje urbano. El Banco Popular era el preferido, no importaba que frente a él se encontrara un tumulto de carretilleros del Mercado Central, ambulantes o viejos carros. Desde entonces el rostro no fue el mejor, pero eso no era excusa para dejar de ser un barrio muy visitado.
Sin embargo, diez años después surgió la idea de convertirlo en atractivo turístico. Fue así que el 12 de noviembre de 1971, a las 7 de la noche, se inauguró una entrada imponente, un arco de 8 metros de altura por 15 de ancho, enchapado con madera tallada y mármol, donde destacaban los adornos de dragones orientales. Los trabajos corrieron a cargo de la colonia china residente en Lima, la cual se encargó de toda la remodelación.
Cuentan que la fiesta empezó con el desfile del León Chino, partiendo desde la Beneficencia China y pasando por una mejorada calle Capón, muy bien iluminada por los nuevos faroles y por las luces de neón de los chifas “Kuong Ton” y “San Joy Lao”. Con veredas y pistas abarrotadas de gente la fiesta se prolongó hasta tarde e incluso la celebración llegó hasta la Plaza de Armas.
Los lemas “Bajo el cielo todos los hombres somos iguales” y “Larga vida y prosperidad” quedaron plasmados en esta portada; lástima que años más tarde se viera maltratada por nuevos personajes de Lima: los ambulantes. Eran los años 80 y 90 cuando el crecimiento comercial era imparable, de esto se aprovecharon cientos de ambulantes que tomaron la calle.
El atractivo turístico quedó por los suelos, fue así que en 1999 el entonces alcalde de Lima, Alberto Andrade Carmona, secundado por los directivos de la Asociación Peruano China, emprendieron la remodelación de Capón.
La conmemoración de los 150 años de la inmigración china al Perú fue el motivo para tal cambio, el que consistió básicamente en la formalización de los negocios que funcionaban en esa calle, el retiro de los vendedores ambulantes, y su conversión en un paseo peatonal de inspiración y motivos chinos.
Hoy el barrio es cada vez más limeño, y si bien los diseños de sus bancas, dragones y losetas con grabados milenarios y su aroma a incienso siguen allí para crearnos un ambiente oriental, no siempre es suficiente, si no que lo digan sus más de 30 mil visitantes diarios, que no solo van a los chifas, ni a las tiendas de útiles, ni a los tradicionales bancos o tragamonedas.
Esos visitantes saben que ahora pueden encontrar de todo, desde galerías de ropa hasta centros de spa. Ya no solo es un punto turístico sino una zona para hacer negocios con éxito asegurado.
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio