Pocos saben que la norma que regula el offside es una de las más antiguas del fútbol: se remonta nada menos que a 1863, cuando el deporte rey empezaba a reglamentarse. A pesar de que con los años ha sufrido modificaciones, su esencia se ha mantenido incólume, tanto como la indignación que suele generar. Ni siquiera el VAR ha podido acallar las protestas de quienes se sienten afectados por su aplicación. En Qatar 2022, la FIFA implementará un sistema de detección que –aguardan– disminuya las dudas y, sobre todo, las suspicacias.
Se trata de la tecnología semiautomatizada para la detección del fuera de juego, un sistema que incluye 12 cámaras capaces de captar los movimientos de la pelota y 29 puntos de datos de cada jugador a fin de calcular su posición exacta sobre el campo. El balón, además, contará con un sensor (el IMU) que enviará información 500 veces por segundo a una sala de video. Gracias a este monitoreo y a la inteligencia artificial, si un jugador es sorprendido en una posición antirreglamentaria, se enviará un aviso a la sala que, tras verificarlo, informará al juez.
¿Basta con esto? Pierluigi Collina, presidente de la Comisión de Árbitros de la FIFA, ha señalado que la tecnología solo es una herramienta de ayuda para resolver con mayor rapidez. Es decir, los árbitros tendrán siempre la última decisión.
El fútbol es uno de los deportes que más se han resistido a los aportes de la tecnología. En el caso del VAR, sus opositores lo acusan de haberle robado “su costado más humano” al juego, lo que en realidad representa una defensa del error disfrazada de nostalgia.
Que Qatar se convierta en el Mundial de las innovaciones tecnológicas no es una sorpresa. Haber elegido como sede un país minúsculo y sin mayor cultura futbolística obligaba a una transformación radical.
Nada de ello, empero, debe enterrar el enorme error de haber llevado la fiesta máxima del más bello de los deportes a un lugar donde los derechos de las mujeres están restringidos, la homosexualidad es considerada una enfermedad y los abusos laborales son un acto cotidiano. Eso no lo podemos olvidar.
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