Cuando a principios de los ochenta escuchamos sus apellidos por primera vez, los tres ya eran legendarios, ya tenían un lugar ganado en el podio de los grandes estrategas. Zagallo, Beckenbauer, Menotti. El Lobo, el Kaiser, el Flaco. El brasilero ya era el mítico técnico campeón del mundo con Brasil en México 70 (antes, como jugador, había levantado ese trofeo en dos ocasiones), pero el destino le tenía reservada una medalla adicional: la de tetracampeón en Estados Unidos 94. El alemán ya era el reconocido exlíder de su selección en la Copa del 74, pero estaba cerca de repetir el logro como técnico nacional en Italia 90. Y el argentino ya vivía envuelto en la fama obtenida por haber sido el entrenador que alcanzó en 1978 el primer título mundial para su país.