Llevo 15 años difundiendo la obra poética de alguien a quien no conozco ni nunca he visto en mi vida. Algo no inusual en esta profesión. Lo extraño es que se trata de alguien sobre quien no tengo la menor duda de que carece de talento alguno para la expresión escrita. Se trata del poeta casmeño Dennis Angulo.
Hacer un breve comentario, más burlón que amable, de su primera plaquette que llegó a mis manos —"Un proceso transparente" (2000)— inició involuntariamente una comunicación a distancia que ha tenido tanto de entretenimiento como de maldición. Pero de poesía, nunca.
Angulo ha sido prolífico. A esa primera entrega le siguieron en un tiempo demasiado breve, y sabemos que la poesía es un arte que madura con prudencia y calma, tres publicaciones más. El autor ampulosamente nominó a esta primera parte de su obra “El cuarteto de Casma”: "Un proceso transparente", "Vengo a rendir tributo", "Maleta 14",
"Verdadero Pachacútec". En suma, un desperdicio de árboles.
Eran poemas pueriles de rima infantil que no trascendían la minucia política. Por esos días aquella se centraba en torno a la corrupción fujimorista, la búsqueda de las maletas con videos de Montesinos y la aparición de la versión política de Angulo, un economista pelucón que quería ser presidente y respondía al nombre de Alejandro Toledo.
Sus libros venían siempre horriblemente ilustrados por su intermitente pareja sentimental, la chiclayana Dorita Cabellos, con quien vivía una situación al borde del crimen pasional. Alguna vez proporcionó un correo electrónico, el mismo que permitió una de las pocas oportunidades de diálogo:
—Hay quienes dicen que usted es solamente un seudónimo, que Dennis Angulo no existe.
—Tienen razón: el poeta no existe. Lo que existe es el Poema.
Si bien Angulo evacuó (no hay otro verbo) por lo menos seis poemarios más de igual factura, no puedo negar que en esa respuesta final algo profético se vislumbraba. Es la sensación que asalta al releer poemas suyos como “Con todo respeto, comandante”, donde ya en el 2006 sugería que era la señora quien mandaba en ese chifa. O en “Keiko, premio Nobel de Economía (2007)”, cuando afirmaba con procaz énfasis que la señora era una comechada.
Pero acaso por su empatía natural con Toledo fue el de Cabana objeto recurrente de sus versos, en virtud a rimas que oscilaban entre el facilismo y el agravio —no en vano alguna vez se llamó a Angulo “El Eminem de Casma”—.
A Toledo no lo dejó en paz ni siquiera cuando terminó su gobierno reptando sobre un 11% de aprobación ciudadana. Así escribió Angulo en “¡Adiós, demócrata de Cabana!”:
Orozco?: no la conozco.
Mi hermana: que vaya en cana.
Un sobrino, un violín. Ilián, un polvorín.
Cholo, cómo resistes:
Llenabas de trago un dique.
(Era Iñambari o Iñampari?)
No importa, porque la hiciste
Gloria al whisky y al Campari!
Y así suene un poco tosco
Digo, Toledo Manrique,
Te extrañaré, conchasumari!
Esto viene a colación a propósito de tres o cuatro llamadas perdidas recibidas en los últimos días. Todas de distinto número pero con el mismo prefijo 43, código telefónico de Áncash, departamento del cual Casma, ciudad del eterno sol, es provincia. Estamos a solo meses de las elecciones. Estas son para Angulo lo que la carroña para un buitre. Estamos advertidos.