Hace una década cambió el fútbol chileno. Dos factores influyeron claramente para el inicio de esta revolución que los medios sureños llaman “la generación dorada”. El primero fue el tercer puesto conseguido en el Mundial Sub 20 en Canadá 2007; y el segundo, y más importante, el arribo de Marcelo Bielsa a la selección adulta.
Chile, en adelante, tuvo la base de ese equipo juvenil para conseguir cada uno de sus logros. Toselli, Isla, Medel, Sánchez y Vidal son los mejores de esa camada. Y repotenciados por las ideas del bielsismo se hicieron una potencia en Sudamérica. Pasaron después por el banco Claudio Borghi, Jorge Sampaoli y ahora Juan Antonio Pizzi. Diferentes técnicos, pero la misma ideología: posesión del balón, agresividad cerca de las dos áreas y efectividad de cara al gol.
En el 2017, es decir diez años después, clasificaron a dos mundiales (Sudáfrica 2010 y Brasil 2014) llegando hasta los octavos de final, y ganaron dos Copa América, la del 2015 en casa y la del 2016 en EE.UU. Qué mejores credenciales que sus primeros títulos continentales para sentirse favorito en la Copa Confederaciones. Ya lo anunció hace un año Arturo Vidal en sus redes sociales. “No pararemos hasta ser campeones del mundo”, dijo en una frase llena de orgullo y soberbia, y a la vez de trabajo y talento.
Los titulares de Chile se repiten casi de memoria. Con la baja de Claudio Bravo en el arco, será Jhonny Herrera el portero. Mauricio Isla, Gary Medel, Gonzalo Jara y Jean Beausejour forman la primera línea defensiva. En el mediocampo dos son fijos: Arturo Vidal y Charles Aránguiz. El tercer volante que los acompañe puede ser Pablo Hernández, Marcelo Díaz o Martín Rodríguez. Para la ofensiva cuentan con Alexis Sánchez, Leonardo Valencia y Eduardo Vargas.
Chile asiste a Rusia en busca de la consolidación de su generación de oro.
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