Entre 1939 - 1945 no hubo Navidad en Europa. La Segunda Guerra Mundial abatió el espíritu y golpeó la felicidad. Adolf Hitler se encargó de arrancar todo motivo de celebración; pero, 25 años atrás sí hubo un día en que el balón de fútbol se impuso a las balas: la tregua de navidad.
Sumergidos en el barro de las trincheras, los bandos alemanes y británicos repartían balas a cada respiro. Bien entrado el mes de diciembre de 1914, el frío calaba los huesos de las entumecidas manos de los ejércitos. Apilados en el frente de batalla, los cuerpos inertes de los fallecidos marcaban la frontera del conflicto.
En el año 2004 Alfred Anderson, el último testigo de aquella guerra con 108 años, declaró a ‘The Guardian’ un relato espeluznante y maravilloso sobre aquel diciembre de 1914.
“Recuerdo el silencio, el misterioso silencio. Durante dos meses, lo único que había escuchado eran bombazos, disparos y voces alemanas en la distancia. Como todas las Navidades, dedicaré una parte de mis pensamientos a aquello. Y recordaré a mis amigos que nunca lograron volver a casa”, agregó Anderson.
El jueves 24 de diciembre de 1914, desde el bando alemán se empezó a oír melodías de Navidad. El sonido quebró el silencio y la trinchera británico respondió con sus propios villancicos. Un balón rodó y los soldados bajaron las armas para patear la pelota. Golpe a golpe durante uno o dos días, las balas se detuvieron y el conflicto quedó de lado. La redonda siguió en movimiento y los que no jugaban aprovechaban para enterrar a sus muertos en tierra de nadie o descansar.
La noticia llegó hasta los Estados Mayores y se tomaron medidas. La pelota se detuvo y las balas volvieron a dispararse. Pero, durante la víspera y los dos días posteriores al 24 de diciembre de 1914, los bandos alemanes y británicos vivieron la tregua de Navidad. Después, los oficiales amenazaron a los soldados con juicios de guerra si es que volvían a entablar amistad con el enemigo. “Estas cosas no deberían pasar en tiempos de guerra. ¿No tienen los soldados alemanes sentido del honor?”, refunfuñó el joven cabo alemán Adolf Hitler. No participó de la tregua de la Navidad, pero sí desató la barbarie más detestable en la historia de la humanidad años después.