El tema por excelencia de los últimos tiempos ha sido la Inteligencia Artificial (IA). Tiendo a pensar que en marketing, por ser mi profesión, la situación con la IA es más intensa que en otros campos. Sin embargo, cuando volteo a mirar otras industrias, el interés es exactamente el mismo o incluso mayor: derecho, medicina, ingeniería, educación, da igual.
La IA es sin duda el tema del momento. No cuestiono ni por un segundo que merezca toda esa atención y monopolio en los debates. Sin duda, se ha ganado el espacio a punta de ser revolucionaria. Nos ha cambiado la vida, el trabajo, la manera de pensar, y literalmente, el chip.
No dejo de cuestionarme qué hay más allá de la IA, qué pasa después de esta tecnología, qué sucede en paralelo, qué modifica en simultáneo en nuestras vidas. Es inevitable entender que se está creando un futuro distinto con todos nosotros adentro. Cuando trabajas en varios mercados a la vez realizando estrategias en diversas categorías, terminas asomándote al mundo, asombrándote con la velocidad del cambio mientras por otro lado te atracas en una realidad local que termina siendo frustrante. El cuestionamiento te empuja a pensar si realmente el talento y la capacidad van de la mano con la formación y las oportunidades existentes.
La IA solo va a funcionar de manera correcta en un mundo en donde la empatía crezca en la misma medida que la tecnología. Pienso que la inteligencia humana probablemente sea superada en velocidad y en IQ, pero no en emociones. Nuestra humanidad nos debe poner siempre por delante de todo. Esto implica las ganas de inspirar para crear, la curiosidad que nos lleva a descubrir, el impulso por mejorar, la fuerza para acelerar y la emoción al notar los resultados del esfuerzo.
No podemos olvidar que tanta información sin gestión es solo caos y que los recursos cuando son ilimitados caen en la inconsciencia hasta volverse vacíos y pasar inadvertidos. Es en ese preciso momento en que, al hacerse parte del paisaje, nos vuelve indolentes, menos creativos, menos productivos y menos sensibles como seres humanos. Pensemos siempre en que nuestro rol es el de agentes permanentes de cambio, aceptando la incomodidad de lo desconocido como un gen activo.
Cambiar desde adentro implica moverse un poco cada día para aprender nuevos estilos de vida, aprender de tecnología, cultura, marketing, de todo un poco, para finalmente descubrir que en cada una de las generaciones actuales se está produciendo de manera constante una micro evolución.