Regulación y responsabilidad, por Franco Giuffra
Regulación y responsabilidad, por Franco Giuffra
Redacción EC

Por: Alejandro Falla, Socio de Bullard Falla Ezcurra

Haga memoria. ¿Cuándo ha sido la última vez que tuvo necesidad de recurrir a una guía telefónica (Páginas Blancas) para ubicar un número telefónico? 


En su momento, las guías respondían y atendían a una necesidad: suministraban información de los abonados que contaban con un número de teléfono. Era la única forma de hacerlo. Como en la época de la Compañía Peruana de Teléfonos, tener un teléfono era un lujo, aparecer listado en la guía era casi un símbolo de estatus. La guía era más que bienvenida en las casas de los abonados.

Con el paso del tiempo, las guías han perdido todo valor como fuente de información útil. En un mundo donde predomina la telefonía celular, la guía solo nos suministra información de líneas fijas. Hoy en día existen alternativas más baratas y funcionales para acceder a esa información, como servicios de información telefónica gratuita o acceso a bases de datos vía Internet. Ni siquiera son amigables para los adultos mayores: las letras y los números pequeños fuerzan al uso de una lupa. Si para algo son útiles las guías telefónicas es para envolver huevos en los mercados y facilitar el trabajo de algunos malhechores. No es raro que en las requisas realizadas en las cárceles se encuentren guías utilizadas en acciones de chantaje.

¿Y por qué se siguen imprimiendo y distribuyendo estas guías? La regulación así lo exige. Todos los abonados deben recibir una copia impresa, lo hayan o no solicitado, les interese o no la información. La única forma de liberarse del regalito es realizando un trámite previo por el cual soliciten quedar fuera del reparto.

Existen otros ejemplos de regulaciones que se mantienen vigentes en el tiempo pese a que han perdido todo sentido para atender al objetivo deseado y que, además, han aparecido nuevas y más baratas formas de enfrentar el problema. No importa si los costos impuestos por la regulación superan los beneficios que esta permite alcanzar. Una vez aprobada, la regulación se congela y los reguladores entran en una etapa de ‘inercia’. Llueva, truene o relampaguee, la regulación tiende a perpetuarse en el tiempo.

¿Cómo romper la inercia o resistencia al cambio de los reguladores? Pongámosle un plazo de vigencia a la regulación. Al nacer, las regulaciones tendrían una “fecha de defunción” predeterminada. Esta debería ser la regla para la regulación en materias o industrias expuestas a cambios generados por la tecnología. La renovación de la vigencia de una regulación a punto de morir debería forzar un proceso de revisión de la eficacia de las medidas previamente adoptadas, y una identificación de nuevas y mejores alternativas para atender al problema.

Con algo de suerte, este mecanismo conjuntamente con un análisis previo y obligatorio de impacto de la regulación podría ayudar a liberarnos de algunas regulaciones inútiles y costosas. Podemos evitar que se sigan sacrificando arbolitos por culpa de unas guías impresas que a nadie interesan.