Cada veinte años aproximadamente, la revolución digital se transforma y nos trae disrupciones que tienen un impacto muy importante en la economía del planeta. La primera ola se dio entre los años 70 y 80, cuando aparecieron los circuitos integrados, diminutos dispositivos con capacidad de procesar y almacenar datos a gran velocidad. Esto permitió, por ejemplo, que los gerentes puedan controlar mejor el desempeño de las empresas, monitoreando en tiempo real pedidos, inventarios y cuentas por cobrar. De igual forma, los científicos optimizaron sus investigaciones, diagnósticos y diseños con la ayuda de computadoras. La economía tenía por primera vez una potente capacidad de cómputo.
La siguiente ola se dio entre los años 90 y el milenio. Esta vez la revolución llegó por el lado de la conectividad de los procesos digitales. La aparición de redes de fibra óptica y las transmisiones satelitales permitieron acercar a las personas y surgieron los servicios en la web, así como el compartir capacidades computacionales en la nube.
En esta ola surgió la economía virtual y se da impulso a la globalización, permitiendo realizar transacciones a pesar de la distancia física entre las partes. La manufactura se concentró en los centros de producción más competitivos y el ‘outsourcing’ experimentó una gran expansión.
La tercera ola, la que estamos viviendo hoy, empezó aproximadamente en el 2010 y principalmente trajo a sensores de todo tipo que se conectan en forma inalámbrica y que nos informan sobre la ubicación donde nos encontramos, objetos que se nos aproximan o detalles de nuestra salud. También miden contaminación, detectan sismos y en general producen información relevante permanentemente.
A partir de ello, se han desarrollado algoritmos inteligentes que han permitido crear sistemas que pueden ver, hablar y traducir a cualquier idioma, realizar reconocimiento facial, de voz y más. Es importante destacar que los algoritmos inteligentes no funcionan utilizando una lógica a partir de aplicar reglas e inferir deducciones, sino que funcionan a través de asociaciones utilizando múltiples datos y procesos estadísticos.
Lo más asombroso es que estos sensores actúan en forma independiente, vale decir, formulan procedimientos que se deben seguir a partir de múltiples asociaciones, plantean posibles cursos de acción y definen el más conveniente sin intervención del ser humano.El punto central es que la inteligencia dejó de ser un feudo del ser humano y ahora la economía virtual cuenta con inteligencia propia. ¿Cómo cambiará esto la forma de hacer negocios?Según Brian Arthur, profesor del Santa Fe Institute en Nuevo México, el resultado de esta nueva ola revolucionará los procesos en los bancos, sistemas de transporte y cuidado de la salud, entre otros. La inteligencia artificial permitirá rediseñar los procesos productivos y los servicios. Por ejemplo, el diagnóstico médico digital, sin intervención del doctor, o aeropuertos operando bajo el control de sensores dirigidos por algoritmos inteligentes, entre muchos casos más.
El potencial es tan grande que pronto aparecerán industrias que nunca imaginamos podían existir. Estará en nuestras manos el poder capitalizar estas potencialidades.
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